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Santiago Navajas

El filósofo del emperador

Xi Jinping se contempla a sí mismo como una alianza entre el mismo emperador pero complementando a Marx con Carl Schmitt.

Xi Jinping se contempla a sí mismo como una alianza entre el mismo emperador pero complementando a Marx con Carl Schmitt.
Xi Jinping. | Europapress

Xi Jinping terminó la Asamblea Popular Nacional de 2023 como Pedro Sánchez el Congreso del PSOE en 2024, puño en alto y anunciando que su mandato se prorrogaría unos años más… sin duda, pensando ambos en el infinito y más allá. Los socialistas de todos los partidos, de China a España pasando por Venezuela, cantan la Internacional, la épica cancioncilla que fue lo último que escucharon millones de personas camino del matadero ideológico. La votación a favor de Xi fue de 2.952 a 0 por parte de la APN, cuyos miembros son nombrados por el partido gobernante. Si se hubiera celebrado una votación semejante en el PSOE no me cabe duda de que la aclamación del líder supremo habría sido igualmente unánime, una vez laminado Lobato y con Page ejerciendo de artífice de fuegos de artificio opositores. No solo la Internacional, también comparten Xi Jinping y Pedro Sánchez la voluntad de dominar todos y cada uno de los recursos del Estado para controlar, vigilar y manipular a la población, en último caso aplastarla.

Pero hay algo que los diferencia: su horizonte de dominio. Sánchez, por las circunstancias, aspira únicamente a la hegemonía en España (aunque a través de la Internacional Socialista, del mundo). Mientras que Xi Jinping pretende convertirse, tras afianzar su dominio sobre el país más poblado del mundo, junto a India, en el líder del planeta. Tras diez años de dominio incontestado, y eliminando la prohibición de más de dos mandatos, Xi Jinping fue elevado a la altura de Mao Zedong y Deng Xiaoping. Pero si Mao y Deng aspiraban a competir con la URSS por el puesto hegemónico dentro del orbe comunista, la mirada de Xi Jinping está puesta nada menos que en los Estados Unidos de América, una nación que a través del voto a un "halcón" aislacionista como Trump se está enrocando sobre sí misma como modo de concentrar sus fuerzas para afrontar el desafío amenazador que se está levantando contra la supremacía occidental: la alianza de los BRICS+, el espacio internacional alternativo al G7 integrado, entre otros países emergentes, por Brasil, Rusia, India, Sudáfrica, por supuesto China, y varios países, entre ellos los petro-islámicos.

Xi Jinping, con 71 años, forma parte del gran triunvirato gerontocrático global junto a Trump con 78 y Narendra Modi en la India, que cuenta con 74 años. Mientras en Occidente discutimos qué hacer con la Q de LGTBI+ o si los niños tienen el derecho a ser mutilados sexualmente en nombre de la ideología de género, como se debate ahora en el Tribunal Supremo de EE. UU., en Pekín y Nueva Delhi están dándole una vuelta al clásico mapamundi para situar el Pacífico en lugar del Atlántico como el eje sobre el que gravita el poder mundial, convertida Europa en un poco más que un balneario y una postal para las hordas de turistas que vengan a admirar las ruinas resplandecientes con menús a doce euros de lo que un día fue el origen de la democracia, la economía de mercado y los derechos humanos, términos tan fosilizados e incomprensibles hoy en el fondo como los mismos monumentos inmortalizados a través de filtros para Instagram y TikTok.

Sin embargo, el espíritu de Europa no habrá desaparecido del todo, aunque seguramente lo que reste no sea lo que más celebramos hoy en día. Para comprenderlo debemos familiarizarnos con otro nombre chino, Jiang Shigong, el filósofo detrás del autócrata chino. Fue Keynes quienes nos advirtió de que: "Las ideas de los economistas y de los filósofos de la política, tanto cuando son correctas como cuando son erróneas, son más poderosas de lo que comúnmente se entiende". Seguramente, Keynes, que de humilde no tenía ni un pelo, estaba pensando en sí mismo en su doble faceta de economista y filósofo de la política. Jiang Shigong es un estudioso de la cultura política occidental. Especialista en Hayek y en Carl Schmitt, defiende un socialismo con características chinas, es decir, teniendo en cuenta la tradición filosófica china en la senda de Confucio. Pero de los tres, del que más cerca está es del jurista nazi. Algunas de sus reflexiones más destacadas son (podemos imaginar a Xi Jinping sonriendo mientras acaricia un gatito y las lee):

Los principios políticos y la voluntad política del Estado están por encima de todo (en El conflicto ideológico y el Estado de Derecho en la China contemporánea).

Las cuestiones cruciales en política no son las del bien y el mal, sino las de la obediencia y la desobediencia (en Rethinking China's Rise).

Entre amigos y enemigos no existe la libertad, sino la violencia y el sometimiento. Esta es la realidad de la política, una realidad que los liberales a menudo no se atreven a afrontar (en Crisis constitucional y decisiones políticas de Ucrania).

El tiempo y la historia constituyen el verdadero Dios (en El Hong Kong de China).

Esta última obra citada es especialmente relevante porque el filósofo acusa a la élite hongkonesa de haberse occidentalizado, mientras que para él, Occidente debe ser usado, pero no asimilado, debiendo permanecer China fiel a sus principios y hábitos culturales. Como la Revolución Cultural de Mao pero con rostro humano. Para Jiang Shigong, en la expresión "Estado de derecho", lo que prima es el Estado, lo que se utiliza para aumentar y sofisticar el control del Partido sobre el Estado y la sociedad, promoviendo la cultura tradicional china. En suma, el lema de Xi Jinping siguiendo Jiang Shigong podría ser Make China Great Again.

Por eso, si Mao Zedong se veía a sí mismo como una combinación del Primer Emperador Qin y Marx, Xi Jinping se contempla a sí mismo como una alianza entre el mismo emperador pero complementando a Marx con Carl Schmitt. Jiang Shigong cree, como buen marxista, que el mundo se mueve por contradicciones, así que no tiene ningún problema en nazificar el comunismo en esa paradójica alianza conceptual entre Marx y Schmitt con ciertos toques confucianos. Una curiosa significación de un inquietante marxismo-hitleriano. Tanto el emperador como el filósofo se ponen de acuerdo en creer que:

Si el pueblo chino quiere hacer realidad el gran renacimiento de la nación china y cambiar el modelo occidental de modernización con el que Occidente ha dominado el mundo, proporcionando a los países de desarrollo tardío la "solución china" a la modernización, debe emprender una lucha sin concesiones.

Mientras, los burócratas de la UE discuten qué hacer con los lobos que devoraron al poni de Úrsula Von der Leyen, los lobos hobbesianos llegan a nuestras fronteras. Cuando Mark Lilla, catedrático de filosofía política de la Universidad de Columbia, le recomendó a un alumno chino que estudiase más el idioma inglés para poder hablar y escribir mejor en la universidad, el chino le respondió que estaba más interesado en aprender latín que inglés porque el imperio que le interesaba estudiar era el romano, no el estadounidense. Y es que mientras en Occidente realizamos versiones infantilmente cinematográficas de Roma, en China se prestan a repetir el experimento imperial de facto, con un ojo puesto en su propia tradición imperial y otro en la línea imperial occidental que va de Augusto a Hitler pasando por Carlos I y Napoleón. Que Confucio nos pille aprendiendo chino (simplificado) y la historia de China porque se está produciendo lo que Jiang Shigong denomina "el gran renacimiento de la nación china" en clave imperial:

al ser confrontada en tiempos más recientes al desafío del Occidente moderno —el protestantismo y el liberalismo—, la nación china está experimentando hoy de nuevo un gran renacimiento. El gran renacimiento actual significa sin duda que la civilización china se está extendiendo a más partes del mundo. Esto constituye sin duda la mayor misión histórica del pueblo chino en la era de Xi Jinping.

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