
Hace años vengo escuchando mil cosas sobre la Inteligencia Artificial (IA). Todo lo que oía sobre el origen, desarrollo y aplicación de la IA me fascinaba. Sólo a un destrabado no le puede interesar que una máquina pueda pensar como un humano y, muchas veces, mejor que la mayoría de los humanos. Me sigue fascinando el asunto. Y, además, nunca me ha asustado. Al contrario, estoy esperando cualquier ocasión para ponerme al día.
Pregunto, leo y escucho con admiración todo lo que me cuenta Pedro de Tena sobre IA. Él me quito el miedo a entrar en la cosa. No hay día que no me hable de un nuevo descubrimiento de la IA. Bastó que en una ocasión me dijera: "Entra en chatgpt.com y pregúntale cualquier cosa sobre lo qué quieras", o visita Grok en la red X de Elon Musk para ver cómo hablan entre ellos políticos de épocas distintas… Entre, querido lector, sin miedo en la IA. Sigan admirando el dictum del viejo Horacio: ¡Sapere aude! No renuncien a saber qué es la IA. Jamás he entendido a esas personas que se niegan a utilizar el teléfono móvil, un ordenador y cosas así… Una cosa es reconocer que uno ha sido educado en la época analógica y otra, muy distinta, es no atreverse a saber qué es el mundo digital. No soporto esa cobardía. Sin voluntad de aprender no hay sabiduría. Digo todo esto para que nadie busque aquí algo nuevo sobre la IA. Nada puedo enseñar sobre IA, o sea sobre filosofía de la IA, pero sí trasmitirles un poco de mi pasión por la IA, incluida su propia filosofía.
Les cuento, pues, mi pequeña experiencia. Hasta hace unos años, apenas sabía yo que era la IA, pero Pedro de Tena, poeta de vocación, me puso en el camino después de que me comentará sus averiguaciones de cómo la "máquina" podía escribir poemas dandole unas cuantas palabras. ¡Una máquina escribiendo poesía! Algo inimaginable para nuestros antepasados es ya algo real. Antes de leer el resultado, o sea, antes de leer el poema que le escribió la "máquina", yo le dije que siempre le faltaría el alma a esos versos. Mi amigo no sólo reprendió mi arbitrario comentario, sino que me mostró un poema para ser cantado por un artista del jondo. Me quedé de piedra. El poema estaba muy bien construido, tenía una respetable forma y no estaba exento de fondo. Quizá le faltase eso que dicen los expertos en cante jondo: un poco de duende, o sea, de alma. Es posible, pero el poema estaba allí a disposición de quien tuviese ganas de arrancarse con el empuje que exige la caña, pues que la máquina había escrito un poema siguiendo el canon principal del jondo.
Los versos de la máquina poética, sí, iban muy bien con la caña, palo principal del cante jondo, que siempre está por encima de la seguirilla. Metidos en la cosa del jondo le pregunté a la máquina sobre los tipos de palos del jondo, el flamenco, etcétera… Y me quedé sorprendido. La máquina, sí, la IA sabía más de la cosa que los de la Casa Flamenca, por ejemplo, sobre la copla andaluza antigua me citaba la toná con el nombre de todas sus variedades, lo mismo hacia con el romance y el fandango… Una locura. La máquina lo sabía todo. ¿Quién entre nosotros sabe que es una caña? ¿quién es capaz de escuchar con devoción un cante que comienza con un lamento desgarrador acompañado por los sonidos suaves de una guitarra? En fin, ¿a quién puedo preguntarle yo, con cierta confianza, por el cante jondo y el flamenco que me responda con la verosimilitud que me da la máquina? … Ya me entienden. ¡Cómo voy a estar abierto a la IA!
Asistí a una conversación entre dos juristas donde la IA actuó para sacarlos de la oscuridad. El objeto de la discusión era la expresión "unidad de gradación". No era fácil hallar una definición de la expresión ni siquiera sabiendo que se refería al ámbito del derecho administrativo sancionador, pero casi al instante la máquina respondió: "En el contexto del derecho administrativo sancionador, el término unidad de gradación se refiere a la medida o el criterio utilizado para establecer la intensidad o gravedad de una sanción administrativa, en función de la conducta infractora y otros factores relevantes. Esta unidad ayuda a determinar de manera proporcional y diferenciada la sanción que corresponde a cada infracción, tomando en cuenta la naturaleza del hecho, las circunstancias y la culpabilidad del infractor". Luego seguía dando las características de la unidad de gradación, escala de infracciones y sanciones, criterios de gradación, magnitud de la infracción, etcétera, etcétera… ¡Cómo no creer en la IA!
Se cuentan por miles los ámbitos de aplicación de la IA. Parece que apenas, por poner un sólo ejemplo, existen médicos que no consulten sus diagnósticos con la la IA. Es tan poderosa la IA, la máquina pensante, que me parece superado el debate sobre si puede o no pensar una máquina como un humano. Es algo obvio. La máquina piensa y responde a nuestras preguntas. Y, además sospecho que también conseguirá formular preguntas tan inteligentes como las de cualquier ser humano… Porque en todos los ámbitos de la vida cotidiana ha entrado la IA, parece ridículo cerrar los ojos o negarse a entender cuáles son sus novedades. Miles de libros, manuales, ensayos, artículos y conferencias hay para entender algo de eso que han inventado grandes matemáticos y científicos, industriales y empresarios. La información sobre el asunto está por todas partes. Los debates sobre su usos y límites también son públicos. La IA, como suele decirse, no es el futuro sino que está vivita y coleando. La IA es el presente. Nadie puede prescindir de la IA so pena de correr el riesgo de ser considerado un loco.
Un libro y una conferencia les aconsejo para acercarse a algunos de los intríngulis de la IA. Los dos tienen un protagonista común: es la figura de Jürgen Schmidhuber, un científico de origen alemán que, según Elon Musk, es la gran inteligencia de la IA. Schmidhuber fue, junto a Kristinn R. Thórisson y Moshe Looks, el editor de un libro titulado Artificial Inteligencia General. El libro recoge las Actas de la 4ª Conferencia Internacional de AGI, celebrado en Mountina View, (EE.UU), en agosto de 2011, y fue publicado por la editorial Springer. Imagino que desde 2011 hasta hoy, finales del año 2024, la evolución de la IA debe ser algo inabarcable para una sola mente, pero tengo la sensación de que aún nos puede valer la nota introductoria que colocan los editores al comienzo del libro para hacernos cargo de lo qué se juegan los humanos con la IA: El objetivo original del ámbito de la IA era la construcción de "máquinas pensantes" –es decir, sistemas informáticos con inteligencia general similar a la humana. Debido a la dificultad de esta tarea, durante las últimas décadas la mayoría de los investigadores en IA han enfocado en lo que se ha llamado IA estrecha– la producción de sistemas de IA que muestran inteligencia en tareas específicas y altamente restringidas. Sin embargo, en los últimos años, cada vez más investigadores han reconocido la necesidad –y viabilidad– de regresar a los objetivos originales de la investigación. Es cada vez más intenso ese llamado a una transición de regreso a enfrentar los problemas más difíciles de inteligencia a nivel humano y más ampliamente inteligencia general artificial (AGI)". Esta obra es aún, sin duda alguna, una gran obra de referencia para introducirse en la IA.
Recientemente escuche una conferencia de Schmidhuber altamente instructiva para enterarse de las infinitas posibilidades de la IA y de algunos de sus límites. Entre las limitaciones, hay una para Schmidhuber casi insuperable. Pasarán cien años, según esta grandioso científico, para que la IA logre imitar malamente todo lo que puede hacer una mano. Pareciera que la mano de Dios está en las manos de todos los hombres. La mano es algo grandioso. Inalcanzable para la IA. Sí, a la pregunta que le formula un jovencito, sobre qué le aconseja estudiar para obtener fácilmente en el futuro un puesto de trabajo, Schmidhuber no lo duda: es menester estudiar matemática, física y otras cosas más, naturalmente, pero nada de eso sustituirá al manejo que tiene el ser humano de sus manos. Aprendamos, pues, a manejar bien nuestras manos.
La IA vale para todo, salvo para arreglar los plomos que se funde en tu casa. La IA no puede sustituir la maravilla que hace el ser humano con sus manos. La respuesta del hombre que más sabe del mundo sobre IA, Schmidhuber, debería ser el camino principal para que nuestros políticos consiguieran elaborar un plan para resolver uno de los mayores problemas de nuestro país: falta de mano de obra especializada. La carencia de buenos profesionales en todos los sectores de la actividad empresarial es de tan envergadura que es urgente un programa de Formación Profesional. Si los hombres no manejan con soltura sus manos para resolver lo más inmediato, los problemas de la vida cotidiana, olvídense de toda Inteligencia Artificial efectiva…
En fin, si el hombre que se niega a utilizar un smartphone -permítanme la metáfora- pronto será excluido de la sociedad, quizá de modo parecido a cómo el loco se le dejo fuera del mundo productivo, también hoy se corre el riesgo de que la humanidad muera de éxito por negarse a utilizar sus manos. Si fuera así, el dedo de Dios sería implacable. Nos condenaría a todos por querer ser como Él.