
El Estado moderno es un ente panjuridificador. En España sobran juristas porque sobra vida jurídica/judicial. Aquí, antes de pedirle amablemente al vecino que baje la música, le hemos metido un pleito de aúpa, para que sepa con quién se juega los garbanzos. Abrir un negocio requiere deshacerse en trámites y hasta los empresarios taurinos tienen que perder el tiempo echando instancias en la Delegación o Subdelegación del Gobierno para que les aprueben el cartel de la feria. Siempre se dijo que Derecho era la carrera de los hijos listos de los padres pobres y de los hijos tontos de los padres ricos. Por algo sería. De todos los estudios de letras, es el único que conserva un mínimo poso de prestigio.
Luego están los que achacan los problemas a la insuficiencia de normas, cuando normas tenemos por todas partes. Lo hemos visto con los decretos de la pandemia y con la DANA, en la que tantas decisiones erróneas parecieron serlo menos porque se adoptaron conforme al protocolo equis. Nuestro país ha tenido que convertirse en algo extraordinario si miles de muertes innecesarias y evitables se justifican de pronto por la existencia de un papelito previo.