
Conozco discípulos tan grandes como sus maestros. Algunos incluso son mejores que sus predecesores. Y admiro, cada vez más, a los filósofos que se esfuerzan en la superación de los maestros. Mal discípulo sería el filósofo, como decía Nietzsche, que no aspirase a superar al maestro. Este sugerente parecer sobre el magisterio filosófico es el fundamento, el porqué, del gozo que algunos filósofos sienten al estudiar a los grandes maestros del pensamiento filosófico a través de sus discípulos. Es un privilegio sólo al alcance de las personas que son capaces de identificar al genuino discípulo de cualquier descuartizador de filósofos. Esa aptitud, por desgracia, está poco desarrollada a lo largo de la historia de la educación contemporánea. Los excesos y abusos de la pedagogía académica, casi siempre acompañada de un ingente número de manuales dogmáticos de historia de la Filosofía, han ocultado tanto las continuidades como las rupturas entre maestros y discípulos, o peor, no han conseguido explicar la originalidad y singularidad, en fin, la novedad que trae un determinado autor.
Qué decir de esos grandes filósofos que se han quedado descolgados, sin precedentes ni seguidores, ora en un limbo intelectual ora estigmatizados en el infierno de los apestados por motivaciones ideológicas. Cuántos mercachifles de la industria cultural española, biógrafos, sindicalistas de la "historia de las ideas" y gentes de ese pelaje han construido una imagen pétrea, inamovible, de grandes escritores españoles del pasado para vestirse con sus ropajes y justificar su puesta al día con el gobernante de turno. Por decenas podríamos contarlos, cuántas espurias biografías intelectuales se han construido fundamentadas en el ataque a Menéndez Pelayo, Unamuno, Ortega y Eugenio d´Ors. España, la Universidad española, es maestra en este tipo de operaciones ideológicas. La falsificación del pensamiento es moneda corriente en nuestro entorno. Acaso por eso, por esa terrible ideologización de las ideas, la historia de la Filosofía española contemporánea está por hacer, entre otras razones, porque algunos de esos grandes autores están por descubrir, por leer y releer.
Abierta está en canal nuestra historia del pensamiento español por los descuartizadores de filósofos, auténticos terroristas intelectuales. Esa gente está por todas partes. Poblados están los departamentos universitarios con ese tipo de carroña intelectual. Se cuenta por ciento esos profesores que poseen terribles armas de destrucción (manuales, editoriales, universidades, institutos, teatros, centros culturales, periódicos, etcétera) de filósofos, de Maestros. Y, sin embargo, yo alentaría a que los jovenes estudiantes de Humanidades y Filosofía en España entren en este proceloso terreno. Tienen la oportunidad de convertir un erial en un gran vergel. Entren sin complejo, sí, y hagan fértiles lo que otros han anegado de lodos, engaños y mentiras. Investiguen en la historia de la Filosofía española contemporánea. Atrévanse a pensar y descubran quiénes son los verdaderos maestros-filósofos españoles. Quítense los miedos de encima. Sepan que las palabras tienen que ver con las cosas. No son simples juguetes del pensamiento. Vuelvan a Sócrates y combatan a los sofistas. No se dejen persuadir por libros que ocultan a los autores y sus filosofías. Sientan en sus almas los versos de Hölderlin: "Donde está el peligro/ está la salvación".
La lista de autores manipulados, vejados y eliminados de la historia de nuestra Inteligencia es siempre menor que la de los manipuladores, sencillamente, porque el genio escasea y la maldad intelectual es abundante en el país de María Santísima. Y es que Dios, ay, siempre pone a prueba a los que más fe tienen, según dicen los que entienden de verdad el catolicismo. Lejos de mi intención darles el extenso listado que, aquí y ahora, se me viene a la cabeza para que reparen en los maestros genuinos de filosofía española contemporánea y en algunos de sus extraordinarios discípulos, pero no puedo renunciar a citarles en este contexto sobre el magisterio filosófico y las traiciones de los discípulos un caso paradigmático en la historia de la Filosofía española. Se trata de la relación entre Eugenio d´Ors, el filósofo, y el profesor de Filosofía Moral José Luis López-Aranguren. Digo que es paradigmática, o mejor, digna de estudio detallado esta relación, porque el propio discípulo hizo ostentación, a lo largo de su vida, de defender una "ética de la infidelidad" (sic). Sí, López- Aranguren, fiel a esa extraña "moralidad", pues que no deja de resultar paradójica para una persona normal la defensa moral del mal, lleva a cabo en el año 1981 una crítica despiadada, o sea salvaje, de un libro escrito por él mismo, en 1945, sobre La filosofía de Eugenio d´Ors .
Los datos textuales, los cambios más importantes, que Aranguren introdujo entre una y otra edición fueron puestos de relieve con buen ojo y tino filosófico, seguramente dirigido por el gran maestro Gustavo Bueno, por el malogrado Daniel Muñoz Crespo en un trabajo, genuinamente filológico, o sea filosófico, titulado Aranguren con el Alzamiento, Aranguren sin el Alzamiento. Esta investigación es una espuela intelectual para quienes comiencen sus indagaciones sobre el magisterio y la traición en la historia de la Filosofía española. El talante de Aranguren queda perfectamente retratado en los cambios introducidos en la edición de 1981 y ratificado en una tercera edición en 1994 que es idéntica a la anterior. Unos pocos ejemplos bastan para hacerse cargo que había detrás de la nueva edición. Donde se decía la "Filosofía de d´Ors" ahora pone "proyecto de filosofía"; donde se escribía "después, el maestro cesó en sus cargos", en la segunda edición se escribe "después, d´Ors cesó en sus cargos (pág. 270, de la edición de 1945 y pág. 206 de la edición de 1994); mientras que en la primera edición se escribía "d´Ors el primer crítico de arte en España", en la de 1981 se sustituye por "aunque arbitrario, primer crítico de arte en España"; en 1945 se escribía "la metafísica orsiana", pero ahora es rebajada a la "glosa metafísica orsiana"; en fin, los cambios son múltiples y, sobre todo, con intención de rebajar de nivel la filosofía de Eugenio d´Ors, incluso hasta el desprecio.
Y, sin embargo, Aranguren presenta la operación de acoso y derribo al maestro d´Ors con la mala conciencia, la perversa mala fe, del alma bella hegeliana. No es cinismo jesuítico. Es algo más retorcido. Sí, se elude por completo el problema de fondo, a saber, cuáles son las razones por las que Aranguren se aleja del maestro, y se plantea la cosa, como de pasada, de modo cínico e ideológico: "Me ha parecido que una ‘vía media’ entre la simple reimpresión y la imposible reescritura podía ser, tras este prólogo, la inserción entre las páginas del viejo texto —sólo aligerado de calificativos, de algún párrafo que otro, y de lemas— de los cinco reacercamientos principales que había llevado a cabo hasta ahora". Sin duda alguna, es una buena excusa para eludir el problema de fondo que atenaza a Aranguren, en realidad, a toda una generación de intelectuales españoles que participaron activamente en la formación y desarrollo del primer franquismo, incluso algunos en revistas de carácter fascista, y después fueron ejes clave de la llamada Transición democrática. La izquierda intelectual, siempre defensora de los filósofos-reyes, y, por supuesto, el pensamiento "democrático", quiero decir, libre de los ideologemas de quienes se han entregado a la causa del poderoso de turno, arrastran ese problema. Es como una losa que nos impide enfrentarnos con libertad y sin prejuicios a nuestra historia contemporánea de la Filosofía. Mientras no se aclare, sin excusas y sin cinismos protocolarios, la viabilidad de algunos de nuestros grandes maestros-filósofos, seguirán bien en el ostracismo, como es el caso de d´Ors, o, por el contrario, otros serán alabados sin ton ni son como gurús de la "filosofía" de la nadería. De ahí que tenga tanta importancia para nuestra filosofía detenerse en este tipo de enjuagues, engaños y medias verdades sobre nuestros grandes filósofos y sus intérpretes.
El caso Aranguren es todo un prototipo de cómo un profesor de Filosofía en España puede alcanzar todos los honores alabando a d´Ors, durante una época, y después, durante otro largo periodo de tiempo, casi cuarenta años, sigue manteniendo su elevado estatuto intelectual desprestigiándolo, en verdad, secuestrándolo para el gran público y, por supuesto, para los estudiantes de Humanidades y Filosofía. La operación no es sencilla. Es todo un encaje de bolillos para ocultar lo evidente: la traición, o peor, ocultar la grandeza de un pensamiento, de una filosofía, para resaltar la causa de su traición. Ahí va un ejemplo en este libro de los muchos que recuerdo. Aranguren traiciona el catolicismo de d´Ors, la filosofía católica dorsiana, por el protestantismo luterano, pero lo dice de modo tan alambicado que parece estar probando su sobrada infidelidad moral y política, o sea intelectual. Dice Aranguren, en 1981, que añade a la nueva edición del libro sobre la filosofía de d´Ors uno de sus reacercamientos, titulado "Sobre el catolicismo como cultura", que ha sido extraído de su libro Catolicismo y protestantismo como formas de existencia (publicado en 1952, con lo que se ve, y más si se tiene en cuenta que la empresa de este libro fue laboriosa y hubo de llevarme varios años, que mi ´distanciamiento' ocurrió pronto)". ¿Por qué no lo dijo en vida de d´Ors?, ¿ por qué esperó casi treinta años para mostrar su alejamiento definitivo de d´Ors?
Es obvio que para entender este tipo de conductas intelectuales nadie puede dejar de lado el contexto histórico que va desde la Guerra Civil hasta 1981. Pero, sobre todo, no podemos dejar de lado el análisis de esos textos relevantes no tanto por ser exculpatorios de conductas políticas y morales dudosas, me da igual la moralidad o inmoralidad del sujeto Aranguren, cuanto por ser ciénaga, malversación e ideología sobre grandes filósofos de nuestra historia. Tiempo habrá de enumerar los autores que siguen contribuyendo a ensanchar esa ideología contra d´Ors que, en síntesis, niega su alta obra filosófica y literaria por su pasado franquista, católico y, esto si que es terrorismo intelectual, por hacer depender toda su estética de una dudosa ética. Esas son las objeciones clave -no me atrevo a decir autocrítica- que se puso a sí mismo Aranguren en la segunda edición del libro sobre d´Ors. Mientras llega ese tiempo, no olviden que el profesor Aranguren hizo ostentación de seguir al filósofo d´Ors, uno de los grandes lujos de la Filosofía española, en sus primeras épocas; incluso después de la muerte de d´Ors, en 1954, Aranguren se convirtió en una especie de albacea para conservar su memoria y adaptar la filosofía de d´Ors al cambio de los tiempos. Más aún, entre 1954 y 1981, nadie con entidad filosófica podía referirse a d´Ors sin pagar el peaje de pasar por un libro escrito en 1945. Sin embargo, pasado el tiempo, el autor de ese libro rechazó al maestro. No entraré en las motivaciones de ese rechazo. Lejos de mí atribuir esa conducta a intenciones cobardes, cambios de chaqueta política, estulticia, o, sencillamente, porque llevó hasta sus últimas consecuencias la práctica de la "ética de la infidelidad", siguiendo la dudosa, no exenta de frivolidad, terminología que utilizaron Jesús Aguirre y José María Castellet para referirse a la vida y la obra de López Aranguren.
Hoy por hoy, todo eso son asuntos menores, porque lo importante es la obra de d´Ors y, por desgracia, tengo que decir que el mejor libro —y seguramente también el peor— que se ha escrito sobre la filosofía de d´Ors es el de Aranguren. Ahí está el drama. El libro es tan bueno que hubo incluso, en el pasado una leyenda urbana madrileña, que atribuía la autoría al propio Eugenio d´ Ors. No lo creo. Sólo eran habladurías y maledicencias surgidas del entorno del maestro. Pero una cosa es cierta, según declara el propio Aranguren en el prólogo, el libro fue "supervisado" por el propio Eugenio d´Ors ("La tercera parte de libro, o estado de la lucha por la imposición de la Cultura, representa una mayor ´aproximación' al filósofo comentado, pues lo expuesto en ella no procede ya, cardinalmente, de libro ni aún de lecciones orales, sino de la conversación con él y con sus amigos, de informes adquiridos en el ámbito doméstico orsiano"). Estamos ya, en 1945, ante un gran estudio sobre la Filosofía de Eugenio d´Ors. Diría que esta obra, sin duda alguna, sigue siendo la más importante que se ha escrito sobre la Filosofía de d´Ors. Es, por otro lado, el mejor libro, en cuanto a calidad literaria y hondura de pensamiento, escrito por el profesor abulense… En fin, ¿fue Aranguren un genuino discípulo o, por el contrario, se convirtió simplemente en un descuartizador de la obra de d´Ors por motivos ajenos al propio filosofar? Ahí está el toque.