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Otro itinerario filosófico: Manuel Altolaguirre

Nunca fue olvidado Altolaguirre en la España de Franco. Estuvo presente de mil maneras diferentes. Ya habrá ocasión de referirlas.

Nunca fue olvidado Altolaguirre en la España de Franco. Estuvo presente de mil maneras diferentes. Ya habrá ocasión de referirlas.
Manuel Altolaguirre. | Archivo

Tres problemas llevaron a la guerra civil: la cuestión social, la religiosa y la mal llamada cuestión territorial. Las dos primeras están resueltas. La tercera sigue abierta. Varias maneras existen de abordar el asunto. En primer lugar, debemos cuestionar a quienes rebajan a casi a nada la hondura del asunto. Sí, el problema clave es, fue y ha sido plantear el asunto con frivolidad. En eso los intelectuales españoles durante al Franquismo, la Transición y la actual etapa democrática se llevan la palma junto a ciento de periodistas y profesorcitos de universidad empeñados en llamar cuestión territorial a lo que no es sino el mayor problema que puede tener un Estado, a saber, la desaparición del "sujeto político" que le da su razón de ser: la Nación.

El Estado, sí, es Nacional o es un Estado totalitario. A esto último se parece cada vez más España. O el Estado sabe lo que debe hacer dentro de una Nación o uno y otra están condenados a desaparecer. La desaparición del Estado-Nación, malamente sustituido por el Estado-Partido, ya sabemos a lo que dio lugar: millones y millones de muertos. La Unión Soviética y su sucedáneo actual, la Rusia de Putin, son ejemplos dramáticos de la imposibilidad de reconstruir un mínimo Estado liberal sin contar con la Nación. Los mercachifles de la historia reciente de España y la casta política llama impropiamente cuestión territorial a lo que no es sino la esencia de una sociedad política, jurídica y moralmente desarrollada, la unidad nacional. Ese debería ser el principal asunto de preocupación de la Inteligencia española. Un Estado sin nación, sin individuos nacionales, es la mayor amenaza para quienes defendemos los límites de todo Estado frente a la radical libertad de los individuos. En fin, un Estado sin nación es una de las mayores amenazas para las sociedades libres, abiertas y plurales.

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