
La historia, como la economía, progresan de una forma cíclica. O, mejor dicho, en un proceso de avance y freno de distinta intensidad. Los dos pasos son necesarios para que el mundo continúe en su senda. La llegada de Trump no ha ocurrido por azar ni es consecuencia de una irrupción política impredecible. Refleja gran parte de los cambios que se están produciendo en muchas sociedades como consecuencia de un largo periodo de progreso en políticas de todo tipo.
A menudo, los cambios propiciados por revoluciones tecnológicas, o políticas, o sociales, avanzan mucho más deprisa que la capacidad de la población para absorberlos y esto produce estos momentos de revisión. El caso más paradigmático es el del Imperio Romano, que creó una sociedad mil años adelantada a los tiempos de la historia, de ahí que la Edad Media supusiera un enorme retroceso que ralentizó los cambios que no se asentaron hasta la Edad Moderna.