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Rudolf Höss: de monaguillo a exterminador. ¿Banalidad del mal?

Uno de los documentos más extraordinarios para intentar comprender la maldad, nada banal, del nazismo es el testimonio aportado por el comandante de Auschwitz.

Uno de los documentos más extraordinarios para intentar comprender la maldad, nada banal, del nazismo es el testimonio aportado por el comandante de Auschwitz.
Richard Baer, Josef Mengele y Rudolf Höss en Auschwitz | Wikipedia

Uno de los documentos más extraordinarios para intentar comprender la maldad, nada banal, del nazismo es el testimonio aportado por el comandante del campo de exterminio localizado en el complejo ("Konzentrationslager", que se traduce por "campo de concentración", pero puede significar asimismo cubil, echadero, almacén o guarida) de Auschwitz[i], ciudad situada a unos 50 kilómetros de Cracovia[ii].

Se llamaba Rudolf Franz Ferdinand Höss, un ciudadano alemán nacido en 1901 en Baden-Baden, al borde mismo de la Selva Negra. Creció rodeado de animales, a los que amaba. Su padre, católico devoto, hubiese querido que fuera sacerdote, incluso misionero y, a pesar de ser hostil al gobierno alemán, "siempre predicaba entre sus amigos que las leyes y los decretos del Estado debían obedecerse incondicionalmente".

Me gustaba hacer de monaguillo y rezaba mis oraciones con veneración. Mis padres me habían educado en el respeto hacia los adultos, en especial hacia las personas ancianas, independientemente de su condición social. Pensaba que mi primer deber era socorrer a los demás en caso de necesidad y someterme a las órdenes y deseos de mis padres, mis maestros, el señor cura, los adultos en general e incluso los sirvientes. Dijeran lo que dijeran, ellos siempre tenían la razón.[iii]

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