
Dos mitos o, mejor dicho, dos bulos distorsionan nuestra visión del siglo XX, convirtiendo la memoria histórica en un bulomito tan falaz como peligroso. El más universal, que la revolución rusa por antonomasia fue la de octubre de 1917 realizada por los bolcheviques. El segundo, más particular pero no menos influyente, que en octubre de 1934 se produjo en España una revolución. En ambos casos, se falta a la verdad en el mismo sentido porque de lo que se trató fundamentalmente es de dar un golpe de Estado contra dos repúblicas que nacieron queriendo ser liberales, pero que rápidamente perdieron pie por culpa del radicalismo violento de la extrema izquierda.
La revolución bolchevique de 1917 no fue un movimiento democrático que surgió de un consenso popular, sino una toma del poder por la fuerza, liderada por Lenin y sus seguidores, quienes derrocaron al Gobierno Provisional ruso, el cual intentaba establecer una democracia liberal. Este acto puso en marcha una serie de políticas autoritarias que culminaron en el régimen estalinista, caracterizado por su represión y centralización del poder, alejándose radicalmente de cualquier ideal democrático.