Menú

"Rearmar Europa": de buenas intenciones están los cementerios llenos

Si Europa se plantease en serio la disuasión, debería empezar por lo más rotundo y barato: la bomba atómica.

Si Europa se plantease en serio la disuasión, debería empezar por lo más rotundo y barato: la bomba atómica.
Ursula von der Leyen. | LD/Agencias

La Unión Europea sabe hacer muy bien dos cosas: prohibir, gracias a su extenso marco regulatorio; y gastar dinero. Esta misma semana la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado que tiene un plan para mejorar la defensa de los europeos consistente en gastar 800 mil millones de euros en los próximos diez años. Este gasto lo justifica por la delicada situación de Europa respecto su propia seguridad y la necesidad de hacer frente a la amenaza de Rusia y, además, seguir apoyando a Ucrania.

El anuncio ha sido aplaudido por todos, presas como están nuestros dirigentes de un ataque colectivo de histeria tras la decisión de Donald Trump de forzar un acuerdo de paz por encima de los europeos y en contra de lo que han venido defendiendo hasta ahora.

Pero la exministra de defensa germana se equivoca. Es verdad que los europeos han sido parcos en su defensa siempre, apoyados en las garantías de seguridad que les daban los Estados Unidos desde el final de la II Guerra Mundial. Y también es cierto que los europeos, encantados por las sirenas de los famosos dividendos de la paz tras la desaparición de la URSS, han desinvertido en su defensa de una manera acelerada y sin excepción. Así, el Reino Unido contaba con 1.200 carros de combate en 1991, 400 en 2004 y apenas 200 en 2022. Francia tenía 1.300 en 1991, 406 en 2004 y 221 en 2022. Alemania, que tenía más de 5.000 carros en 1991 apenas sostiene hoy 225. Y lo que sucedió con los carros ha sucedido con aviones de combate y buques de guerra.

Todo eso es una realidad de la que los europeos hemos disfrutado sin remordimiento alguno porque imaginábamos que la guerra era un fenómeno obsoleto en nuestro continente, porque eso es lo que queríamos creer a pesar de todas las evidencias en contra.

Pero los europeos se confunden de nuevo si piensan que arrojando miles de millones en su defensa van a mejorar ésta. Si la clave de la seguridad fuese el dinero, Estados Unidos no hubieran perdido Afganistán, Irak, o Vietnam. Ni Francia Argelia o España el Sáhara, por recordar algunos casos donde la disparidad en recursos económicos entre los adversarios no se tradujo en una victoria del más rico. El dinero tampoco explica el empantanamiento ruso en Ucrania ni la histeria colectiva actual europea frente a una Rusia que apenas llega al 10% del PIB agregado de Europa.

Mucho depende de en qué y cómo se gaste ese dinero. Por ejemplo, Pedro Sánchez acaba de anunciar que subirá el sueldo a nuestros militares como ejemplo de su buena voluntad para incrementar el presupuesto de defensa como le demandan nuestros socios de la UE y aliados de la OTAN. Pero debería explicar cómo una mejor remuneración —merecida, que conste— conlleva más capacidades de defensa y una mayor seguridad de todos. La defensa es una parte personal y otra, material. Los sistemas de armas no sólo tienen que ser comprados, sino que deben ser mantenidos para que sean operativos, lo que aumenta la factura a medida que pasan los años y exigen un mayor servicio. Y no podemos olvidarnos, además, de la investigación en nuevos sistemas que puedan modernizar las fuerzas armadas en el futuro.

Por su parte, el personal tiene que estar debidamente formado, bien equipado, encuadrado y contar con el adiestramiento adecuado para resistir y prevalecer en las terribles condiciones del combate. No lo olvidemos, "la guerra es el infierno", que dijo el General Sherman mientras avanzaba sobre Georgia incendiándolo todo a su paso.

Es más, para que un ejército salga victorioso de un combate, además de buenos soldados y un equipamiento material a la altura de las circunstancias en número y calidad, es necesario que sus generales sepan emplear las fuerzas de manera eficaz, a nivel operacional, y que sus acciones se alineen con la estrategia de guerra. Si no fuese así, resultaría inexplicable cómo los combatientes ucranianos han sido capaces de resistir y parar la invasión rusa de su país.

Por último, está la conciencia y la voluntad de luchar. Sin duda entre quienes están en el frente, pero también necesariamente la población civil a nivel nacional. De nada valen victorias militares si la población y sus lideres no están por la labor de prolongar una guerra. No creo tener que explayarme en el caso norteamericano y Vietnam, bien conocido a través de innumerables películas, desde Apocalyse Now a Forrest Gump pasando por Full Metal Jacket, por citar sólo tres títulos.

Es resumen, la defensa es algo que va más allá, necesariamente, de las fuerzas armadas y, sobre todo, se compone tanto de elementos materiales como inmateriales. Es más, estos componentes no son sumandos, sino multiplicandos. Es decir, que si uno de ellos tiende a cero, todo se viene abajo. Para que se entienda mejor: hombres sin armas, no hay defensa posible; hombres con armas, pero sin voluntad de combate, tampoco hay defensa sostenible. Soldados valientes y aguerridos, pero mal dirigidos, un fracaso asegurado; unos buenos ejércitos movilizados en áreas de una mala estrategia nacional, derrota segura.

Y así llegamos al anuncio de esta semana por parte de la máxima autoridad institucional de la UE. Lo que von der Leyen quiere es que los europeos gastemos más en la industria de defensa, para lograr el doble objetivo de dotar mejor a nuestros ejércitos y ayudar a Ucrania a luchar contra Rusia. 800 mil millones en 10 años suponen 80 mil millones al año. Una cifra inferior a lo que los Estados Unidos han estado ofreciendo a Zelenski quien, dicho sea de paso, siempre ha demandado más. Y eso suponiendo que todo este nuevo paquete fuese a parar a manos ucranianas, algo que no resolvería los agudos problemas de abastecimiento y serias carencias de capacidades de los aliados europeos.

El segundo objetivo declarado, aumentar la disuasión mejorando las capacidades de combate reales, es loable, pero requiere de una profunda y extensa explicación que nuestros dirigentes no parecen saber dar. Quizá porque no sepan. Para empezar, siempre se ha pensado la defensa en Europa como una combinación de dos elementos, las fuerzas convencionales y la disuasión nuclear. Por una sencilla razón. Como hemos visto en la práctica en Ucrania, la disuasión convencional es poco clara y tiende a fallar, mientras que la nuclear, a pesar de su ambigüedad estructural, exige tomarse con mucha más precaución cualquier acción o decisión que pueda conllevar una escalada del conflicto. También los hemos visto en Ucrania, donde la autodisuasión de la OTAN ha primado sobre la lógica de permitir a los ucranianos golpear en suelo ruso con nuestras armas.

¿Cómo piensa von der Leyen reforzar la disuasión convencional hasta hacerla lo suficientemente creíble frente a los ojos de un potencial agresor, en este caso la Rusia de Putin? En un juego de guerra de no hace mucho tiempo, las fuerzas rusas avanzaban hacia Kaliningrado por suelo lituano sin que las fuerzas alemanas desplegadas en ese país se atrevieran a hacerles frente y sin que las instituciones, OTAN y UE, reaccionasen a tiempo de impedir esa marcha. No voy a citar aquí las consecuencias estratégicas y políticas de tamaño fiasco, pero eran dramáticas.

No es de extrañar que en algunas capitales se estén repensando lo de permanecer como potencia no nuclear, habida cuenta de la debilidad de la disuasión convencional. Como los ucranianos nos recuerdan que en 1994 devolvieron las miles de ojivas nucleares a Rusia a cambio de las garantías occidentales de seguridad y que de haber sabido lo endeble de éstas, hubieran hecho mejor quedándose las armas atómicas en su país.

Si Europa se plantease en serio la disuasión, debería empezar por lo más rotundo y barato: la bomba atómica. Que para eso contamos con dos países con arsenales nucleares.

Pero, en realidad, lo que von der Leyen se plantea no es sino mejorar las capacidades industriales de la defensa, no la defensa. De ahí que el conglomerado que vive de y alrededor de las armas no haya sino aplaudido hasta con las orejas. Pero de nuevo, los europeos hoy compran más del 65% de su material a Estados Unidos, desde cazas como el F-35 a sistemas de combate a bordo de submarinos, como el que lleva el español S-80. ¿Quiere la UE europeizar las adquisiciones? ¿Bastarían 80 mil millones al año? ¿En cuánto tiempo?

Siendo entendible el objetivo, no cuadra con el timing. De Starmer a Macron, con la excepción de Orbán y, en menor medida, Meloni, agitan con angustia la urgencia de llenar el vacío estratégico que pudieran dejar unos Estados Unidos desinteresados de sus aliados europeos. Es decir, habida cuenta del ritmo frenético impuesto por la nueva administración Trump, se trata de un reto para mañana, no para dentro de 10 años. Ucrania tampoco parece capaz de resistir tanto tiempo sin el apoyo de la Casa Blanca.

Por lo tanto, von der Leyen lo que hace es lo que la UE siempre ha hecho, sacrificar el bienestar y la seguridad de hoy en aras de una mejor situación, más idílica cuanto más lejana en el tiempo. Sabiendo que los potenciales receptores de esos 800 mil millones no la van a criticar ni que los países que sean beneficiarios de los 150 mil millones en préstamos a fondo perdido van a recibir su plan con los brazos abiertos.

Pero para que la defensa funcione, esto es, que lo sea de verdad y garantice la seguridad de los ciudadanos en Europa, no basta con el entusiasmo del establishment de la seguridad, eso que Eisenhower llamó "el complejo militar-industrial" en su despedida. Quien tiene que tomárselo bien en serio es nuestro principal adversario y por lo que se pone en marcha todo esto: Rusia. Si no es así, cuanto gastemos servirá para bien poco. Eso sí nos mataremos con mejores armas.

Al primer secretario de la OTAN, Lord Ismay, se le atribuye la frase de que el objetivo de la Alianza era "mantener a los americanos dentro, a los rusos fuera y a los alemanes debajo". Garantizar la defensa de Europa pasa hoy por mantener a Estados Unidos interesados en el futuro de Europa. Y la pregunta que deberíamos hacernos es si con esta histeria anti-Trump que todo lo invade, no estaremos haciendo realidad una profecía que no tendría por qué cumplirse necesariamente.

Zelenski parece que ha acabado por comprenderlo en estos últimos días, admitiendo que en la reunión del viernes cometió graves errores y que sus declaraciones en Londres ahondaron en esa equivocación. Sólo ha hecho falta que América suspendiera toda la entrega de material de guerra desde esta mañana.

Ahora sólo falta saber si Trump aceptará sus tardías disculpas o si pensará que, como buen actor, está intentado engañarle. Y eso es algo que los europeos también debemos tener en cuenta: gastar más en defensa puede satisfacer las necesidades contables del presidente norteamericano, pero si no llega a materializarse esa mejora de la defensa de los europeos y seguimos dependiendo de su ayuda, se sentirá engañado y estaríamos cavando nuestra propia tumba. Expuestos a una Rusia supuestamente con aspiraciones imperiales; a una China con ambiciones de hegemonía global; y una América que nos vería como un asilo.

Por muy bien intencionados que sean los europeístas de toda la vida, los neo-gaullistas, y todos quienes se sienten abandonados por América, convendría recordar el sabio dicho popular que da título a esta artículo. De buenas intenciones están los cementerios llenos. Qué menos que pedirles a nuestros amados lideres que antes de hablar y hacer, respiren hondo y cuenten hasta 10. Y sólo entonces, si creen que sigue siendo genial su gran idea, que nos la propongan. Pero que también nos escuchen, que si vamos a tener que mandar a nuestros hijos al campo de batalla, algo tendremos que decir también.

Temas

0
comentarios