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La deriva autoritaria de las democracias europeas

Poner las lógicas negociadoras de las castas políticas por encima del poder de los ciudadanos está llevando a la élite dirigente a ejercer el poder de forma autoritaria.

Poner las lógicas negociadoras de las castas políticas por encima del poder de los ciudadanos está llevando a la élite dirigente a ejercer el poder de forma autoritaria.
Ursula Von der Leyen en el Parlamento Europeo. | LD/Agencias

El director de FAES, Javier Zarzalejos, y diputado europeo por el Partido Popular, dijo el miércoles en el Parlamento de la UE que VOX era el caballo de Troya de la administración de EE.UU. en Europa. Dura es la valoración de Zarzalejos del partido de Abascal, pero aún es más despectiva la del Partido Republicano de EE.UU., quizá en las últimas décadas la organización política con mayor legitimidad del mundo a tenor de los últimos resultados electorales. ¡Ha ganado en todo! Durísima, sí, es la crítica del señor Zarzalejos a Donald Trump, el político con unos índices de aceptación en su país del casi 70% de la población, según indican todos los institutos de opinión pública política de la nación americana. Y más dura es la derivada, una conclusión sencilla, que extraerá un ciudadano de a pie de las apreciaciones de un político tan reputado, reconocido y valorado como el señor Zarzalejos, a saber, el presidente de los EE.UU. sólo tendría un objetivo fundamental con las instituciones de la UE: destruirlas.

Terribles son las declaraciones del director de FAES, aunque siempre coherentes con los análisis despectivos que la Fundación que él dirige ha hecho de la victoria y de los primeros cincuenta días de Trump en el poder. Zarzalejos estaría tratando a la primera democracia del mundo como enemiga de Europa, o peor, como una potencia militar invasora de Europa. He ahí sólo una mínima muestra de lo desnortada que está la UE respecto a qué es y qué no es una democracia. En verdad, sobran ejemplos recientes para mostrar el deterioro de las instituciones democráticas europeas. Sobran ejemplos de pérdida de autonomía democrática en aras de los dictados de los partidos mayoritarios, o peor, de las "lógicas negociadoras" entre los partidos "clásicos" y, a veces, mayoritarios de la Unión. Sobran datos para decir que la Comisión Europea y otras instituciones de este magno Colegio político actúan de modo autoritario, porque no sólo toman las decisiones al margen de los verdaderos actores sociales, jurídicos y legislativos de los países de la Unión, a saber, los ciudadanos, sino también contra ellos.

Sobran, sí, ejemplos para mantener que la partidocracia europea conduce directamente a una "sociedad política" —poblada por castas de políticos profesionales— que en la medida en que sólo persigue incrementar su propio poder pervierte el centro clave de la democracia: la necesidad de que los representados controlen permanentemente a los representantes. El poder omnímodo de los partidos políticos, sus implacables y terribles lógicas negociadoras, llevan a conformar mayorías contradictorias, cuasi disparatadas, para ser comprendidas por los electores. La UE no sólo no daría seguridad a sus naciones sino que, además, estaría imposibilitando el control público de los ciudadanos de cada Estado a sus élites dirigentes. Estamos, sí, al borde del abismo de la democracia. Entre lo que se vota y lo que se negocia, dicho en corto y por derecho, hay una distancia abismal. La partidocracia política todo lo resuelve en su favor. La unión del PP y el PSOE en la UE es ejemplo relevante de ese disparate que, al final, termina con la idea genuina de representación democrática hasta reducirla a la suma aritmética de votos procedentes de orientaciones ideológicas diferentes.

En resolución, privilegiar la aritmética sobre la representación, poner las lógicas negociadoras de las castas políticas por encima del poder de los ciudadanos, está llevando a la élite dirigente a ejercer el poder de forma autoritaria. Desconocen cualquier otra lógica que no sea la que impone la aritmética. Desconocen, por supuesto, la capacidad de autolimitación mínima que debe exigirse a todo político para que funcione el régimen democrático. De eso nada quieren saber las castas políticas. Ellos solo suman votos sin otro objetivo que aumentar su poder. La ley del número, sin someterse a ninguna otra lógica discursiva, es determinante para decir qué cosa sea democracia y qué autoritarismo. Y es que la dictadura, como el ser de Aristóteles, se dice de muchas maneras, y una muy especial, en la UE, es la de sumar peras y manzanas. Los desgraciados dirigentes de la UE, lejos de autolimitarse en su poder, hacen lo que les da la gana, empezando por sumar factores que repugnan esa operación aritmética. De ahí deriva la imposición de instrucciones, normas y reglamentos irracionales en todos los ámbitos de la sociedad sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, o mejor dicho, siguiendo las imposiciones desquiciadas de actores políticos globalistas, absolutamente ajenos al proceso político y electoral de los países de la Unión, como son los de la Agenda 2030.

Nunca insistiremos lo suficiente al decir que el reflejo principal de todas esas miserias es la perversa gran coalición de populares y socialdemócratas que controla la UE. Esta alianza ya no amenaza con reprimir a las poblaciones que no admiten y critican sus nefastas políticas, sus maneras autoritarias de resolver las contradicciones, los conflictos, en que se hallan casi todos los países, sino que interviene en procesos políticos nacionales prohibiendo la presentación de candidatos. ¡Lo de Rumanias es el colmo que rebasa la lógica autoritaria de Bruselas!¡Cómo no darle la razón a J.D. Vance, el vicepresidente de los Estados Unidos, cuando dijo el mayor peligro de Europa es la propia Europa! Confirma el diagnóstico de quienes consideramos que la UE está en una crisis profunda, porque lejos de dar pautas, principios, en fin, vigencias colectivas para fortalecer y dar cohesión interna a las naciones, destruye las existentes, entre las que siempre dominó, en los Estados-nacionales democráticos con base en el Estado de derecho, dar la palabra a todos, incluso a los enemigos de la democracia. Eso es lo que hace fuerte a la democracia y no la represión de supuestos e imaginarios adversarios.

La Unión Europea es incapaz de dar coherencia, cohesión y fortaleza a los Estados-nacionales que forman parte de esta asociación. De esta incapacidad derivan, sin duda alguna, los rasgos autoritarios de los regímenes políticos europeos. El autoritarismo no nace por casualidad o por las intrigas de unas camarillas burocráticas, sino que tiene su alojamiento en el fracaso de unas instituciones que han terminado por arruinar sus objetivos fundacionales. Quizá haya sido el sometimiento del Parlamento Europeo, eso que pudiéramos considerar el "poder legislativo" de la Unión, a la lógica de la partidocracia el principal componente que ha derivado en una manera de ejercer el poder de forma autoritaria, o peor, ha protegido los regímenes políticos de las naciones más proclives al autoritarismo como es el caso español. De esa debilidad de la UE para robustecer el poder democrático de las naciones, de ese déficit de "vigencias sociales", se derivan fenómenos políticos que pudieran conducirnos a un estado de cuasi "guerra civil" permanente en todos los Estados de la Unión.

Cuatro ejemplos son suficientes para saber que está despreciándose la voluntad democrática de los pueblos de Europa por mor de unas lógicas partidistas absolutamente irracionales. En Alemania la CDU-CSU, el partido ganador de las recientes elecciones, estigmatiza a la segunda fuerza política, AfD, para conformar una coalición con el SPD, el partido perdedor. Más aún, la jefa de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, lejos de guardar un discreto silencio, estimula a la conformación de esa coalición y desprecia a la segunda fuerza ganadora de las elecciones. En Austria, el Partido de la Libertad ganó las elecciones en octubre, pero ha sido excluido del gobierno por un pacto entre los populares, los socialistas y los liberales. En Francia, en las dos últimas décadas, un conjunto de partidos excluyen sistemáticamente del poder a la fuerza políticas más votada, el Frente Nacional liderado por la señora Le Pen, y amenazan con ilegalizar esa formación. En España gobierna un fulano socialista, Pedro Sánchez, que jamás ha ganado unas elecciones, al precio de destrozar lo poco que queda de unidad nacional por la suma de partidos políticos cuyo objetivo final es la destrucción de la nación.

¿Qué dice de todo eso la Unión Europea? Nada…; o peor, alienta mayorías al margen de cualquier lógica democrática y, por supuesto, margina, excluye e incluso prohibe a quien no comparte su sesgada y partidaria visión de Europa. Quizá sea la persecución del adversario político, hasta convertirlo en un disidente, el rasgo autoritario más evidente en este largo proceso de degradación de la UE. El último ejemplo de esa deriva autoritaria de Europa es el ya citado de Rumania. Calin Georgescu, el candidato favorito para la repetición de las elecciones presidenciales en el mes de mayo, ha sido descalificado por la Oficina Electoral Central con el argumento de que su candidatura "no cumple con las condiciones de legalidad". No hubo pruebas de fraude electoral, ni evidencias de manipulación en las urnas, pero el simple hecho de que Rusia hubiera tenido actividad en redes sociales fue suficiente para justificar la cancelación del proceso democrático. Georgescu ha sido excluido de la carrera presidencial bajo el pretexto de que "violó la obligación de defender la democracia". Sus seguidores han salido a las calles de Bucarest en protesta, desencadenando enfrentamientos con la policía. Y la cosa va a más, mientras que el Parlamento europeo, lejos de discutir el asunto con prudencia democrática, atiza el fuego de los globalistas y estigmatiza al candidato soberanista.

En fin, hay pruebas por todas partes que demuestran que los partidarios de una Unión Europea más democrática, basada en las soberanías nacionales, están siendo perseguidos con saña y, sobre todo, con el poder de una lógicas negociadoras entre partidos que niegan el poder de sus representados. Por fortuna, todavía quedan reservas democráticas en el Parlamento Europeo, y a la protesta del Grupo de Patriotas ahora se ha sumado la del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), los copresidente de este grupo Nicola Procaccini (Fratelli, Italia) y Patryk Jaki (Ley y Justicia, Polonia), han condenado la decisión de la comisión electoral rumana de vetar la candidatura de Călin Georgescu, primero en los sondeos con casi la mitad de los votos, para las elecciones presidenciales previstas para el mes de mayo. En un comunicado, el ECR recuerda que Georgescu, que ganó la primera vuelta de las elecciones presidenciales —después anuladas— presentó 324.000 declaraciones de apoyo. "El rechazo a su candidatura sin una decisión judicial y basándose en una supuesta documentación incompleta parece endeble e injustificable", señalaron los copresidentes, antes de alertar de que este caso plantea "serias preocupaciones sobre el Estado de derecho" en el país y la integridad democrática del actual Gobierno rumano, dirigido por el socialista Marcel Ciolacu.

En fin, démosle a J. D. Vance de nuevo la palabra para que respalde a todos lo que en Europa defiende los derechos de los candidatos, incluidos los de aquellos que desafían al establishment político, deben ser siempre respetados: "En Washington hay un nuevo sheriff en la ciudad. Y bajo el liderazgo de Donald Trump, podemos estar en desacuerdo con sus puntos de vista, pero lucharemos para defender su derecho a presentar propuestas en la plaza pública, se esté de acuerdo o en desacuerdo. Ahora bien, por supuesto, hemos llegado a un punto en el que la situación se ha vuelto tan mala que, en diciembre, Rumania directamente canceló los resultados de una elección presidencial basándose en las débiles sospechas de una agencia de inteligencia y la enorme presión de sus vecinos continentales. Ahora bien, según tengo entendido, el argumento era que la desinformación rusa había infectado las elecciones rumanas. Pero me gustaría pedir a mis amigos europeos que tengan algo de perspectiva. Pueden creer que está mal que Rusia compre anuncios en las redes sociales para influir en sus elecciones. Nosotros, así lo creemos, sin duda. Pueden condenarlo incluso en el escenario mundial. Pero si su democracia puede destruirse con unos pocos cientos de miles de dólares de publicidad digital de un país extranjero, entonces no era muy fuerte en origen".

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