
Desconfiemos de todo lo exterior. Volvamos sobre sobre nosotros mismos. He ahí la esencia del estoicismo, incluido el estoicismo "renovado" que viene de EE.UU. con su palabra clave: Mindfulness. Las librerías españolas están atestadas de libros estoicos norteamericanos. Nos invaden. Mindfulness es su palabra de moda. Son traducciones de libros escritos en inglés para EE.UU. No dejo de sorprenderme por el inmenso catálogo de libros sobre estoicismo que se publican en España. Nadie que visite librerías se le pasará por alto que, en el último lustro, es raro el mes que no se publica un libro sobre alguna materia relacionada con el estoicismo. Me resulta casi inabarcable dar un listado de profesores, filósofos, psicólogos, en fin, escritores que escriben sobre los poderes, cuasi mágicos, de la "filosofía" estoica para una vida plena y llena de "felicidad", para combatir los aspectos duros de la vida, para encontrar nuestro camino, para combatir los duelos y gestionar la incertidumbre, para forjar el carácter y hallar la virtud, en fin, lo normal es hallar en las mesas de novedades "guías" y "manuales" prácticos para ser un buen estoico.
El movimiento principal del estoico consiste en separarse de las cosas para aislarse dentro de sí mismo. Lo particular y lo finito queda excluido del yo estoico. Ese yo no puede incluir dentro de sí nada que no sea ese yo. Es, sí, una fuerza que rechaza la existencia, una actitud radicalmente negativa excluyente, de repulsa de las cosas, de sacarlas de sí para que no tengan poder sobre el yo. El sabio, el genuinamente sabio, es aquel que sabe concentrarse dentro de sí mismo sin que nada le perturbe. El estoicismo siempre incidirá sobre nuestras vidas, entre otros motivos, porque vivimos en un mundo complejo, un mundo sacudido por las pasiones, los problemas económicos, los políticos, etcétera. Y es que como decía Hegel, "las épocas de felicidad en la historia son páginas en blanco"; cuando esas etapas son muy duras, amenazadoras y más mortíferas, tendemos a refugiarnos en nosotros mismos. Nos concentramos por completo en nuestra propia mente. Mindfulness dicen los norteamericanos. Es la voz, la palabra, que ocupa los lugares principales de las librerías de España y, seguramente, de toda Europa. Se trata de concentrarse, de prestar atención, desapasionadamente en los pensamientos, las emociones, las sensaciones corporales y el ambiente que nos rodea. Ocupemonos de tener llena nuestra mente sin preocuparse por los problemas, sus causas y sus consecuencias. Todo nos debe ser ajenos, excepto nuestra salvación. Ahí, sí, en el terreno de nuestra propia conciencia, es donde debemos anclar nuestra vida. Nuestra meditación es nuestra salvación. Es evidente el paralelismo entre las sabidurías orientales y el estoicismo…
Pero qué es exactamente el estoicismo. No lo tengo claro, entre otras razones, porque es un movimiento filosófico extraordinariamente culto y refinado, "cambiante" a lo largo de la historia, pero quizá baste para empezar citar aquella famosa sentencia que nos invita a cambiar lo que podamos y aceptar lo que no podamos cambiar. Sí, "cambia lo que puedas; y acepta lo que no puedas cambiar". Pero, antes de entrar en harina, acerquémonos a lo más superficial de la cosa. No sé si llamarle "sociología estoica", pero tiene que ver con la citada invasión, o mejor, las mil traducciones de libros norteamericanos sobre estoicismo. Parece que el negocio funciona, o sea, la gente compra este tipo de literatura filosófica. Abundan por todas partes los libros sobre El arte de vivir como un estoico, así se titula uno escrito por David Fideler, que nos aconseja desayunar con Séneca para alcanzar una vida buena, u otros de corte parecido, como el escrito por William B. Irvine: El arte de la buena vida, un camino hacia la alegría estoica. Pocas editoriales prescinden en sus catálogos de publicar libros sobre estoicismo. Los grandes grupos editoriales de España no se cansan de traducir autores anglosajones, generalmente profesionales de la enseñanza de la filosofía en EE.UU., que escriben profusa y prolijamente sobre Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Este trío de clásicos parecen autores imprescindibles para no morir de aburrimiento o para pegarse un tiro sin molestar a nadie. El último libro que me llega sobre el asunto es de Pigliucci, una guía practica del estoicismo, especialmente centrado en Epicteto, en la editorial Ariel, parece completar otros libros de este autor sobre el mismo tema que también ha publicado en España y, naturalmente, traducidos de la versión inglesa. Está en todas las librerías y los autores que tratan del asunto se cuenta por casi centenares, entre los que destacan, Salzgeber con su El pequeño libro del estoicismo, Reverte-Management con su Diario estoico, El camino del Estoico" de Ruta, y el de Ryan Holiday y Stephen Hanselman: Diarios para estoico,, etcétera, etcétera… Nadie, pues, podrá mantener con rigor que el estoicismo no esté de moda en España. Más aún, según me indica mi editor, no hay joven español entre 18 y 25 años que no comparta citas de Marco Aurelio. El fenómeno es para estudiarlo. No parece cosa baladí.
Mil explicaciones puede haber del asunto. Pero hay una que no podemos descartar. El poder que ha tenido el cine de masas en la divulgación de ciertos pensadores clásicos del estoicismo. La película Gladiator, por ejemplo, se nombra al gran filósofo-esclavo de todos los tiempos, Epicteto. Y qué decir de la cita de Marco Aurelio, el filósofo-emperador, en El silencio de los corderos. Como me sugiere un capítulo del gran libro de Alfredo Arias, Las bellas y sus bestias (Almuzara), pareciera que desde que Hannibal Lecter, allá por los comienzos de los años noventa del siglo pasado, le aconsejase a Clarice (la agente del FBI que lo controla y persigue) la lectura de Marco Aurelio, y sus compañeros de "doctrina", los no menos famosos Séneca y Epitecto, no han dejado de estar presente en nuestro horizonte cultural. Recuerden las palabras de Thomas Harris, el autor de la novela, que pone en boca del canibal Hannibal, representado por Antohni Hopkins en la película, para que siga Clarice, representada por la gran actriz Judie Foster: "Si entendiese a Marco Aurelio, quizá podría resolver el caso (…). Cuando veo en usted esos detalles de inteligencia contextual, olvido que su generación es analfabeta. El emperador aconseja simplicidad. Primeros principios".
El descubrimiento y exposición, a veces narración, de esos primeros principios, por decirlo con las palabras de Harris, son los objetivos básicos de esta (s) meditación (es) sobre el estoicismo aquí y ahora. Que no puede comenzar sin recordar que el estoicismo ha sido siempre una fuente clave de la filosofía y la literatura, o mejor dicho, de la literatura filosófica española de todos los tiempos. Quizá por eso me resulta raro que se publiquen tantos libros de origen anglosajón sobre el estoicismo por un lado, y se trate tan mal o, sencillamente, se silencien a los autores españoles, hispanoamericanos y europeos más o menos recientes preocupados por el estoicismo. Nadie olvide que España e Hispanoamérica tienen no sólo grandes especialistas en el pensamiento estoico sino grandes obras estoicas; baste citar, entre los primeros, la obra de Juan Carlos García-Borrón: Séneca y los estoicos, o a Javier Campos Daroca con su extraordinaria edición de los Pensamiento, cartas y testimonios de Marco Aurelio, y, entre los segundos, a Octavio Paz y su El laberinto de la Soledad. Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, que son columna vertebral del estoicismo clásico, siempre estuvieron unidos a nuestra cultura. Evidente es que Séneca (4 a.c.- 65 d.c.), el primer filósofo español de rango universal, nació en Córdoba como toda su familia. Los antecedentes hispanos del filósofo-emperador Marco Aurelio son notables. Su familia paterna era originaria de la provincia de Hispania Baetica, específicamente de Ucubi (actual Espejo, Córdoba). De hecho, su tía abuela paterna, Vibia Sabina, era esposa del emperador Adriano, quien también tenía raíces hispanas. Además, Marco Aurelio estaba emparentado con varias figuras destacadas de la filosofía estoica, como Séneca, Lucano y Helvia, todos ellos de origen bético cordobés.
Estas conexiones familiares y culturales hispanas, sin duda alguna, influyeron en su formación y pensamiento filosófico. Es interesante destacar que Marco Aurelio siempre se refirió a su madre, Domicia Lucila, como la persona que le enseñó a vivir sin ostentación. Este tipo de información, que puede hallarse fácilmente en cualquier libro de texto, quizá refleje la influencia de la cultura hispana en su educación y valores personales, pero eso no es lo importante, sino que sus enseñanzas, como las del esclavo-filósofo Epicteto (50-130), siempre fueron ejes centrales nuestra cultura literaria y filosófica; éste último, Epicteto, siempre aparecerá asociado, en nuestros siglos de oro, a Quevedo, cuya edición del Manual (Enquiridión), en 1635, fue el gran acontecimiento del Barroco español. Sí, el gran Quevedo (1580-1645) no sólo tradujo genialmente a Epicteto sino que su ensayo sobre la Doctrina estoica y la Defensa de Epicuro deberían figurar en todos los preámbulos de los libros dedicados hoy al estoicismo. Como dijera su editor Eduardo Acosta Méndez, las tesis estoicas de Quevedo "acerca de la imperturbabilidad del ánimo y de la autosuficiencia ante los embates de la adversidad sirvieron no pocas veces de contrapeso pacificador a una personalidad a menudo agitada por conflictos y zozobras".
En verdad, las doctrinas estoicas siempre estuvieron presentes en el horizonte de nuestra civilización hispánica. El estilo sentencioso de su expresión siempre gustó a los españoles. Después de Quevedo, o quizá a la par, Baltasar Gracián (1601-1658) podría darnos aún lecciones sobre cuánto bueno podemos aprender leyendo a Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Baltasar Gracián, un jesuita y escritor español del siglo XVII, tuvo una gran influencia de la filosofía estoica. Aunque no se consideraba a sí mismo un estoico estricto, incorporó elementos clave del estoicismo en su obra, entre los que yo destacaría el control de las pasiones, nunca dejó de enfatizar la importancia de dominar las pasiones y emociones para alcanzar la sabiduría y la virtud, un principio fundamental del estoicismo. Desapego y resignación aparecen constantemente en su gran novela filosófica, quizá la más grande de la historia de la filosofía literaria, El Criticón. La idea de desapegarse de las cosas terrenales y aceptar el destino con resignación son conceptos que se alinean con la filosofía estoica. La virtud y la moralidad, valores centrales del estoicismo, son seguidos por Gracián de acuerdo con los principios de la razón y la justicia. En fin, en El oráculo manual y arte de la prudencia, son la prudencia y la sabiduría en el sentido estoico guías de todo su pensamiento.
Valga, pues, esta primera nota para adentrarnos en próximas entregas en el poderío del pensamiento estoico para nuestra época. Diderot y Renan, franceses, en sus respectivos tiempos hicieron actuales a los estoicos. ¿Quizá pudieran ayudarnos sus lecturas para despejar la duda sobre la universalidad del pensamiento estoico?