
Si hay alguien en España que analiza con precisión y rigor de cirujano de hierro qué ocurre y ha ocurrido desde la Transición, y especialmente, desde el miserable asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, ese es Jaime Mayor Oreja. Insinúa José María Aznar en sus Memorias que era el candidato natural para sucederle. Desde luego era el preferido de los ciudadanos según las encuestas de entonces. También habría sido el elegido de haber tenido que decidirlo Adolfo Suárez y otros muchos.
No fue así. La razón principal es que, demócrata y patriota como pocos, decidió participar en aquella digna oferta política y moral que hubiera podido cambiar el futuro de España: la candidatura conjunta de PP (él mismo) y PSOE (Nicolás Redondo Terreros) a la presidencia de la Comunidad Vasca en las elecciones autonómicas de 2001. Aznar dijo después que nunca creyó posible una victoria. Vaya.