
Como explica el historiador italiano Loris Zanatta, el Papa Francisco (RIP) encarnó la tradición antimoderna del catolicismo envuelto en una paradójica máscara woke, la reacción travestida en revolucionarismo al estilo de Perón, un eslabón más en la lucha de los enemigos de la tradición ilustrada del cristianismo. Para el estudioso del peronismo argentino y de la Iglesia católica, en una entrevista de Maite Rico en El Mundo, "La idolatría de Bergoglio como Papa revolucionario es ridícula".
Ridícula y, añadimos nosotros, peligrosa porque Bergoglio juega en la liga de Maduro, los Castro, Ortega, Zapatero… en definitivo, el espíritu populista de Puebla. Si en Toy Story el protagonista era el oso Lotso, un peluche osezno con olor a rosa que tras una aparente de humildad modosita escondía a un dictador autoritario, con el Papa Francisco todo el Vaticano se impregnó de un olor a fresas podridas combinando el populismo –en su versión más sentimental en la peor versión de sensiblería, oportunismo y explotación emocional– con el tercermundismo propio de la intelectualidad occidental que pretende hundir la versión ilustrada, capitalista y científica para imponer una visión oscurantista, demagógica y supersticiosa.