
Las persecuciones contra los españoles de bien, excitadas por Sánchez con apagones de luz, parones ferroviarios y otras mil trapacerías, sólo podrán ser enfrentadas con impasibilidad. Agarremonos a ella. Hallemos en este afecto nuestro refugio, una estancia confortable, para recuperarnos de los males infligidos por estos perversos gobernantes. Miremos hacia el interior de nosotros mismos para combatir a los medios de comunicación de Sánchez y a todas las instituciones controladas por la ideología sanchista, cuyo único objetivo es mantenerse en el poder persiguiendo a quien no se se somete a sus dictados. Busquemos ahí, sí, en la intimidad de nuestra conciencia la imperturbabilidad, la serenidad y la entereza necesarias para defendernos de lo que se nos viene encima: más persecuciones y engaños para seguir empobreciendo a un pueblo cuasi desarmado moral y políticamente.
España, nadie lo dude, es hoy un pueblo sin apenas nación y con un Estado en almoneda. El empobrecimiento material sufrido por los españoles en los últimos tiempos, donde los niveles de pobreza infantil, por poner un sólo ejemplo, harían sonrojar a nuestros antepasados, compite en indignidad con el rebajamiento de nuestro niveles espirituales y morales; sí, sí, la gente tomándose a chufla el apagón eléctrico, o justificando al gobierno de Sánchez, es para salir corriendo de este país. Frente al nihilismo y la brutalidad terrorista impuesta por los poderosos en las cabezas huecas de millones de hombres-masas, entre los que abundan los universitarios, los sindicalistas y las castas políticas, sólo nos queda nuestra conciencia. Resistencia. O sea sabernos dueños de nosotros mismos. Vuelta, sí, a Epicteto: "Es dueño de todas las cosas el que tiene poder sobre lo que desea y sobre lo que no desea. Por consiguiente, quien quiera ser libre, no desee ni rehúya nada de las cosas que dependan de otros, si no, será necesariamente esclavo". La resistencia es nuestro destino.