
Es curioso pero los hermanos Álvarez Quintero, en una de sus obras cómicas, una zarzuela titulada Anita la Risueña, introducen un personaje al que caracterizan como La Llorona. En la pieza, esta mujer se dejó seducir por un chuleta de barrio que a las primeras de cambio la plantó y la hizo sufrir lo suyo. Vamos que la dejó "jodida", algo que recuerda a la senadora socialista Susana Díaz, por la gracia de Pedro Sánchez. Hay otras lloronas, pero esta es andaluza de fábrica.
Decía el rufián en su papel: "Que te calles, que te largues, que te maten". No es exactamente lo que le espetó Pedro Sánchez a la trianera, pero casi. La calló, la largó y si no la mató, la dejó "jodida" para mucho, ya veremos si para siempre, porque, a las primeras de cambio y gracias a los ya famosos mensajes de wasap desvelados entre el Puto Amo y el Dos, la que fuera primera presidenta de la Junta de Andalucía casi ha roto a llorar.
La cuestión es saber si su lacrimosa es auténtica o fingida. De ser lo primero, valoremos si está o no justificada. Sí, sí, porque, verán, si es simulada, todo da igual porque no merece la pena detenerse a considerar otra mezquindad más. Pero si fuese genuina y verídica, puede ser que la que fuera fontanera y sicaria durante sus inicios en las Juventudes Socialistas andaluzas, escuela de política cainita desde los tiempos de Alfonso Guerra, no haya reparado en que muchos de los charcos que la ahogan proceden de aquellos fangos en los que desarrolló su carrera política. Es decir, que puede que tenga una magnífica mala memoria.
Nuestro agudo compañero Pepe García Domínguez llamó a esas Juventudes "refugio del fracaso escolar"[i]. Un buen conocedor de las intimidades socialistas las define como "escuela en la que se aprenden las artes más refinadas en la lucha por el poder interno en el PSOE"[ii]. En ella, los delfines pasaban pronto a ser tiburones. Susana fue una de ellos, muy agresiva, por cierto, como muchos recuerdan. Por eso, su llanto resulta inverosímil.
Muchos de sus cabecillas andaluces, especialmente los sevillanos, fueron instruidos y entrenados en el sectarismo más brutal y no sólo contra los "otros", fuesen los populares, los comunistas e incluso los andalucistas, todos ellos amenazas para la "tela de araña" absolutísima, sino también para los correligionarios y "compañeros" de su provincia o de otras.
De hecho, se conocía con el mote de "aparateros" a quienes, como ella, sólo tenían por oficio y sustento servir al aparato de poder, inmenso aparato, que era el PSOE de Sevilla y generalmente a sus "machos alfa". En la penúltima de sus elecciones primarias, en las que lucharon suciamente Díaz y Juan Espadas, el tercero en discordia, Luis Ángel Hierro, los calificó así, de "aparateros", a los dos, a ella de su propio tinglado y a él de la creciente maraña de Pedro Sánchez.
Mencionamos a bastantes de ellos en la serie de Libertad Digital sobre los pretorianos de la lideresa –Antonio Pradas, Verónica Pérez, Mario "bruto" Jiménez, (recordado por Sánchez en uno de sus guásap sabedor de que Susana lo había liquidado, olfateando la traición) o Juan María Cornejo (el que llamó "hijos de puta" a los sanchistas, guasapea Ábalos)—, pero también los había en su contra, sobre todo el más relevante además de Espadas, el pedrista íntimo Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, que la odia al modo borgiano, esto es, minuciosamente.
¿Exageramos si afirmamos que, en su sinuosa ascensión al poder socialista, Susana Díaz hizo lo mismo que Pedro Sánchez desde sus comienzos? No, para nada. Si cabe, el Puto Amo tuvo menos oportunidades de hacer daño a otros que la hija del fontanero, como tiene a gala presentarse. Eso sí, cuando disfrutó de las primeras, recuérdese el caso de Tomás Gómez, fue implacable.
¿Acaso la hoy "jodida" senadora no estaba familiarizada con los procedimientos sumarísimos habituales dentro del PSOE? ¿Por qué su llanto entonces? Porque duele, claro, como les duele a todos los que han sufrido los malos tratos de los aparateros. Pero, claro, que te duela que te inflijan a ti misma lo que tú infligiste a otros. Aunque puedan comprenderse los momentos lacrimosos, no es creíble que se deriven de una consideración moral crítica acerca de los propios actos.
Nuestra llorona de Triana creció en medio de la tela de araña socialista que se tejió en Andalucía desde antes de las elecciones de 1982. Para entonces, el luego presidente Rafael Escuredo ya había colocado a centenares de afines en el pre-aparato autonómico de su Junta y sufrió, cómo no, de acusaciones de corrupción procedentes del interior del PSOE que ayudaron a su decapitación política a cargo de Alfonso Guerra y Felipe González. Veían en él a un posible Blas Infante desmadrado e incontrolable.
La trianera se educó en los modos y maneras de tejerse aquella espesa malla de intereses e influencias que dominó Andalucía durante un tiempo parecido al que Franco se mantuvo en el poder. 36 años. Dos generaciones. Una eternidad casi religiosa que consagraba al PSOE mientras mantuvo a los andaluces en los puestos de la tercera división del bienestar nacional con tasas de paro altísimas y niveles de vida mucho más bajos que la media española y europea.
Podrá dolerle lo que le han hecho. Pero no podía desconocer cuál era el modus operandi de la araña socialista que trenzaba su red. Colocar a los propios sin méritos suficientes, ocupar instituciones y organismos, fabricar empresas privadas para arrojar del mercado a otras, subvencionar a los afines, adjudicar obra pública a los sumisos o financiadores del partido y así sucesivamente. Lo mismo que quiso hacer desde el gobierno felipista, lo que hizo en otras regiones y ahora remata Sánchez.
Tampoco puede sufrir de amnesia oportuna cuando se le recuerdan sus vaivenes y alianzas en un PSOE entregado desde hace un siglo a conquistar el poder como fuera y con quien fuera. Ya en 1934 y 1936, su PSOE golpista pactó con el terrorismo separatista de la Esquerra de Companys[iii], con el terrorismo de los agentes secretos del comunismo estaliniano e incluso amparó el suyo propio de las checas. Predicar que no se puede acceder al poder a cualquier precio es poco creíble a estas alturas. A lo mejor no ha leído ni la historia de España ni la de su propio partido.
En cuanto a las tenebrosas maniobras internas, ella misma se situó contra Alfredo Pérez Rubalcaba en las primarias en las que competía con Carme Chacón. Susana Díaz fue quien, entre bastidores, urdió el apoyo que la candidata recibió de la Andalucía socialista de Griñán. Una puñalada para quien finalmente ganó para hundirse en las elecciones siguientes. Si Díaz se sintió "jodida" por las acometidas de Sánchez, ¿cómo se sentiría el Tigelino del 11-M con las suyas?
No puede alegar ignorancia sobre su propia escuela, que fue la del Monipodio de los ERE y sicario de Manuel Chaves en las purgas internas, José Antonio Viera, luego consejero de Empleo, en cuyo sancta sanctórum se fraguó el sistema que derivó más de 700 millones de euros a afines, entre sindicalistas, sindicados, intermediarios, empresarios y políticos socialistas. ¿Cómo es que no lloró entonces?
Más famoso fue el trance de la dimisión del número 2 de José Antonio Griñán y sucesor in pectore al frente del PSOE andaluz, Rafael Velasco detrás del cual, como número 3 estaba la propia Díaz. En un caso que guarda similitudes con el de Begoña Gómez, su esposa se vio beneficiada por las opacas subvenciones a la formación profesional y no tuvo más remedio que dimitir. No se sabe quién filtró los datos, pero se señaló a la luego lideresa regional como la fuente de aquel Nilo. No pocos. Lo cierto es que, gracias a aquel escándalo interno y externo, llegó a ser secretaria general y presidenta de la Junta.
Tampoco resulta verosímil que se haya olvidado de las andanzas de la UGT andaluza, cuyo caso de máxima corrupción fue revelado en exclusiva por este periódico digital y que desembocó hace un año en la condena de tres años de cárcel y multa de 50 millones de euros para cuatro altos cargos de la organización por desviar subvenciones. Probadamente, se inflaron facturas de cursos de formación para obtener una vía irregular de financiación del sindicato.
Su reserva de lágrimas no disminuyó entonces, cuando se supo que su propio marido, José María Moriche, el "tieso" con el que se casó según ella misma, fue contratado por el Instituto vinculado a la UGT, G78385416, Instituto de Formación y Estudios Sociales, para atender a los aspectos administrativos de los cursos establecidos en el expediente Administrativo número 98/2DD9/J/217, que fue investigado judicialmente en el marco del caso UGT.
Tampoco lloró mucho, que se sepa, cuando saltó el escándalo mayúsculo de los cursos de formación que fue, de nuevo, publicado en exclusiva por este medio digital. Se trataba, una bagatela, de un fraude valorado por la propia UDEF de la Policía Nacional en unos 2.000 millones de euros. Lo del, por ahora sólo impúdico rescate de Air Europa, aunque gravísimo, apenas ronda los 500 millones.
Es más, como ahora y antes Pedro Sánchez, la ahora llorona era experta en ocultar los hechos. Conocía las irregularidades de las subvenciones para la formación de parados y ocupados desde mitad de 2014 pero no informó de ellas al Parlamento de Andalucía ni a la opinión pública. Su conocimiento quedó demostrado por los ocho informes de la Intervención General de la Junta que presidía que fueron terminados y firmados por sus responsables a mediados de 2014. Tampoco entonó ninguna "lacrimosa" en aquel tiempo.
Como hay tanta chicha y tanto dato, mejor será, para nuestro objeto, centrar desde este momento nuestro afán en considerar cómo fue de dura su batalla con Pedro Sánchez, y cuántos, y de que envergadura fueron sus errores, tan notables y evidentes, que originaron la llegada del Puto Amo al poder, primero en el partido y poco después en el gobierno.
Recordemos que fue ella misma la que renunció por razones regionales infantiles a ocupar el cargo de secretaria general del PSOE. Absurdamente, se ve ahora con claridad, tras ser promocionada por todos los poderes fácticos a dirigir el socialismo español, renunció a ocupar Ferraz. Desde la casa real a la reina del Ibex 35, incluso el sultán alauita, se alinearon para bendecirla, pero no calculó bien. Tampoco lloró entonces, aunque debería anegarse en llanto por aquel estropicio y de qué modo.
Tuvo buena vista al rechazar la figura de Eduardo Madina[iv] para regir lo que iba a ser un entreacto hasta las elecciones generales, pero estuvo ciega de los dos ojos cuando influyó decisivamente para que el desconocido Pedro Sánchez presentara el doble de avales que el vasco (gracias sobre todo al apoyo de la mayoritaria Federación Andaluza que ella dirigía). Y se creyó su promesa de respetar el acuerdo de que la candidata socialista a la presidencia del gobierno de España sería ella, Susana Díaz Pacheco.
Cuando el pájaro del barrio madrileño de Tetuán se encontró en el poderoso sillón de mandar hizo lo de los cucos, poner huevos en el nido de los demás (los barones que lo habían apoyado) y multiplicar su bandada hasta invadirlo todo. Cuando ella se percató de que Sánchez iba a postularse como candidato a la presidencia del gobierno, trató de reventar a quien ya se le adivinaba que los escrúpulos de todo tipo le eran desconocidos. No sabemos si lloró entonces nuestra Susana. Si lo hizo sería de rabia, no de pena o arrepentimiento.
La guerra sucia —¿hay alguna limpia?—, estalló entre ambos y los barones liderados por la trianera lograron defenestrar a un desinhibido Sánchez de la secretaría general en uno de los escándalos más sonados de la historia socialista. Aún se recuerda cómo los aparateros de Susana se hicieron con Ferraz usando todo tipo de medios y cómo el aún no Puto Amo trataba de falsificar las votaciones con urnas de cartón escondidas tras columnas en las que entraban los votos como balas.
Al final, Susana Díaz se confió y perdió la guerra. Pese a su larga experiencia en los tejemanejes del partido y en sus malas artes, no atinó a imaginar que lo que tenía enfrente la superaba en todas las asignaturas de la arbitrariedad y la marrullería. A saber cómo el luego Puto Amo, que viajaba escoltado por los probos Koldo y Ábalos en su tournée electoral primaria, consiguió los avales y si todos los avales eran lo que decían ser. Lo cierto es que la trianera se estrelló.
No, no fue un fracaso menor. Ya sabemos que lo que dejó crecer y lo que nos legó fue un devoto seguidor de Frankenstein, capaz de todo con tal de alcanzar y mantenerse en el poder. Comprenderá, supongo, que nunca la perdonaremos por dejarnos a este sujeto en el gobierno de España cuando ella ya había presentido y comprobado su peligro. Sin embargo, no lloró entonces de pesar por la negrura de nuestro futuro nacional.
Según se deriva de su confesión, su lacrimal empezó a desaguar, aunque en silencio, cuando el felón comenzó a perseguirla a ella, acusándola de perder la taifa andaluza para el partido, desalojándola de toda relevancia en la jerarquía y de todo porvenir atrayente. Pero no llevó su venganza hasta el final porque, en un gesto de compasión o de lo que sea, le permitió sueldear en el Senado para que no quedara en cueros vivos ahí fuera, donde hace tanto frío. Y ella aceptó, oigan.
Y ahora, de nuevo, tras conocer los mensajes destapados del dúo más amoral de la historia reciente sobre su "jodida" existencia política, ha vuelto a dar rienda, comedida y tímida, a un sollozo que se derrama por su acoso y derribo personal, que no parece sea por desconocer o lamentar los procedimientos habituales ni por el perjuicio causado a la nación y a los que fueron defenestrados dentro del Partido.
Susana Díaz no vierte lágrimas verosímiles. Conocía perfectamente los modos y maneras con los que se obtiene poder dentro de la maquinaria socialista. Conocía los planes de ocupación de lo público y lo privado por su graduación cum laude en la tela de araña andaluza, modelo para Sánchez. Y conocía la disposición del Uno a no respetar nada ni a nadie en su camino hacia el poder. Que haya aprovechado el momento para clavarle unas afiladas lágrimas a su enemigo, pase. Pero que tengamos que creer a la llorona…
[i] Que el PP construyó un abrigo parecido lo demuestran Juan Manuel Moreno y otros muchos, ahora en el machito, que no tuvieron ni tiempo ni ganas de estudiar en serio. Sólo les preocupó subir sumisamente hasta los pisos de cobrar.
[ii] Pérez Alcázar, Manuel - Delfines y tiburones. La lucha por el poder en el PSOE, ed. Almuzara, 2015.
[iii] Incluso el PNV tuvo checas en Madrid.
[iv] Personaje inquietante que ha sido la víctima del terrorismo que más ha cobrado del Estado en concepto de indemnización, 3 millones de euros, y que luego votó a favor de limitar tales compensaciones públicas. Defendió el diálogo con ETA y no levantó ni levanta la voz ante el blanqueamiento de sus crímenes.