
Thomas Hobbes nació en una época de intensa inestabilidad política, marcada por la Guerra Civil inglesa. Él mismo escribió que su madre dio a luz a gemelos: "a mí y al miedo". Esta frase ilustra bien el tono de su pensamiento, profundamente influido por el temor al caos social. Siguiendo a Ortega, su "circunstancia" explica buena parte de su filosofía política.
Para Hobbes, el ser humano es, por naturaleza, egoísta, competitivo y temeroso. En ausencia de un poder que imponga orden —es decir, en el estado de naturaleza— no existen leyes ni justicia, y reina una "guerra de todos contra todos" (bellum omnium contra omnes). De ahí su célebre máxima, tomada de Plauto: Homo homini lupus est ("el hombre es un lobo para el hombre").
La solución que propone Hobbes es un contrato social, aunque muy peculiar: es un pacto en el que solo los individuos firman, no el soberano. Estos ceden sus derechos al Leviatán —una figura que puede ser un monarca, una asamblea o cualquier forma de gobierno— a cambio de seguridad. El soberano, al no ser parte del contrato, no está sujeto a sus términos: su poder es absoluto, indivisible e inalienable. Su función esencial es evitar el regreso al estado de naturaleza, garantizando tanto la seguridad interna (el orden civil) como la externa (la defensa del Estado). Si falla en alguna de estas dos tareas, el Estado se disuelve y reina la anarquía.