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La Ilustración Liberal

Carta abierta a un bellaco

Señor Ibarreche:

En su reciente discurso ante las Cortes, usted terminaba: "Estoy orgulloso del pueblo vasco, de nuestra historia milenaria, de nuestra lengua, el euskera, una de las lenguas más antiguas de Europa, pero estoy aún más orgulloso de nuestros hombres y mujeres, de todos los vascos y vascas que hoy vivimos y trabajamos en Euskadi, como antes decía, hayamos nacido donde hayamos nacido y votemos al partido político que votemos. Es fundamentalmente a vosotros a quien quiero dirigirme para deciros que el futuro nos pertenece y que lo escribiremos nosotros, pactando con los demás, pero lo escribiremos nosotros de nuestro propio puño y letra".

Para empezar, habla usted con un tono impropio de un demócrata, un tono revelador del desprecio profundo que, bajo sus grotescos halagos, le inspiran los vascos. Usted se siente "orgulloso del pueblo", dice con soberbia de demagogo tercermundista. Un poco de humildad, señor Ibarreche. ¿No debiera ser al revés? ¿No debiera ser el pueblo vasco el que se sintiera orgulloso, si fuera posible, de usted? Usted invierte los papeles hablando como el maestro que expresa su satisfacción por la aplicación de sus niños. Me parece que los vascos con criterio propio jamás aceptarán verse tratados así, ni podrán estar orgullosos de quien lo pretenda.

Y menos podrán estar orgullosos de alguien capaz de concentrar tantas mentiras y tonterías en tan pocas líneas. Menciona usted "nuestra lengua, el euskera". Pero, señor Ibarreche, el vascuence no es la única lengua de los vascos, no es la lengua de la mayoría ni tampoco la de usted mismo. La lengua de usted, su lengua materna, es el castellano, y su vascuence, aprendido a matacaballo, no es fluido ni usted se expresa en él con naturalidad. No es su idioma, o por lo menos no es su idioma principal, en el que pueda usted razonar con alguna soltura. Renegar de la lengua materna, sentirse avergonzado de ella, de la cultura de sus padres, tiene mucho de bellaquería, una de esas que ya califican a la persona. Si hubiéramos de hacerle caso, usted mismo no sería vasco, o sería un vasco deficiente, un vasco averiado. No me extrañaría que así se considerase íntimamente y que, por una típica reacción psicológica, quisiera compensar esa sensación de inferioridad exagerando la nota contraria.

Pero eso es asunto particular suyo. La cosa cambia, y revela nuevamente un espíritu antidemocrático, cuando quiere dar por sentado que todos los vascos, por las buenas o por las malas, deben acompañarle en esa bellaquería, si quieren ser vascos "auténticos". Cuando trata de definirlos por ese idioma, como hacen usted y su partido. Usted emplea ilegítimamente los resortes del poder para proyectar sobre la sociedad unas ambiciones tiránicas y envenenarla con sus propios sentimientos de insuficiencia. Esto es también profundamente antivasco, pues equivale a mutilar la cultura regional de la mayor y seguramente mejor parte de su cultura, que siempre se ha expresado en castellano. Usted quiere reducir a muy poco la tradición vasca, de modo similar a como los sicarios de la Revolución Cultural destrozaban la cultura china en aras de utopías "populares". ¿Ve usted cómo bajo sus beatos elogios a unos vascos ideales y futuros se descubre fácilmente el desprecio y la agresividad contra los vascos reales e históricos?

Aunque ustedes suelen etiquetar de nacionalistas españoles a quienes les llevan la contraria, fíjese usted, señor Ibarreche, que a mí, como "nacionalista español", no me molesta la existencia del vascuence, o que en ese idioma se escriba más y, sobre todo, mejor. Las leyes autonómicas, derivadas de una Constitución que ustedes quieren destruir, admiten el vascuence como idioma cooficial en las Vascongadas, y a ningún "nacionalista español" se nos ocurre pretender que el castellano defina en exclusiva a los vascos, pese a ser la lengua materna de la gran mayoría de ellos, pese a haberse expresado en este idioma, repito, casi toda la cultura vasca, sin excluir la misma literatura, si así queremos llamarla, del PNV.

Y, a propósito, fue Sabino Arana, fundador de su partido, y a quien ustedes suelen o solían llamar "Maestro", con mayúscula, y de quien quizá ha heredado usted sus ínfulas, fue él quien, aparte de escribir casi toda su obra en castellano, expresaba una verdad pretendiendo ocultarla: "Aun en aquella fecha en que estas provincias vascas eran estados independientes, su lengua oficial era la española. Ni entonces los vascos amaban su independencia". ¿Cómo iban a amar una independencia que sólo existía en la mente perturbada de Arana? Los vascos se habían integrado voluntariamente en Navarra, y después en Castilla, ambos reinos españoles, y en castellano redactaron sus fueros, no un "fuero vasco", sino uno para cada provincia. ¿Qué país independiente negocia sus propias leyes con una autoridad extranjera y en el idioma extranjero?

Lo que demuestra este hecho, como tantos otros, es que ya en aquellos lejanos tiempos medievales los vascos no veían como extranjeros a los españoles ni al idioma predominante entre ellos. He aquí la historia real. Y los vascos reales, que se han sentido españoles durante siglos, prácticamente desde que existe España, no podrían estar orgullosos de quien, como usted, falsifica los hechos con tal descaro.

Precisamente por haber sido así la historia y sentimientos de los vascos, toda la doctrina, todo el empeño, toda la injuriosa prédica nacionalista queda sintetizada en las frecuentes lamentaciones de Arana, el "Maestro" de usted, señor Ibarreche, cuando clamaba furioso: "Ni parece que haya maketos y bizkaitarras, sino que todos somos hermanos", o bien: "El euskeriano y el maketo, ¿forman dos bandos contrarios? ¡Ca! Amigos son, se aman como hermanos, sin que haya quien pueda explicar esta unión de dos caracteres tan opuestos, de dos razas tan antagónicas". A crear ese antagonismo, a destruir la fraternidad entre "euskerianos y maketos" dedicó su vida aquel orate y han dedicado sus mayores esfuerzos sus seguidores, con tenacidad digna de mejor causa. Esa triste historia de fomento del odio es la única de la que gente como usted puede sentirse orgullosa.

Hoy Arana y sus seguidores, usted mismo, han alcanzado bastante éxito. Han convencido a muchos vascos –insuficientes para su designio, pero demasiados para la tranquilidad y la libertad de España– de constituir "una nación tan distinta de la española como de la china o de la zulú", una "raza singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo". Porque esto hay en el fondo de todas sus prédicas. Han fomentado sin tregua el agravio, la aversión, el sentimiento de una pretendida superioridad, y para ello han convertido ilegítimamente la enseñanza y los medios oficiales de masas en aparato de propaganda de su partido, costeado por todos los ciudadanos.

Su desprecio por los vascos reales, por la historia vasca real, se descubre igualmente, señor Ibarreche, en su plan de secesión. Con falsía de pícaro, usted ha declamado ante las Cortes: "La violencia de ETA es dañina, inhumana y, además, hace un daño inmenso, por supuesto, a las personas y a las familias contra las que se cometen atentados, y también a la imagen del pueblo vasco. Y nada ha hecho más daño, nada hace más daño a la imagen de un pueblo pacífico y trabajador como es el vasco que la violencia de ETA". Naturalmente, señor pícaro. Y por eso usted ha sacado adelante su plan en el Parlamento Vasco con el apoyo de la ETA, explicitado por uno de sus asesinos más sanguinarios, hoy prófugo de la Justicia, en carta leída en ese Parlamento cuya dignidad ustedes han pisoteado una vez más. Por eso ustedes apoyaron en su momento a dicho asesino para la Comisión de Derechos Humanos de su humillado Parlamento. Por eso la policía que usted manipula casi nunca ha perseguido a la ETA, ni a la kale borroka. Por eso ustedes desafían la ley en beneficio del sector político del terrorismo, y mantienen subvenciones, bajo uno u otro disfraz, a la banda asesina y a sus programas de adoctrinamiento. Y por eso tantas otras cosas más.

Entre la violencia etarra y la complacencia o connivencia de usted y su partido con ella, han llevado a la ruina la democracia en esa comunidad autónoma, donde cientos de personas han sido asesinadas, miles tienen que vivir con escolta policial, decenas de miles han debido huir de allí; donde sufren hostigamiento constante, no pocas veces mortal, los partidos no nacionalistas (excepto el comunista, y ya significa algo el dato). Mientras tanto ustedes afirman que "en Euskadi se vive muy bien". Y se come y se bebe muy bien, todo el mundo lo sabe, pero vivir significa algo más que eso. El PNV y la ETA, se ha dicho con justicia, han arrebatado a la mitad de los vascos su libertad y a la otra mitad su dignidad, sobornándola con eso de la "buena vida" o la "calidad de vida". Una "buena vida" muy similar a la proporcionada por los nazis mientras imponían su tiranía y su violencia en Alemania. Ese es el bien que han traído los nacionalistas a la sociedad vasca, de la que dice sentirse usted tan orgulloso. Si es verdad lo que usted afirma de la ETA, señor Ibarreche, usted es su primer cómplice político y moral, usted comparte el carácter dañino e inhumano del Terrorismo Nacionalista Vasco, usted es un enemigo del pueblo vasco, como han sido enemigos de sus pueblos tantos tiranos que no paraban de adularlos impúdicamente.

Termina usted con una majadería muy propia: "El futuro nos pertenece y lo escribiremos…". El futuro no pertenece a nadie, ni nadie puede escribirlo. Simplemente usted, con el apoyo terrorista, intenta llevar a su término el plan de Arana de romper definitivamente la fraternidad de los vascos y los demás españoles. Y con arrogancia de chiflado afirma que tendrá éxito en ello, adobando esa agresión a la libertad y la estabilidad común con fraseología hipócrita de "diálogo, mano tendida, amistad". Qué locura. Bellacos como usted han causado las desgracias en que tan pródiga ha sido la historia del siglo XX, en España y en Europa.

(8-II-05)

Número 23

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comentarios
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Impotencia macerada.
José Luis Martín Díez

Qué razón tiene Vd., Sr. Moa.
No sabe la suave caricia que supone su artículo para mí, para un español que sufre una impotencia macerada desde hace años por ver a "bellacos y mal nacidos" como Ibarreche, Carod, Arnaldo, etc. campar por sus anchas, crecidos y sin que quién debe les paren los pies, si bien al contrario, pacten con ellos para no perder la poltrona, eso sí, a costa de insultar a todos los españoles de manera impune y vergonzosa y dejando que se acerquen peligrosamente al final de su objetivo, que no es otro que el desmembramiento de España no sin antes desvalijarla y llevarse todos los beneficios que puedan.

Su artículo pone voz a mi pensamiento, a mi opinión sobre ese bellaco tan despreciable y me hace recordar que no estoy sólo.

Y que recuerden estos mal nacidos, que como yo, somo muchos los españoles que hemos jurado defender, aún a costa de perder la vida, LA UNIDAD DE ESPAÑA, y no exclusivamente el Ordenamiento Constitucional, que por cierto, tantas ganas tienen de reformar.
?