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La Ilustración Liberal

Hasta aquí hemos llegado

Publicado en La Razón el viernes 28 de enero de 2005.

Lo ocurrido hace unos días en la manifestación organizada por una de las asociaciones que agrupan a las víctimas del terrorismo terminó convirtiéndose en un genuino acto fascista de exaltación de la violencia. Descontadas las excusas de rigor sobre las minorías radicales que usurpan la voluntad colectiva o las ridículas explicaciones sobre el carácter provocador de determinadas ausencias, el hecho desnudo y terrible es que miles de ciudadanos han considerado decente llamar asesinos a miembros del Gobierno legítimo de la nación y no contentos con ello, algunos intentaron hacerles víctimas de una violencia sectaria y gratuita. Los dirigentes de la organización convocante, si conservaran un mínimo de vergüenza, deberían haber dimitido de sus cargos ante su incompetencia para evitar ese desastre cívico, salvo que, naturalmente, la cosa fuera más grave por haber tenido un cierto grado de cooperación o complicidad en lo ocurrido, en cuyo caso deberían rendir cuentas ante la Justicia.

El bochorno que como espectador experimenté al ver por televisión las imágenes de semejante salvajada me sonó a intensamente conocido, sufrido en carne propia en el trienio 1993-1996. También entonces los fascistas organizados y armados desde el «sindicato del crimen» sometieron a idénticas vejaciones a quienes, como era mi caso, teníamos que asistir a toda clase de funerales, manifestaciones o concentraciones relacionadas con la violencia etarra. Aún me duelen en el alma los insultos de aquella gentuza y conservo íntegra pero dormida la rabia contra quienes alentaban aquella basura hitleriana. Se me privó, cosas del protocolo, del placer de responder como me pedía el cuerpo, pero aún me queda la pluma y las ganas de devolverles con todo entusiasmo sus insultos. Los proferidos, entre otros, a mi amigo Bono no hacen sino despertar la bestia dormida que llevo perfectamente conservada en mi conciencia. Entonces y ahora, conozco con precisión quienes eran y quienes son los responsables de tal basura, los que atizan sin piedad ni remordimiento, los más bajos instintos de, nunca mejor dicho, tal canalla con sus proclamas diarias en los medios de comunicación.

Me contaban mis amigos madrileños que en la capital de España se estaba creando día a día un clima social semejante al de aquellos años del último Gobierno de Felipe González. Como tal fenómeno no lo vivimos en eso que siempre se ha llamado «provincias», pensé que era una exageración propia de los desocupados capitalinos hambrientos de novedades aunque sean garbanzeras. Me citaban como ejemplo las homilías incendiarias del turolense Jiménez Losantos Mártires (de la inteligencia) gran pope de la católica COPE, y yo, la verdad, no me lo tomaba en serio porque aquí en los pagos de Zaragoza, escuchar al mentado es más bien cosa de broma. El incremento de sus oyentes se corresponde al menos en estas tierras al conocido fenómeno de comprobar «que barbaridades dice hoy el paisano». De hecho el nivel de sus delirios entretiene los cinco primeros minutos y, en pequeñas dosis, no produce daños irreversibles. El problema, visto lo visto en Madrid, es que escuchar a esta especie de radiopredicadores genera adicción en un determinado género de oyentes que tras recibir su enloquecido adoctrinamiento se transforman de inofensivos fachas en peligrosos fascistas. Por supuesto que tal condición la comparten quienes desde opciones políticas supuestamente distintas tuvieron no hace mucho comportamientos semejantes con conocidos líderes del PP. Son igualmente fascistas los falangistas porque aunque no lo sepan, pertenecen a la misma camada. Así de seriamente se lo tomaron los del PP que desde entonces no han parado de reclamar una exhaustiva investigación judicial y parlamentaria para determinar quién está detrás de los meros ejecutores de tales infamias.

La gravedad de lo ocurrido en Madrid, que descansa en la imposibilidad de asumir los últimos resultados electorales por parte de la extrema derecha, demuestra un renacido odio cainita de ese segmento de la población al que, si no se frena el proceso, pronto responderá con iguales armas otro sector, sólo que mucho más numeroso, de ciudadanos que no están dispuestos a que se repita el horror del trienio negro. No es fácil decir a la gente que tolere los insultos o los golpes a sus compañeros por el hecho de pertenecer a un partido democrático, o que permanezcan de brazos cruzados ante un eventual resurgimiento del fascismo violento. Poner la otra mejilla no es, en este caso, lo adecuado. Frente a tales dislates debe reaccionarse institucionalmente con todos los instrumentos represivos que tiene el sistema democrático para autoprotegerse de sus enemigos. Entre el fascismo y el terrorismo sólo hay diferencias de cantidad. O lo atajamos pronto o el problema crecerá hasta llegar a ser incontrolable.

Sólo me queda por desear que entre tal patulea no se encuentre ninguna víctima del terrorismo, ningún pariente, ningún amigo, pues en otro caso, y para gran alegría los terroristas, después de sus asesinatos seguirían acumulando éxitos al añadir rencor a la muerte. Ser víctima del terrorismo da derecho a casi todo, salvo a degradarse aunque sea por la terrible vía del sufrimiento. No es así como se llora y se reivindica dignamente a los muertos.

Número 23

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2
comentarios
1
Que peligro¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
rafael mateos

Señor Belloch ¿ha pensado seriamente en los negativos efectos del alcohol??

2
DES`PRECIABLE
HENRY

Es la única palabra que me merece este Señor.
Su falta de rigor, su ignorancia, su odio visceral, su auténtica manipulación, su sectarismo, su creencia en que vive en otro mundo, su mentira y todo lo que arrastra este personaje le hacen indigno de la alcaldía de uno de los corazones de España.
El talante lo demostramos el resto de los españoles en aguantar a semejante chusma que está acabando con nuestra patria
Ya está prohibido decir Viva España
¡¡¡ VIVA ESPAÑA¡¡¡?