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La Ilustración Liberal

Lengua neoliberal

Los profesores Llorenç Comajoan y Joan Sola arremeten en El País contra Juan R. Lodares y lamentan “los vientos neoliberales” que soplan en el territorio lingüístico. Y uno sin enterarse.

Como Lodares señaló que una lengua muy hablada es un recurso valioso, le reprochan que considere el idioma como “un producto sólo digno de transacciones mercantiles”, y desconfían de Lodares porque afirma que “en España toda la población goza de una lengua común”, algo que les parece nefasto porque “niega al lenguaje cualquier otra función que no sea puramente comunicativa e instrumental”. Y exponen su deseo: “Lo que los catalano-hablantes queremos y pretendemos es algo tan claro, democrático y elemental como poder vivir plenamente en la lengua de nuestra comunidad, sea ésta pequeña o interplanetaria”.

Todo esto refleja recelo hacia lo que la gente hace libremente, y lleva a negar lo obvio: la lengua es un recurso valioso, como bien saben los millones de extranjeros que deciden estudiar inglés y castellano en vez de vascuence o guaraní. Y la lengua es utilizada por la aplastante mayoría de las personas de modo comunicativo e instrumental. ¿Por qué es esto condenable? Respuesta: porque es libre y no está asociado a estrategias políticas como, típicamente, la construcción de una nación.

Pero la libertad irrita a estos profesores, que no subrayan que si el catalán y el vascuence no son más hablados desde hace un cuarto de siglo no es porque estén prohibidos; lo que aún no han conseguido los nacionalistas es prohibir totalmente el castellano en Cataluña o el País Vasco, y se han empeñado en ello no por razones “culturales”, que exigirían dejar a las culturas en libertad, sino políticas: los nacionalistas siempre utilizan el lenguaje (y el deporte, y todo) para propiciar su agenda política. Por eso Comajoan y Sola piensan que la gente que habla castellano, como la gente que comercia, no es en realidad libre, porque el mercado es “fuerza coercitiva y discriminación”. Cuando la gente elige hablar un idioma, eso no es claro, democrático y elemental; en cambio, ejercer la coerción y la discriminación desde la política no es coercionar ni discriminar sino algo claro, democrático y elemental.

Esto es tan absurdo que los profesores deben recurrir a los usuales espantajos antiliberales: la libertad es “mercantilista” (ya se sabe que las mercancías son horribles, puesto que la gente puede comprarlas, o no), y no se puede dejar que “el mercado [o sea, el pueblo] decida”. Coartar esa libertad es saludable e inevitable, dado que las lenguas nunca prosperan porque los pueblos las utilicen sino porque “tienen un aparato estatal que las apoya”. Esa coacción es estupenda, porque no hay libertad y todo estriba en “reprimir y humillar a otros durante siglos para que abandonen su propia lengua y hasta lleguen a odiarla”.

La economía (léase, la maldita libertad) es inexistente o asquerosa –”la fuerza mayor de unos contra otros, con los consiguientes odios”- y hay que reemplazarla por la política (léase, la bendita coacción), gracias a la cual no habrá fuerza mayor ni odios, sino una apacible y justa corrección de la nauseabunda desigualdad según la cual tantos indeseables “privilegiados” encuentran fácil y provechoso emplear en España la lengua común que gozan los españoles. Asco de neoliberalismo, oiga.

(23-I-05)

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1
comentarios
1
Muy bueno
Pedro

Alegra leer sensatez, especialmente en un campo tan trillado de comentarios políticamente correctos
quosque.blogspot.com/?