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Iván Vélez

Una calavérica verdad

En México se han encontrado 119 cráneos humanos, algunos de ellos deformados en vida, de jóvenes guerreros, pero también de mujeres y de niños.

El llamado Códice del Aperreamiento es un documento pintado alrededor de 1560 en el que se muestran hechos acaecidos en 1523. El dibujo, a color y acompañado de glosas en náhuatl, tiene como escena central a un español que sujeta con una cadena a un perro que ha hecho presa en el cuello de un indígena. En la parte superior, Hernán Cortés hace la señal de una "V” invertida con sus dedos, gesto que sugiere la convocatoria de una reunión. A su lado, doña Marina sostiene un rosario mientras el animal ejecuta la sentencia emitida frente a un posible caso de rebelión, pues uno de los encadenados tiene en sus manos una espada. En la parte inferior del dibujo aparece Andrés de Tapia, apoyado en una espada y hablando a dos indios. La presencia de un coyote parece indicar que el sangriento castigo se produjo en Coyoacán.

Andrés de Tapia fue uno de los hombres de confianza de Cortés. Su voto contribuyó a elegir al de Medellín como capitán y justicia mayor en Veracruz. Su inquebrantable lealtad para con el conquistador le procuró la gran encomienda de Cholula, dotada de 10.000 tributarios, si bien, poco después, Cortés se la retiró y la sustituyó por otras encomiendas de menor renta, lo que no impidió que viviera de manera holgada. En 1528 regresó a España, acompañando a Hernán Cortés, para volver a la Nueva España al año siguiente. Un lustro más tarde se convirtió en mayordomo personal del conquistador, del cual narró sus hazañas en su Relación de algunas cosas de las que acaecieron al muy ilustre señor don Hernando Cortés, marqués del Valle, desde que se determinó a ir a descubrir en la Tierra Firme del Mar Océano. Tapia también acompañó al Marqués del Valle cuando fue a explorar California y cruzó de nuevo el Océano con él en 1540, participando en la infeliz jornada de Argel en 1541. Años después, retornó a la Nueva España, en la que murió de su muerte en 1561.

Casi medio siglo después de que aquel perro de guerra ejecutara al presunto rebelde, se ha conocido un nuevo hallazgo arqueológico hecho público por el Instituto Nacional de Antropología e Historia que nos remite a la obra de don Andrés. Según se ha sabido, en el subsuelo de la calle Guatemala se han encontrado 119 cráneos humanos, algunos de ellos deformados en vida, de jóvenes guerreros, pero también de mujeres y de niños, que vienen a sumarse a los 484 hallados hace un lustro. De tan fragmentaria manera se está reconstruyendo el gran tzompantli -estandarte de cabellos en lengua náhuatl-, que vio con sus propios ojos Andrés de Tapia en la gran Tenochtitlan de Moctezuma. Esta fue su descripción de aquella estructura de cráneos y argamasa erigida en honor a Huitzilopochtli, dios tutelar de los mexicas, que exigía su tributo de sangre:

Estaban frontero de esta torre sesenta o setenta vigas muy altas hincadas desviadas de la torre cuanto un tiro de ballesta, puestas sobre un treatro (sic) grande, hecho de cal e piedra, e por las gradas dél muchas cabezas de muertos pegadas con cal, e los dientes hacia fuera. Estaba de un cabo e de otro destas vigas dos torres hechas de cal e de cabezas de muertos, sin otra alguna piedra, e los dientes hacia fuera, en lo que se pudie parecer, e las vigas apartadas una de otra poco menos que una vara de medir, e desde lo alto dellos fasta abajo puestos palos cuan espesos cabien, e en cada palo cinco cabezas de muerto ensartadas por las sienes en el dicho polo: e quien esto escribe, y un Gonzalo de Umbría, contaron los polos que habie, e multiplicando a cinco cabezas cada palo de los que entre viga y viga estaban, como dicho he, hallamos haber ciento treinta y seis mill cabezas, sin las de las torres.

Lejos está el macabro registro arqueológico de sumar tantas calaveras como contaron aquellos barbudos y espantados visitantes, si bien, como en tantas otras ocasiones, los hallazgos vienen a avalar la credibilidad de aquellos relatos. Desposeídos de sus parietales, los cráneos encontrados vuelven a poner de relieve hasta qué punto la relación entre reliquias y relatos, la convergencia entre huesos y crónicas, demuestra hasta qué punto los españoles, al margen de intereses personales y de factores providencialistas que jugaron un importante papel en la conquista, dijeron la verdad.


Iván Vélez, autor de La conquista de México.

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