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Xavier Reyes Matheus

Sebreli, el último librepensador

"Liberal de izquierdas", según confesión propia, es una de las bestias negras del populismo kirchnerista y uno de los grandes pensadores hispanoamericanos.

"Liberal de izquierdas", según confesión propia, es una de las bestias negras del populismo kirchnerista y uno de los grandes pensadores hispanoamericanos.
Sebreli

No sé en qué medida cabe singularizar la obra de Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) en el panorama del pensamiento contemporáneo. Valdría la misma duda para cualquier otro autor reciente, porque, a fin de cuentas, son pocas las ideas originales que podemos esperar a estas alturas, y Sebreli no ha recurrido al branding filosófico (ese talento del que tanto depende hoy en día la consagración de cualquier gurú): no le debemos marcas registradas del tipo fin de la historia, sociedad del riesgo, cultura líquida, era del vacío y ni siquiera algo como la gente tóxica con la que el señor Stamateas, compatriota de Sebreli, va por el mundo haciendo fortuna. Sin embargo, hay que admitir que nuestro pensador es una voz inconfundible, aunque sólo sea por oírla clamar en el desierto hispanoamericano.

Al publicar en 1975 su libro Tercer Mundo, mito burgués, Sebreli abría paso a la crítica que un año más tarde animaría las páginas de Del buen salvaje al buen revolucionario, de Carlos Rangel. Con semejante avanzadilla, habría podido esperarse que aquello fuera el comienzo de un movimiento capaz de poner en solfa todo el sistema de la dogmática marxista/tercermundista, inconmovible en América Latina gracias a la fascinación caudillista de Fidel Castro y a la Teoría de la Dependencia impuesta desde la Cepal. Sin embargo, la intelligentsia rendida al régimen cubano se encargó de combatir a los disidentes con sus métodos inquisitoriales, y tras un único título más, El tercermundismo, Rangel se descerrajaba un tiro en 1988, cuatro años antes de que en su patria saltase a la escena pública el teniente coronel Hugo Chávez.

Para la década de 1970, Sebreli contaba ya con una sólida presencia editorial como autor de formación marxista. Con la cabeza llena de Hegel, de Marx y de Sartre, el argentino había criticado desde la revista Contorno el populismo burgués que descubría en el fondo del peronismo, aunque luego esa publicación se había opuesto aún con mayor vehemencia a la Revolución Libertadora que derrocó a Perón en 1955. En 1964, con su ensayo sobre las clases sociales porteñas, Buenos Aires, vida cotidiana y alienación, Sebreli se había convertido en un auténtico best-seller. Pero en 2011, al reeditar este libro, el autor evocaría así su pasado marxista:

Mi actitud ante el marxismo era entonces confusa, criticaba el dogmatismo y el sectarismo; sin embargo, aún no había elaborado una interpretación de Marx adecuada a los nuevos tiempos y contraria a las versiones vigentes, a la ortodoxia esclerosada así como a la delirante ‘nueva izquierda’ (…) Las dudas me impusieron la relectura de Marx desde otra perspectiva, y ese paso imprescindible, dado no sin titubeos, lo reflejan los cambios confusos manifestados en Tercer Mundo, mito burgués, donde me desprendía del izquierdismo peronizante –no se usaba aún el término populismo– de Buenos Aires [vida cotidiana y alienación].

Admitido o no el término conversión, lo cierto es que el mejor Sebreli se revela desde los años que siguen a la caída del Muro de Berlín. Ya en sus obras precedentes el argentino había emprendido la crítica al nacionalismo, pero a partir de los 90 su producción se dedicará a desmantelar con gran lucidez todos los grandes mitos románticos. Téngase en cuenta que América Latina (o Iberoamérica, o como se quiera llamar) se ha levantado enteramente sobre aquellos mitos; porque, desechado su pasado colonial, fue la mentalidad del siglo XIX la que quiso moldear a su imagen y semejanza unas patrias nuevas, nacidas de las espadas flamígeras de los libertadores; preñadas de futuro; admiradoras del alma francesa por mero espíritu de contrariedad hacia lo hispánico. Unas repúblicas erigidas sobre la retórica voluntarista de la revolución, cuya promesa sobre el porvenir se confundía con la idealización del pasado feraz en el que Moro había visto la sociedad de su Utopía y Campanella su Ciudad del Sol.

Por eso, América Latina había abrazado con pasión la fantasía parricida de las vanguardias artísticas y literarias, que se han convertido en un tema fetiche para Sebreli, empeñado en señalarlas como al emperador desnudo. A estos movimientos les dedicó su libro Las aventuras de la vanguardia, publicado cuando aún duraba el revuelo causado por La era del fútbol, el ensayo de 1998 en el que se metía con uno de los asuntos más sagrados para sus compatriotas. Pero en su Crítica de las ideas políticas argentinas (2002) Sebreli no se sintió obligado a pagar tributo al patrioterismo argentino para abrir en canal el cuerpo de un país que se encontraba en aquellas fechas sobre la mesa de las autopsias; y en Comediantes y mártires (2008) dejó en paños menores a figuras tan emblemáticas para el orgullo patrio como Gardel, el Che, Evita y Maradona. Con este último libro el porteño comenzó a ser conocido más allá de la Argentina, pues recibió por él el I Premio Debate-Casa de América.

Sebreli no ha acogido con demasiado convencimiento ningún rótulo para adscribirse. "Liberal de izquierdas", ha dicho a veces, pero el kirchnerismo no duda en señalarlo de derechista, especialmente después del abierto apoyo del escritor a la candidatura de Mauricio Macri. Pero Sebreli, que en 1971 fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Homosexual, acaba de cazar una última pelea con el conservadurismo gracias a su reciente Dios en su laberinto, en donde se dedica a impugnar las religiones.

La empresa intelectual de Sebreli consiste en una reivindicación de la razón ilustrada. El examen de la historia y la genealogía de las ideas son los métodos que pone al servicio de ese intento, procurando señalar los momentos y los discursos en los que se extravió el sentido común. Para el autor porteño, la cultura occidental ha sufrido, desde Rousseau para acá, el embate sutil aunque devastador de un irracionalismo que ha echado por tierra el proyecto de civilización concebido por las Luces; y de ese irracionalismo descienden por igual las ideologías totalitarias (comunistas o fascistas) y esta descerebrada posmodernidad capitalista. El asedio a la modernidad (de 1991) y El olvido de la razón (2006) son los libros en los que Sebreli pretende reconstruir esa historia del espíritu anti-ilustrado.

En la edad en que sobrevienen las meditaciones sobre la muerte, Sebreli no se ha inclinado hacia las razones teológicas, cuya autonomía, sin embargo, pone al margen de la crítica de la cultura: "El hecho de que las religiones merezcan la condena en un tribunal de la historia no prueba la existencia o no de entidades supranaturales. Han sido forjadas por los hombres, pero ofrecen una concepción del mundo cuya existencia trasciende lo humano y como tal exige una crítica inmanente, tarea de la filosofía de la religión", reconoce. Eso sí: en sus juicios sobre la religión histórica, la ascensión de su compatriota, el papa Francisco, no le ha puesto las cosas fáciles a Sebreli, que no se cuenta precisamente entre los admiradores de Bergoglio.

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