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Santiago Navajas

Una excelente biografía de Adam Smith

¿Quién fue Adam Smith y qué representa? Ningún autor en la historia del pensamiento ha sido tan parcial y equivocadamente interpretado.

¿Quién fue Adam Smith y qué representa? Ningún autor en la historia del pensamiento ha sido tan parcial y equivocadamente interpretado.
Blackstone

"¿Qué puede añadirse a la felicidad de una persona que goza de buena salud, no afronta deudas y tiene la conciencia tranquila?".

Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales.

¿Quién fue Adam Smith y qué representa? Ningún autor en la historia del pensamiento ha sido tan parcial y equivocadamente interpretado. De quitar las capas de desinformación y hermenéutica de mercadillo se ocupa Jesse Norman –un polifacético político conservador británico que se graduó en Filosofía por el University College de Londres, fue director de Barclays y ahora ejerce en el Gobierno de Boris Johnson– en la biografía intelectual Adam Smith, Father of Economics. La doble vinculación de Norman con la filosofía y la economía le hace estar especialmente bien capacitado para comprender al filósofo que creó la economía contemporánea.

El libro dividido en tres partes respecto a la vida, el pensamiento y el impacto de la obra de Smith, de largo el más citado de los economistas clásicos. El tipo que según Thatcher inventó el thatcherismo, mientras que Gordon Brown lo reclamaba como el autor de la invisible hand y la helping hand. Tanto con Thatcher como con Brown estaría de acuerdo Norman, en su doble rol de miembro del Partido Conservador y escritor del libro Compassionate Conservatism.

Poco se sabe sobre la vida de Adam Smith, ya que era un hombre celoso de su intimidad y su reputación. Norman hace un relato exhaustivo de lo que se conoce para formular deducciones razonables desde el contexto de la Ilustración escocesa en el que vivió, en especial en su relación con su amigo íntimo David Hume y su referente conservador irlandés Edmund Burke (del que también tiene una excelente biografía Norman). Sobre su figura, pocos pensadores más sujetos a disputas y equívocos. Para unos, un defensor del laissez-faire y los mercados abiertos desregulados, simbolizados en su imagen de la "mano invisible" y representados en el término capitalismo. Para otros, un fundamentalista del mercado, un defensor del egoísmo como motor de la acción humana y un materialista heteropatriarcal. Todos ellos se equivocan. Adam Smith defendió la economía de mercado pero también la regulación de la actividad económica por parte del Estado, por ejemplo con impuestos y regulación de los bancos. Para Smith los mercados sin el Estado están ciegos, del mismo modo que el Estado sin los mercados está vacío. El liberalismo desde entonces se ha dividido en lo que podríamos denominar la derecha smithiana, al estilo de Hayek, que pone el acento en los mercados, y la izquierda smithiana, representada por Keynes, que se preocupa de la regulación desde el Estado. Pero tanto Hayek como Keynes se opusieron tanto al laissez-faire puro, contra los anarcocapitalistas, como al intervencionismo irrestricto, contra los socialistas.

Autor de dos obras fundamentales, La teoría de los sentimientos morales (1759) y La riqueza de las naciones, aunque la segunda fue posterior (1776), la primera la estuvo actualizado hasta más tarde (1790). También es importante la póstuma publicación de los apuntes de sus alumnos sobre jurisprudencia (poco antes de morir, Smith quemó miles de páginas de su obra). Se ha denominado ‘problema de Adam Smith’ a la presunta contradicción entre dichas obras, ya que mientras en la obra moral se centra en valores humanistas como la dignidad y la solidaridad, en la económica parece que sentimientos morales como la benevolencia son en el mejor de los casos irrelevantes o, en el peor, contraproducentes. Jesse Norman deshace adecuadamente este supuesto problema que se sacaron la manga los académicos de la Escuela Histórica Alemana, mostrando cómo el interés propio como motor esencial, aunque no único, de las actividades de mercado queda subsumido en valores morales de más alta categoría, como la benevolencia, el honor y la magnanimidad. También es lúcido y esclarecedor su análisis del resto de mitos que todavía suelen acompañar la recepción de Adam Smith: como que era un abogado del egoísmo y otros vicios privados para producir virtudes públicas (Smith no era Mandeville); un defensor de los ricos y los poderosos (no dudó en recomendar cárcel para ellos si alteraban la competencia en el mercado); un enemigo del Estado (junto con Locke y Montesquieu, fue el gran inspirador del Estado al modo liberal, limitado y fuerte). Por último, pero no menos importante, desmonta la visión de Adam Smith como mero economista, cuando era un pensador total, el primero de los economistas pero también el último de los grandes moralistas, a la altura de Epicuro y Marco Aurelio, y, todavía menos sabido, un teórico del Estado.

Da igual que se sea neoclásico, austriaco, ordoliberal, socialdemócrata, marxista o institucionalista: Adam Smith es sin duda el referente absoluto de todos ellos, bien para matizarlo o refutarlo. Presbiteriano en lo religioso y orgullosamente escocés, Smith era un defensor de la monarquía constitucional, la tolerancia religiosa y la libertad personal. Es decir, un referente ineludible en estos tiempos de populismos conservadores y socialistas, retroceso de las democracias limitadas y avance de los nacionalismos proteccionistas. El libro de Jesse Norman es la mejor introducción al mismo, y esperemos que sea traducido pronto al español.

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