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Jesús Laínz

La Iglesia totalitaria

Cientos de sacerdotes y obispos catalanes se han sumado a la injusticia, la opresión y la inhumanidad. Para denunciar su infame actitud se podrían utilizar los mismos argumentos que el papa Pío XI utilizó para denunciar el comunismo y el nazismo.

En junio de 1931 el papa Pío XI redactó la encíclica Non abbiamo bisogno ("No tenemos necesidad") para denunciar el totalitarismo del régimen fascista, en concreto la creciente presión sobre Acción Católica por considerarla enemiga del Estado.

El pontífice declaró inadmisible para un católico que el Estado pretendiese apropiarse de las generaciones jóvenes sobre todo en lo relativo a la educación y acusó al Gobierno de Mussolini de pretender

monopolizar enteramente la juventud desde la primera infancia hasta la edad viril para la plena y exclusiva ventaja de un partido, de un régimen, sobre la base de una ideología que explícitamente se resuelve en una verdadera estatolatría pagana, en abierta contradicción tanto con los derechos naturales de la familia como con los derechos sobrenaturales de la Iglesia.

Si éstas fueron las palabras empleadas para condenar la estatolatría del régimen italiano, más contundentes todavía fueron las que destinó seis años después, en marzo de 1937, a condenar la versión alemana del mismo fenómeno. En su encíclica Mit brennender Sorge ("Con viva preocupación") acusó de pervertir el orden divino y estar lejos de la verdadera fe a quienes situaran "la raza o el pueblo o una forma determinada de Estado" más allá de su lugar natural en la escala de valores terrenales para elevarlos a suprema norma de todo, "divinizándolos con culto idolátrico". Y se centró especialmente en los derechos de los padres a oponerse a la utilización política de la educación por parte de los gobernantes:

Los padres, conscientes y conocedores de su misión educadora, tienen, antes que nadie, derecho esencial a la educación de los hijos, que Dios les ha dado, según el espíritu de la verdadera fe y en consecuencia con sus principios y sus prescripciones. Las leyes y demás disposiciones semejantes que no tengan en cuenta la voluntad de los padres en la cuestión escolar, o la hagan ineficaz con amenazas o con la violencia, están en contradicción con el derecho natural y son íntima y esencialmente inmorales.

Y, para abreviar, simplemente mencionaremos la lucha a muerte que la Iglesia ha tenido que mantener durante un siglo contra el arquetipo de todos los totalitarismos, el marxista, infinitamente más tiránico, violento, cruel, inhumano y asesino contra la religión cristiana que sus descafeinadas imitaciones fascistas.

Hace ochenta años, en aquella convulsa época de grandes guerras y dolores, los hombres de iglesia, desde el papa hasta el último sacerdote, supieron muy bien dónde se encontraba el bien y dónde el mal, la justicia y la injusticia, la libertad y la opresión. Y no aceptaron que ningún régimen, del cariz ideológico que fuese, vulnerase la dignidad del hombre sin encontrar una voz que lo denunciase con firmeza.

Hoy, por el contrario, en una nueva manifestación de la disolución de la bimilenaria institución eclesial por culpa de sus propios miembros, cientos de sacerdotes y obispos catalanes se han sumado a la injusticia, la opresión y la inhumanidad. Para denunciar su infame actitud se podrían utilizar los mismos argumentos que el papa Pío XI plasmó en los documentos arriba citados: utilización de los niños para los fines de un partido, consideración de una ideología, un pueblo o un régimen como deidad por encima de cualquier otro valor, monopolización política de la educación, vulneración de los derechos preeminentes de los padres a decidir sobre la educación recibida por sus hijos, amenazas y violencia a quienes se opongan…

Perfecta descripción de la Cataluña actual. ¿No se han dado cuenta de ello, a lo largo de tantos años, todos esos siervos de Dios que –en compañía de Otegui y sus terroristas etarras, por cierto– han optado por apoyar el odio, la mentira, el totalitarismo, la injusticia y la opresión contra toda lógica, moral, humanidad y ley natural y divina? Sólo hay dos posibilidades: o son ciegos y sordos o son unos canallas.

Y junto al mayoritariamente execrable clero catalán, el repugnante espectáculo de los obispos del resto de España parapetándose tras una tibia equidistancia en vez de enfrentándose al mal con la firmeza de la que ellos tendrían que ser los primeros en dar ejemplo.

Curitas del demonio…

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