Sin la menor esperanza de que sirva para algo en mitad de la estridente cacofonía que asfixia por todas partes la más elemental racionalidad, es obligación del filosofar tomarse en serio las palabras, obsesivamente, sin ceder a la imprecisión o al relax de la metáfora ciega, definir y analizar, dar la batalla del rigor en el lenguaje, siempre perdida frente a la propaganda y la imagen. La escaramuza empieza aquí:
Uno de los activos más groseros en la confrontación dialéctica es elrecurso al nazismo o a Hitler como insulto con el cual mancillar el nombre del enemigo y cerrarle la boca. En la coyuntura que hoy padece España, la comparación del Gobierno de España o del Gobierno nacionalista catalán con la Alemania nazi es, en general, desproporcionada y ajena al escrúpulo histórico, filosófico y terminológico que una comprensión ajustada requiere.