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Gonzalo Altozano

2017: ¡jo, qué año!

El PP, de tanto empeñarse en no hacer política, ha terminado por convertirse una de esas empresas que abandonan Cataluña.

Pablo Iglesias, Papa Francisco, M. Rajoy y Puigdemont | Cordon Press

Pontificó Tertuliano y volvió a subir el pan

El año comenzó con una de las melonadas habituales de don Jorge Mario Bergoglio. En esta ocasión, una melonada económica. Pero, vaya, que pudo haber sido de cualquier otro tipo. Este hombre se atreve con todo. Le ponen un micrófono y es que no se puede contener, un poco como Elisa Beni. El caso es que 2017 lo empezó echando la bronca –¿verdad que está siempre como enfadado?– de las altas tasas de desempleo en Iberoamérica –y de sus no menores tasas de criminalidad– a la economía de mercado. No al narco, no a la guerrilla, no al castrismo, no al chavismo, desde luego no al peronismo. A la economía de mercado. Ahí lo llevas, macho. Huelga decir que la melonada no estaba en el hecho de la crítica, sino en los argumentos empleados, ciertamente endebles. ¿Acaso no tiene doctores la Iglesia, también en materia económica, que le preparen los discursos a este señor? Pero empezamos a sospechar que don Jorge Mario es poco amigo del sesudo dictamen de los expertos, que los temas prefiere improvisarlos sobre la marcha, como un tertuliano de 13 TV. De hecho, en lugar de Francisco, debió de haber elegido otro nombre: Tertuliano.

Vistalegre II: solo puede quedar uno

Nos referimos con lo de Vistalegre II al congreso celebrado en febrero donde se dirimió la imagen de marca de Podemos: la coleta de Pablo Iglesias –la exprimes y puedes aliñarte una ensalada– frente a las New Balance con cámara de aire y núcleo irradiador incorporado de Íñigo Errejón. Y poco más. Porque allí nunca se trató de hacer valer un discurso frente a otro (los cursis estos, que mira que son cursis, no dicen "discurso", dicen "narrativa" o, peor todavía, dicen "relato"). De lo que trató Vistalegre II no fue ni de guerra de posiciones, ni de seducción de los sectores aliados laterales ni de juego de tronos, ni siquiera de hacerse con el aparato del partido. De lo que trató Vistalegre II fue de mover a los demás y que no salieran en la foto, como Lenin con Troski, como Fidel con Mario Chanes o con Carlos Franqui. En Vistalegre II solo pudo quedar uno y, como es habitual en estas historias, quedó el más malo de los dos. Al final, la nueva política era esto, algo tan viejo como esto.

Los estibadores echan un pulso y lo ganan

Cómo no iban a ganarlo, si además de gastar los modos y maneras del sindicalista y mafioso Jimmy Hoffa –uno los ve en formación de piquete y piensa que, en lugar de repartir estopa, debiera decirse repartir estiba–, si además de esto, digo, tenían enfrente a Íñigo de la Serna, el ministro bonito, un tipo que diríase micciona agua de colonia Álvarez Gómez, uno de esos hombres que provocan rechazo en las mujeres por ser demasiado guapo. Pero no es justo cargar todo el peso de la estiba sobre los hombros de De la Serna; en todo caso, sobre los de su antecesora, Ana Pastor, quien, mayoría absoluta en ristre, pudo haber acometido la liberalización del sector, tal como exigía la UE. ¿Hemos dicho Ana Pastor? Queríamos decir Mariano Rajoy, en cuya mesa de trabajo se amontonan dos tacos de papeles: el de los asuntos que se resuelven solos y el de los que no se resuelven nunca (a saber dónde colocó el gallego el tema este de la estiba). Responsabilidad aparte tiene Albert Rivera, que se abstuvo en las Cortes de apoyar la reforma, y eso que venía de declararse liberal en el último congreso de Ciudadanos (aunque cualquiera se arruga, viendo a los bestiajos esos en la tribuna de invitados). Y luego estaban el PSOE y Podemos, valedores parlamentarios de los privilegios monopolísiticos del sindicato vertical y cojonudo de la estiba; cojonudo, entiéndase, en su sentido glandular, pues cuesta imaginar una sección lgbti dentro del mismo. Pero es lo que la tiene la izquierda de por aquí. Que a poco que la rasques te sale un Corcuera de los de patada en la puerta o un azotador de presentadoras hasta que sangren.

Más gasto, más impuestos y más deuda

Así tituló este nuestro periódico su editorial sobre la presentación en abril de los Presupuestos Generales del Estado de 2017. Hará bien el honrado, sufrido y anónimo editorialista que lo escribió en guardarlo y publicarlo de nuevo en próximos ejercicios, tal cual, modificando únicamente el año, el nombre del ministro y las siglas del partido en el Gobierno. Sería la manera mejor de explicar y entender qué quieren decir algunos cuando hablan de "consenso socialdemócrata".

La banda Pujol-Ferrusola: cuando la realidad supera a la ficción

Fue Boadella quien en el montaje de Ubú President –corría 1995, ojo– caracterizó a los hijos de Pujol con unos babies como de los salesianos y unos maletines repletos de billetes. Años después, y sin movernos de este terreno donde la realidad se funde con la ficción hasta superarla, Jordi Pujol Ferrusola, también conocido como Junior, llegó a compararse ante el juez De la Mata con el personaje que interpretaba Saza en La escopeta nacional (nota: aún mocoso, los papis de Junior le apuntaron a teatro en el cole, actividad que impartía, lo que son las cosas, un joven Albert Boadella que, harto de los malos modos del enano, un día le pegó dos guantazos, quedándose tan a gusto, el tío). Pero todo esto fue anécdota cuando en mayo tuvimos noticia de que Marta Ferrusola, con ese eterno aspecto suyo de monja secularizada –¡o sin secularizar!–, utilizaba en sus tejemanejes andorranos el alias de Madre Superiora de la Congregación. Cosas veredes, tú.

Amancio Ortega y el cáncer de la izquierda

Cáncer que se llama envidia y que volvió a mostrar su peor rostro –tampoco es que tenga uno mejor– cuando la fundación del empresario gallego anunció un donativo de 320 millones de euros a la sanidad pública para la lucha contra el cáncer. Enseguida, las mareas blancas podemitas salieron al paso diciendo que no había nada que agradecer al de Inditex, pues en su mundo imaginario de unicornios desembolsos así deberían estar dictados por la ley, y no por la soberana voluntad del contribuyente. Nótese en la reacción una pulsión liberticida, exactamente la misma que pretende poner a desfilar a los viandantes en una misma dirección los días de fiesta. En cuanto al agradecimiento, efectivamente nadie está obligado a sentirse en deuda con Ortega, ni siquiera los principales beneficiados por su donativo, esto es, los enfermos de cáncer. Son, en fin, los riesgos de la filantropía. Hecha esta salvedad, quizás sí que haya que estarle agradecido por ser de los pocos self-made men que no están continuamente dándonos el coñazo al resto con la historia de cómo amasaron su primer millón y, mucho más que por eso, por los efectos secundarios que su éxito provoca en el ánimo de folloneros y rufianes.

Otro hit de Rajoy

Sucedió durante su comparecencia como testigo en la Audiencia Nacional durante el juicio de la Gurtel, en plenos calores de julio. Poco o nada aportó el testimonio del presidente del Gobierno, al menos en lo que al esclarecimiento del caso se refiere. Cosa distinta fue su colección de frases imposibles –y, sin embargo, reales–, enriquecida con alguna como "La contestación tiene que ser gallega porque no la podría hacer riojana", en reñida competición con otras pronunciadas con anterioridad: "España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles", "Esto no es como el agua que cae del cielo sin que sepa exactamente por qué", "Un vaso es un vaso y un plato es un plato", "Es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde", "Me gustan los catalanes porque hacen cosas", "Una cosa es ser solidario y otra es serlo a cambio de nada", "Va a subir el IVA de los chuches", "España es un gran país y tiene españoles", "A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión" y, quizás, la más inquietante de todas, y no por ininteligible, sino por todo lo contrario: "No me voy a distraer de lo más importante: la economía".

Lo de Cataluña

Se celebraba este verano el veinticinco aniversario de las Olimpiadas del 92, y la ciudad que entonces asombró al mundo, Barcelona, volvió a asombrarlo, solo que por muy distintos motivos, esta vez espeluznantes: la huelga del Prat, la fobia al turista y la reacción –¿reacción?– tras los atentados islamistas… Y aún quedaba lo peor: el programado choque de trenes previsto para el otoño y que tendría como escenario principal Barcelona. Hay amplio acuerdo en que lo que en un principio pareció perdido para siempre (básicamente, España) volvió a recuperarse con el discurso del Rey y la respuesta de la gente en las calles y en los balcones. Para que luego diga Rajoy que lo importante es la economía. Aunque, bien mirado, no le falta razón: su partido, de tanto empeñarse en no hacer política, ha terminado por convertirse una de esas empresas que abandonan Cataluña. Como sigan así estos chicos, no les van a votar ni en Tabarnia.

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