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Santiago Navajas

Juan de Mariana contra Hobbes

Es en el duelo entre ambos pensadores donde va a desdoblarse la Modernidad en democracia totalitaria y democracia liberal.

Es en el duelo entre ambos pensadores donde va a desdoblarse la Modernidad en democracia totalitaria y democracia liberal.
Juan de Mariana

Lucas Beltrán, el gran economista liberal español de la posguerra, escribió acerca de Juan de Mariana y su Tratado y discurso de la moneda de vellón:

Para nosotros, el Tratado y discurso sobre la moneda de vellón es una defensa de la propiedad privada, de la democracia política, de los presupuestos equilibrados y de la moneda sana de valor estable, que resulta ventajosa para todas las clases sociales. Si no conociéramos ninguna otra obra del autor, no dudaríamos en calificarle de economista liberal.

La importancia del análisis de Lucas Beltrán reside en ir a contracorriente de las descripciones negativas que sobre la obra de Juan de Mariana se habían vertido por parte de estudiosos tan prestigiosos comoPi y Margall, que lo había traducido, el cual sostenía que

el pensamiento capital de Mariana consistía en organizar una teocracia omnipotente. Queríalo, en efecto, y , aunque con algo de embozo, no dejaba de revelarlo a cada paso en sus escritos.

Pero no era el socialista y colectivista –además de confuso y radical decimonónico– intelectual catalán el más indicado para evaluar el pensamiento liberal de un sacerdote cristiano, ya que sus prejuicios anticlericales iban a actuar de prisma interesado para oscurecer el gran mensaje a favor de la libertad de Juan de Mariana. Levantemos el embozo con el que Pi y Margall ocultó el auténtico pensamiento de Juan de Mariana y comprobemos que tras la defensa de la "teocracia omnipotente" hay en realidad un esquema de lo que llegaría a ser, con Locke, Hume y Smith, un paradigma liberal plenamente consolidado.

Lucas Beltrán trataba de conciliar su visión de un Juan de Mariana protoliberal con la de Pi y Margall, que lo concebía como hemos visto como un teocrático defensor del Antiguo Régimen, proponiendo que había dos padres Mariana, como antes de él se distinguió entre dos Aristóteles y posteriormente se hablaría de dos Kant o dos Wittgenstein. El primero, fundamentalmente el de Del rey y las instituciones reales (1599; de ahora en adelante, Del Rey), sería un defensor de una sociedad teocrática y socializante, guerrera e intolerante: la Iglesia católica tendría todo el poder político y dominaría a los reyes y al pueblo. Por el contrario, el segundo, el del Tratado y discurso sobre la moneda de vellón (1609), sería un liberal defensor de la propiedad privada, la libertad económica, la democracia política y la moneda sana.

Lucas Beltrán cree que hay un corte abrupto en el paso del siglo XVI, el último de los medievales, al XVII, el primero de los liberales. Sin embargo, Beltrán se equivocaba al confiar en la sesgada lectura anticlerical de Pi y Margall.

Del Rey, publicada por primera vez en las postrimerías del siglo XVI, tuvo una segunda edición en 1605, en Maguncia, con un nuevo capítulo donde se adelantaban las tesis del Tratado del vellón. Algunas de las medidas que defendía Juan de Mariana en Del Rey son inequívocamente liberales. Beligerantemente antiinquisitorial, se posicionó no sólo en la teoría sino en la práctica contra la censura. En Estados Unidos estarían, por otro lado, encantados con la defensa que hace Juan de Mariana del derecho a la defensa propia. Así, la obligación que tiene el Estado de defender a todos no lleva, según Juan de Mariana, a eliminar el derecho que tiene cada cual a la legítima defensa. Por ello, también recomienda el entrenamiento físico e incluso militar. Pero donde se muestra más a las claras el liberalismo de Juan de Mariana es en su concepción de los límites al poder del rey. No solo por su famosísima justificación del tiranicidio, que creo que ni siquiera Gandhi objetaría para casos como Hitler o Stalin ("Es, sin embargo, saludable que estén persuadidos los príncipes de que si oprimen al reino, si se hacen intolerables por sus vicios y por sus delitos, pueden ser privados de la vida, no sólo con derecho, sino hasta con aplauso y gloria de las generaciones venideras"), sino porque establece que el poder reside originariamente en el pueblo, sellando de manera revolucionaria el compromiso del liberalismo con la democracia, como la mejor manera de limitar el poder del soberano. También fue un adelantado en la concepción de que la economía forma parte fundamental del pensamiento liberal (lo que sería obviado e incluso rechazado por pensadores españoles liberales como Ortega y Gasset o Marañón).

Su condición de jesuita, y la importancia que otorgaba al poder papal contra la diversidad de religiones, fue lo que llevó a Pi y Margall a considerarlo el último de los escolásticos teocráticos en lugar del primero de los demócratas liberales. Pero es como considerar a Locke un fundamentalista absolutista por el hecho de que no admitía la tolerancia para con los ateos, los católicos o los musulmanes.

En realidad, no se entiende la gran aportación revolucionaria a fuer de liberal de Juan de Mariana si no se le enfrenta con el gran pensador político de su época, el anglosajón Thomas Hobbes, que en su Leviatán va a poner los fundamentos absolutistas de lo que podríamos denominar protototalitarismo. Del mismo modo que Juan de Mariana, Thomas Hobbes también tiene aún un remanente teológico medieval en ciertos aspectos de su formulación, como se pone de manifiesto en las últimas partes de su obra sobre el "reino cristiano" y el "reino de las tinieblas". Pero es en el duelo entre Hobbes y Juan de Mariana donde va desdoblarse la Modernidad en democracia totalitaria –que fundamentará el inglés– y democracia liberal –postulada por el español–.

Tanto Hobbes como Juan de Mariana dan un giro copernicano a la concepción democrática del poder. En palabras del filósofo español (v. capítulo VI, sobre "Si es lícito suprimir al tirano"):

Yo juzgo que cuando la potestad real es legítima tiene su origen en el pueblo, y los primeros reyes en cualquiera república han sido elevados al poder supremo por una concesión de aquel.

Esta concepción democrática del poder será la dominante hasta nuestros días, y pasará por la decapitación de reyes como Carlos I de Inglaterra o Luis XVI de Francia, últimos representantes en la Tierra de una concepción del poder en cuanto que derivado de Dios. Sin embargo, de dicha concepción democrática se derivarán una versión liberal-socialista y otra autoritaria-totalitaria. Esta última tiene su fundamento en Hobbes, el cual, en el capítulo XXIX de su Leviatán, recomienda crear un Estado todopoderoso, porque la más mínima debilidad lo llevaría a la desintegración. ¿Y cuáles son las características de un poder indestructible, según Hobbes? Fundamentalmente, el mal diseño institucional proviene, según Hobbes, de no consagrar un poder absoluto. Para Hobbes, el poder no se puede someter a las leyes civiles, debe poseer absolutamente la propiedad y en absoluto puede dividirse. Además, debe tener una capacidad irrestricta sobre el dinero y para crear monopolios.

Por el contrario, para Juan de Mariana, un poder que sea tan firme como legítimo será circunscrito por las leyes, de manera que será un poder limitado, y su objetivo, el bienestar de los ciudadanos, no el provecho de los grupos que toman el control del aparato estatal. De esta manera, al limitar el poder del Estado mediante la división del poder, Juan de Mariana establece que la autoridad de la república es "mayor que la de los reyes" (sobre todo en lo relacionado con la imposición de tributos y la derogación de leyes), en total contradicción con Hobbes, que dice:

Existe una sexta doctrina directa y llanamente contraria a la esencia de un Estado: según ella, el soberano poder puede ser dividido. Ahora bien, dividir el poder de un Estado no es otra cosa que disolverlo, porque los poderes divididos se destruyen mutuamente uno a otro.

Carl Schmitt, el gran jurista nazi, situará a Hobbes como su padre intelectual, en una línea que va de Maquiavelo a Sorel pasando por Nietzsche. Por el contrario, el lugar adecuado a Juan de Mariana comienza en Erasmo de Róterdam, como antagonista humanista del cinismo de Maquiavelo, y seguirá a través de John Locke y Thomas Jefferson hasta llegar en nuestros días a James Buchanan y los teóricos de la Elección Pública, que buscan desarrollar un marco institucional que controle el poder del Estado enfrentado a la sociedad civil.

Podríamos creer que, tras la derrota del fascismo y el comunismo, las democracias totalitarias han sido vencidas definitivamente por la democracia liberal. Pero esto es un espejismo, ya que precisamente en la hora de su mejor victoria las democracias liberales están siendo debilitadas desde dentro por el populismo, de derechas e izquierdas, por el autoritarismo proteccionista a lo Trump y el multiculturalismo relativista de Obama. Por ello precisamente hace falta reivindicar y releer la obra de Juan de Mariana, que cimentó la seguridad en la libertad, al contrario de un Hobbes que basaba la primera en la destrucción de la segunda.

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