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Santiago Navajas

Pablo Casado y Hayek

Que nadie en el PP olvide que, en el sintagma 'liberal-conservador', el primer elemento prima sobre el segundo.

Agencia

La victoria de Pablo Casado es la mejor noticia para los que nos tomamos la política en serio. Con el nuevo presidente del PP se culmina un cambio generacional en España que ha eliminado a los tecnócratas y puesto en su lugar a los ideólogos. Porque Pablo Iglesias y Albert Rivera eran capaces de mantener un diálogo en el que las ideas de fuste fuesen más importantes que las consignas vacías. En el que los nombres de Gramsci y Kant salieran en un debate sobre derechos fundamentales y límites del Estado. Casado sumará a ese debate los nombres de Hayek y Adam Smith (Liberales, 3 - Comunistas, 1). Que un político del PP no solo no abjure del gran pensador austríaco, como hicieron otros, sino que lo reivindique como su referente fundamental es algo que confortará a los liberal-conservadores que durante el largo desierto intelectual que han padecido, con un liderazgo inane en lo filosófico, regresivo en lo económico y rendido en lo cultural, se han visto tratados poco menos que como leprosos ideológicos tanto por la tropa facha como por la jauría progre que los tachaba, haciendo pinza paternalista e intervencionista, de "neoliberales".

Hemos ganado, por tanto, por la amplitud del debate y también porque en él resuenan más voces liberales. Tanto Casado como Rivera no tienen ningún complejo en este sentido. Rivera ha hecho que Ciudadanos se declare inequívocamente como liberal-progresista y se ha sumado a ALDE, la alianza liberal europea. Por su parte, Casado responde al perfil de liberal-conservador. Es decir, podemos estar seguros de que por la parte económica se va a poner sobre el tapete la agenda liberal consistente en bajadas de impuestos, eliminación de burocracia, liberalización de mercados (como el laboral) y, en general, una orientación pro mercado, de la educación a las pensiones, que nos permita mejorar en los índices internacionales en los que estamos atrasados, de la libertad económica a la innovación.

De igual importancia es el compromiso liberal con la igualdad. La igualdad de oportunidades lleva a eliminar cualquier tipo de discriminación por prejuicios colectivos y privilegios comunitarios. Lo que lleva a tratar como irracionales e injustas las maneras del supremacismo machista y de la ideología de género, que están desatando una caza de brujas y poniendo en peligro fundamentos del Estado de Derecho como la presunción de inocencia. También la pasión por la igualdad en el liberalismo lleva a combatir la actual configuración del Estado de las Autonomías, escorada hacia los intereses nacionalistas y que hace que determinados territorios estén por encima de otros, atacando derechos individuales como el de la educación o privilegiando fiscalmente a unas autonomías sobre otras. La recuperación de la fórmula café para todos debe ser el horizonte liberal de cualquier reforma constitucional que se haga en este sentido. Un federalismo que no es liberal, orientado a multiplicar los derechos y la competencia, se convierte en opresión y xenofobia.

Conviene que Casado no olvide que puede hacer compatible su catolicismo moral con su liberalismo político, siempre que no confunda los planos y pretenda hacer que el personal comulgue con ruedas de molino.

Fuera del ámbito estrictamente político, también es crucial el compromiso epistemológico liberal con la verdad y la objetividad. A diferencia de las propuestas conservadoras que se decantan por una verdad absoluta vinculada a fuentes irracionales como la fe o la Revelación, y de las ideologías relativistas de izquierdas que consideran que solo hay relatos ficticios relacionados con el poder, el liberal considera que sí existen una verdad y una objetividad, vinculadas el método científico, las evidencias disponibles y el debate sin falacias. Por lo que se mostrará tan contrario al adoctrinamiento catecumenal de la derecha como a los relatos (chinos) y la (des)memoria histórica tergiversadores de la izquierda.

Sin embargo, por la parte conservadora Casado se ha mostrado partidario de políticas "en defensa de la vida y de la familia". Lo que es perfectamente compatible con la versión liberal hayekeana siempre y cuando las recomendaciones en contra del aborto o de determinados estilos de familia no se conviertan en obligaciones. Es perfectamente compatible con una ley de despenalización del aborto como la actual, de corte liberal, una política pública que implemente medidas que incentiven a las mujeres a seguir con sus embarazos pero sin llegar a prohibirles o dificultarles aquél. Del mismo modo, cabe una política sanitaria que apoye a los que sufren enfermedades muy graves para que no tengan interés en acabar con sus vidas, pero sin llegar, como en el caso anterior, a impedir que sean dueños de sus cuerpos y sus destinos. Tres cuartos de lo mismo para políticas públicas que faciliten e incentiven que se puedan formar familias mediante adopciones, de manera que éstas se conviertan en una alternativa atractiva para aquellos que hoy optan por la gestación subrogada, pero sin que grupos ideológicos puedan imponer a los demás su visión moral del mundo.

Como es fan de Hayek, no hace falta que le recuerde a Casado la cita de Lord Acton con la que el filósofo vienés comenzaba su ensayo acerca de por qué no era conservador (Rivera podría releerlo, ya que también explica Hayek por qué no era progresista sino liberal-liberal: "La mayoría de quienes se consideran progresistas no hacen más que abogar por continuas menguas de la libertad individual"). Pero ha sido tanta la publicidad contra el pensador liberal que no vendría mal colgarla como cartel en la sede del PP, no vaya a ser que alguien olvide que en el sintagma liberal-conservador lo liberal antecede y prima sobre lo conservador:

Siempre fue reducido el número de los auténticos amantes de la libertad; por eso, para triunfar, frecuentemente hubieron de aliarse con gentes que perseguían objetivos bien distintos de los que ellos propugnaban. Tales asociaciones, siempre peligrosas, a veces han resultado fatales para la causa de la libertad, pues brindaron a sus enemigos argumentos abru­madores.

El libro favorito de Casado es Camino de servidumbre, donde se puede leer:

El socialismo y el totalitarismo están basados en el colectivismo y son incompatibles con la libertad humana.

Pero en el mencionado ensayo anterior Hayek se posicionaba también contra el conservadurismo, porque

al liberal no le preocupa cuán lejos ni a qué velocidad vamos; lo único que le importa es aclarar si marchamos en la buena dirección. En realidad, se halla mucho más distante del fanático colectivista que el conservador. Comparte este último, por lo general, todos los prejuicios y errores de su época, si bien de un modo moderado y suave; por eso se enfrenta tan a menudo al auténtico liberal, quien, una y otra vez, ha de mostrar su tajante disconformidad con falacias que tanto los conservadores como los socialistas mantie­nen.

Conviene, por tanto, que Casado no olvide que puede hacer compatible su catolicismo moral con su liberalismo político, siempre que no confunda los planos y pretenda hacer que el personal comulgue con ruedas de molino.

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