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Mikel Buesa

Agua

No es descartable que la renovada confianza que los directivos de Agbar tienen en el Gobierno nacionalista-insurreccional sea una especie de seguro de permanencia en el negocio.

El del agua es un negocio fabuloso porque todo el mundo tiene sed y, cuando el grifo se seca, se queja amargamente prometiendo no volver a votar a los que mandan aunque sea el clima el causante del estrago. Que se lo digan si no a aquel alcalde de Vitoria que, hace un poco más de sesenta años, enfrentado a los problemas de suministro que la inmigración inducida por el desarrollo industrial había provocado, sentenció: "El problema de Vitoria es el agua y la solución es el vino". Dicho y hecho: con una tasa municipal sobre el consumo de txikitos recaudó lo necesario para ampliar el abastecimiento de la ciudad desde los embalses de Ullíbarri y Albina. A día de hoy, el servicio correspondiente es el mejor valorado, de entre todos los municipales, por los vitorianos.

Es curioso ver que, sobre este asunto, las soluciones públicas y privadas funcionan de una manera más bien pareja. Por ejemplo, cuando las reservas amenazan con agotarse, todos los gestores del servicio propugnan restringir el suministro por las noches, algo que puede parecer insólito –porque de noche todos los gatos son pardos y, además, salvo los insomnes, nadie consume agua– pero que tiene su razón de ser en el hecho de que uno de los mayores consumos urbanos es el del agua que se va por los agujeros que hay en la red de distribución, desperdiciándose miserablemente. A veces, los responsables del servicio se dedican a arreglar las tuberías y entonces se producen acontecimientos de extraña apariencia, como el de aquel alcalde de Córdoba que se negó a cortar el preciado líquido durante una sequía.

En Cataluña ya no hay incertidumbre y ello justifica que la compañía retorne a Barcelona, lugar de donde había salido apresuradamente hace un año a raíz de la declaración de independencia. Pero ahora Agbar nos dice que pelillos a la mar, que ya no queda nada de aquello y que Cataluña es segura para los negocios, los accionistas, los clientes y los trabajadores.

Las empresas del ramo suelen tener cuentas bien saneadas y, cuando están en manos de los ayuntamientos o las comunidades autónomas, sus puestos directivos son una bicoca muy apetecida por los políticos en retirada y por sus amigos y familiares. También en las de capital privado pululan ese tipo de personajes. Es lo que tiene explotar un monopolio territorial, porque al final estas empresas dependen de las decisiones que tomen los gobernantes de turno.

Quizás, en este ramo, la empresa privada más importante de España sea Aguas de Barcelona, Agbar, para entendernos. Hay que hablar de ella porque hace un par semanas nos ha sorprendido con una de las declaraciones más insólitas de los últimos tiempos: en Cataluña ya no hay incertidumbre y ello justifica que la compañía retorne a Barcelona, lugar de donde había salido apresuradamente hace un año a raíz de la declaración de independencia. Pero ahora nos dice que pelillos a la mar, que ya no queda nada de aquello y que Cataluña es segura para los negocios, los accionistas, los clientes y los trabajadores. Es curioso que, al mismo tiempo, las entidades empresariales más relevantes están señalando todo lo contrario; o sea, que la incertidumbre económica en la región es cada vez más grande y que se suma, además, a la que ha generado el plagiario Sánchez con su diletante política. Mientras tanto, el presidente Torra renueva su compromiso todos los días con la secesión y el ambiente catalán refleja una violencia contenida de momento. Claro que, según se comenta en los mentideros de la Plaça de Sant Jaume, parece que la alcaldesa de Barcelona tiene avanzado un proyecto para volver a municipalizar el abastecimiento de agua, seguramente porque no traga con la decisión que en su día tomaron sus predecesores al asignárselo a Agbar. Por cierto, que está todavía en curso una investigación judicial en la que, según dice la prensa, se atribuye a esta empresa unas donaciones sustanciosas a fundaciones, como la Trias Fargas, vinculadas con Convergencia Democrática de Cataluña, el viejo partido nacionalista, hoy reconvertido al independentismo.

Total, que el ambiente está enrevesado y ello podría dar al traste con las suculentas rentas que, al líquido elemento, les saca Agbar en esa ciudad. Por eso, no es descartable, aunque lo digo a título de hipótesis, que la renovada confianza que los directivos acuáticos tienen en el Gobierno nacionalista-insurreccional sea una especie de seguro de permanencia en el negocio. Ello me recuerda el viejo consejo que, en mi juventud, solía dar don Celedonio, sabio profesor de latín y director del colegio de los Marianistas de Vitoria: "En caso de duda, genuflexión".

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