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Eduardo Goligorsky

El miedo racional es contagioso

Se necesita un nuevo Gobierno fiel a los valores del patriotismo cívico para emprender la labor regeneradora y cortar de raíz la subversión.

Se necesita un nuevo Gobierno fiel a los valores del patriotismo cívico para emprender la labor regeneradora y cortar de raíz la subversión.
EFE

El manganello era la porra que los jóvenes –y no tan jóvenes– fascistas italianos utilizaban para agredir a los demócratas. Hoy lo blanden nuestros amos de la porra, los jóvenes –y no tan jóvenes– gamberros de los CDR, para vapulear a los constitucionalistas. "El mañana me pertenece", cantaban los embriones de genocidas de las juventudes nazis. "La calle es toda nuestra", vociferan los mamporreros supremacistas cuando acosan a los que ellos consideran miembros de la raza inferior española. Sobre todo si son jueces, fiscales, dirigentes políticos, ciudadanos que defienden sus derechos legítimos o empresarios que no secundan los caprichos identitarios. Precisamente reza un titular (LV, 8/12):

El Consejo General del Poder Judicial pide más protección pata los jueces destinados en Catalunya.

Son muy brutos

Solo el Gobierno de España podría brindar ese amparo a los magistrados y sus familias víctimas de amenazas patibularias y a las sedes judiciales untadas con excrementos, pero su connivencia con el Estado Mayor de los vándalos frustra cualquier iniciativa protectora. El mismo día en que apareció ese titular explícito se publicó en el mismo diario otro aun más alarmante:

Torra pone en cuestión a los Mossos y exige a Buch cambios en Interior – La reacción del President a las cargas en Girona y Terrassa desata una tormenta política.

Los Mossos en la diana. Es lo que faltaba. Los secesionistas son muy brutos: hicieron saltar en pedazos sus propias coaliciones y las convirtieron en una olla podrida de facciones antagónicas; sabotearon la convivencia en los sindicatos, las patronales, los colegios profesionales, las iglesias, los centros de enseñanza, los círculos intelectuales y artísticos, los clubes deportivos y cualquier otro colectivo vulnerable; y sembraron la discordia entre familiares, amigos, vecinos, socios.

No vuelve a crecer la hierba en los terrenos que pisan. Y ahora les toca el turno a los Mossos, a los que ya habían puesto en entredicho durante los referéndums ilegales, y colocado en una situación de peligro físico el 1 de octubre, cuando la manada obedeció la orden del macho beta Quim Torra y los apretó en la puerta del Parlament. Recordemos que el macho alfa prófugo Carles Puigdemont está pasándolo pipa en el sibarítico Waterloo mientras sus cortesanos le rinden pleitesía desde el ojo del huracán con ayunos histriónicos y huelgas de hambre anacrónicas. Aquel espectáculo de asedio a los Mossos fue tan escandaloso que hasta el desahuciado Artur Mas se atrevió a asomar la cabeza por encima del borde de la papelera de la historia donde yace, para insinuar que él no habría exhortado a apretar.

"Zonas liberadas"

Lo que pretenden los golpistas es que los Mossos se comporten como los esbirros de los regímenes totalitarios, donde los jerarcas delimitan las que ellos llaman "zonas liberadas", en las cuales quienes deberían ser agentes de la ley reciben la orden de mirar para otro lado mientras los sicarios cometen sus atrocidades. Vía libre para los jóvenes hitleristas, los guardias rojos maoístas, los asesinos de la Triple A naziperonista argentina, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) castristas y los Comités de Defensa de la República (CDR) torristas. Un caso premonitorio de zona liberada: los Mossos aplicaron el protocolo tácito de no intervención contra el delito cuando un escaso centenar de pandilleros bloquearon durante quince horas la AP-7 a la altura de l'Ampolla, colapsando el tráfico de regreso del puente de la Constitución.

La ofensiva ya no apunta solo contra la Policía Nacional, la Guardia Civil y las Fuerzas Armadas de España. Los agentes del caos no pueden soportar la presencia de un solo cuerpo encuadrado en la defensa del orden legal, como los Mossos, aunque en la etapa Trapero estos fueran remisos en el cumplimiento de su deber. De lo cual se desprende que urge reimplantar la disciplina para neutralizar a los hooligans antes del 21 de diciembre, cuando la ANC, los CDR y los pirómanos de Bandera Negra y La Fronda, ansiosos por imitar las salvajadas de los chalecos amarillos franceses, pondrán en marcha su anunciado plan subversivo contra la reunión del Consejo de Ministros en Barcelona (v. la información documentada de Pablo Planas en LD, 9/12).

Depósito de cadáveres

¿Subversivo? La palabra es muy dura, pero ya está en boca de quienes ponían en tela de juicio las imputaciones de rebelión o sedición y se inclinaban por los fomentos antiinflamatorios. "Arrecia la locuacidad subversiva del independentismo", escribe la directora adjunta de La Vanguardia, Lola García ("El Govern se cuperiza", 9/12). Sucede que corrido por el desprecio de las naciones civilizadas, el racista Quim Torra fue a escarbar en el depósito de cadáveres que dejó tras de sí la difunta Yugoslavia y creyó encontrar el modelo ideal para su repúblika cainita en la fratricida Eslovenia.

Pero la apelación a la vía eslovena fue una llamada de atención incluso para los independentistas desprovistos de instintos necrófilos como los de Torra y el vividor Toni Comín, quien proclamó, desde su intocable refugio belga, que "el tramo que queda" para conseguir la independencia será "dramático", y que ha llegado el momento de "pagar un precio alto". Comín obra como el general cobarde del cuento que ordena a sus soldados: "Armémonos y vayan a pelear".

Sermón bélico

"Damos miedo, y más que daremos", amenazó el alucinado Carles Puigdemont (toda la prensa, 1/7/2017). Lo ha conseguido, con la peculiaridad de que lo inspira no solo a sus víctimas potenciales, que son más de la mitad de los catalanes y la casi totalidad de los españoles, sino también a sus adláteres más apegados a la buena vida. El miedo racional es contagioso.

Francesc-Marc Álvaro, que tiene vocación de predicador laico pero no de mártir partisano, constató alarmado ("Eslovenia y cartón piedra", LV, 10/12):

Torra soltó lo siguiente durante la presentación, el sábado, del Consell per la República, al lado de Carles Puigdemont, Toni Comín, la presidenta de la ANC y varios consellers del actual Ejecutivo: "Los catalanes hemos perdido el miedo. No nos dan miedo. No hay marcha atrás en el camino hacia la libertad. Los eslovenos decidieron salir adelante con todas las consecuencias. Hagamos como ellos y estemos dispuestos a todo para vivir libres".

Y a continuación se formuló muchas preguntas en torno a este sermón bélico, entre las que sobresalen dos:

¿Qué significa exactamente estar "dispuestos a todo?" (…) ¿Qué se pretende prometiendo solemnemente un camino que todos los dirigentes independentistas saben que es imposible de tomar, además de indeseable?

Omite señalar Álvaro que en ese mismo acto fue muy aplaudido el rapero prófugo Valtónyc, trovador del odio enrolado en la campaña hispanófoba. Aplauso a un sádico rabioso que confirma la postración moral de los 800 asistentes a la convocatoria.

Una carta esclarecedora

Lo bueno del desatino de Torra es que movió al director de La Vanguardia a repescar la carta esclarecedora que el sabio Josep Tarradellas envió a otro director del mismo diario, Horacio Sáenz Guerrero, mucho más creíble que el actual, dicho sea entre paréntesis. La carta se debería publicar íntegra, por su contenido desmitificador de la farsa pujolista, pero conformémonos con este fragmento de palpitante actualidad escrito en 1981:

Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado catalán ni la República Federal Española, ni los responsables de cuanto sucede morirán por Catalunya, nada de eso. Lo que se hará es querer hacer olvidar las actitudes irresponsables de los mismos que han hecho fracasar nuestra autonomía, consiguiendo la desunión de Catalunya y el enfrentamiento con España, y con eso la actitud de los autores de esta situación es imperdonable. Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos nos haya conducido al estado lamentable en que nos encontramos.

En 1979, en un célebre discurso que pronunció en Morella, Tarradellas pidió un "golpe de timón" para asegurar la gobernabilidad de España. No existían las condiciones sociales, económicas y políticas para llevarlo a buen puerto. Hoy la Constitución nos pone en bandeja de plata dos artículos –l 116 y el 155–, y no solo uno, para salvar a la sociedad abierta, a la monarquía parlamentaria y a la comunidad de ciudadanos libres e iguales de la embestida del totalitarismo nacionalista, populista y disruptivo.

¡Basta de miedo!

Los CDR anuncian que el 21-D "seremos ingobernables" y los GAAR (Grups Autònoms d'Accions Ràpides) prometen "el sabotaje en las vías de tren, metro y tranvía, las fuerzas del orden y las comunicaciones por cableado" ("Chalecos amarillos para recibir a los ministros", LV, 12/12). Las aves carroñeras que se zamparon Eslovenia sobrevuelan Cataluña.

Se necesita un nuevo Gobierno fiel a los valores del patriotismo cívico para emprender la labor regeneradora y cortar de raíz la subversión antes de que la camarilla de renegados complete el desmantelamiento de España. ¡Basta de miedo!

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