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Santiago Navajas

Rivera ya no es Churchill

En Ciudadanos han sido incapaces de hacer frente a las presiones mediáticas y de librar la guerra cultural que ha desatado el lobby del feminismo de izquierda y el socialismo de la identidad.

En la película El instante más oscuro se relata el momento más terrible de la historia de Gran Bretaña. Hitler había comenzado la invasión de toda Europa y parecía que nada ni nadie podía pararlo. En el Parlamento británico, el conservador Neville Chamberlain tuvo que dimitir tras su fracasado intento de apaciguar al Führer. Todo el mundo quería que le sucediera Lord Halifax, delfín de Chamberlain y amigo personal de Jorge VI. Pero Halifax no se veía de protagonista y dejó paso al segundo de la lista, un político al que nadie quería –lo tachaban entonces de narcisista, alcohólico, aventurero… como hoy lo acusan de racista, colonialista, imperialista...– pero que fue el único que insistió en que buscar un pacto con Hitler era peor que un crimen, un error: un tal Winston Churchill.

Sin embargo, y a la espalda de Churchill, Chamberlain y Halifax seguían tramando para llegar a un acuerdo con Hitler vía Mussolini. Churchill quería ganar la guerra; Chamberlain y Wood luchaban para alcanzar la paz. Los tres eran buenos hombres con grandes ideales. Sin embargo, diferían en los medios para conseguir un fin idéntico: la salvaguarda del Reino Unido. Mientras Churchill creía que merecía la pena arriesgarse a perder la guerra, porque un acuerdo con Hitler significaría la derrota de los valores superiores de la libertad y la justicia, Chamberlain y Halifax creían que la ignominia de llegar a un acuerdo con Hitler estaba justificado en aras del bien superior de la paz.

Aunque a toro pasado nos sentimos hermanados con la decisión de Churchill, la película nos pone en la tesitura de enfrentar nuestra empatía con Churchill con la intuición de que si hubiéramos vivido en aquella época seguramente habríamos estado de acuerdo con la posición prudente y razonable de Chamberlain y Halifax. ¿Acaso la seguridad no es un valor más importante que la libertad a la hora de enfrentar un riesgo probable de destrucción? Y, sin embargo, la rectitud moral y la firmeza de carácter de Churchill para resistirse a los cantos de sirena de la presión del grupo y el consenso de la élite, así como su capacidad retórica y la inteligencia de su argumentación, nos traen a la cabeza aquella historia judía sobre los treinta y seis justos que, en cada generación y sin ellos mismos saberlo, sostienen sobre sus espaldas todo el peso moral de un mundo dominado por los abyectos y los miserables.

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Cuando se promovió la Ley de Violencia de Género, Ciudadanos denunció que la lucha contra la violencia hacia las mujeres se instrumentalizaba por parte de la izquierda para promover la ideología de género, que defiende que los hombres son una clase a la que hay que criminalizar, satanizar y perseguir, despojándoles de derechos y de la presunción de inocencia e instaurando una asimetría legal injustificable. Ciudadanos consignó en su programa electoral:

Que hombres y mujeres, y en definitiva todas las personas, se vean como iguales, con el mismo valor y con los mismos derechos y tratamiento jurídico, es un paso fundamental para acabar con la violencia de género, con cualquier otro tipo de violencia y toda forma de discriminación (...) Consideramos que la violencia de género y la violencia intrafamiliar son experiencias traumáticas tanto para las mujeres como para los hombres, las niñas y niños, e incluso los mayores que la sufren o han sufrido (...)

Ciudadanos propuso un título alternativo: Ley Contra la Violencia Intrafamiliar. Porque también hay que prevenir otro tipo de violencias, como las que ejercen fundamentalmente las mujeres sobre los niños. Evidentemente, la expresión "las mujeres" es una manera de hablar, porque no se puede culpar a la inmensa mayoría de las mujeres de lo que hace una ínfima minoría. Castigar a personas concretas por un resultado estadístico de su grupo es lo que se conoce como falacia ecológica. Falacia que se aplica, sin embargo, a los hombres como si fuese un postulado de Euclides.

Defendía Ciudadanos:

En cuanto a la actual ley contra la violencia de género, (...) pensamos que debe ser modificada para acabar con la asimetría penal por cuestión de sexo y la ineficacia de la propia ley.

Sin embargo, tanto Ciudadanos como el PP han apoyado una Ley de Igualdad en Andalucía que, además de ser una "Ley Mordaza" –Podemos dixit– contra cualquiera que no participe del punto de vista del feminismo de género, establece una asimetría en derechos y deberes entre hombres y mujeres, por la que los primeros pasan a ser considerados ciudadanos de segunda. También crea una red de observatorios y asociaciones feministas de género –nunca se insistirá lo suficiente en separar el feminismo en general de la versión izquierdista que detenta el mayor poder de representación y de captación de fondos por parte del Estado– que configuran un entramado subvencionado de intereses creados. Por último, pero no menos importante, proyecta una campaña de adoctrinamiento en la ideología de género en todas las instituciones públicas y privadas, de las educativas a las judiciales pasando por las sociales. Todo esto va contra el ADN liberal que reclaman tanto Casado como Rivera. Pero han sido incapaces –bien por falta de valentía, por incompetencia o por cálculo electoral– de hacer frente a las presiones mediáticas y de librar la guerra cultural que ha desatado el lobby del feminismo de izquierda y el socialismo de la identidad.

La propuesta original de Ciudadanos para una ley alternativa a la Ley de Violencia de Género defendía a las mujeres sin comprar los dogmas de género. Era una propuesta genuinamente liberal, ya que no sacrificaba la libertad, la presunción de inocencia y la simetría de derechos en el altar de la seguridad, sino que hacía hacía todo eso compatible. Y trazaba una distinción que no era, como de manera maniquea y simplona trata de hacer creer la mayor parte de los medios, entre machistas y feministas, sino más bien entre aquellos que no creen que el fin justifica los medios, y que la igualdad formal de derechos es el fundamento de una sociedad justa y libre, y los que están a favor de la "igualdad real" al precio que sea.

En El instante más oscuro, incluso Winston Churchill duda de sus creencias, y está a punto de rendirse ante la coalición de los apaciguadores. Todos tenemos una natural tendencia a plegarnos al lugar común, al statu quo y al consenso de lo que Dios manda o la multitud clama. Lo que Francis Bacon denominaba "los ídolos de la tribu". Sin embargo, Churchill supo encontrar en su inmensa cultura, su facilidad para hilvanar palabras –y, por tanto, emociones e ideas–, su confianza y el apoyo de sus personas más allegadas –además de, digámoslo todo, algo de whisky y champagne– la energía necesaria para no doblegarse y hacer triunfar su informe de la minoría.

Termina la película con una de sus célebres citas:

El éxito no es el final. El fracaso no es fatal. Es el coraje para continuar lo que cuenta.

PS. Churchill perdió las elecciones tras ganar la guerra. Pero para los que pretenden ganar en las urnas sin presentar batalla en las ideas cabe recordar otra cita de Churchill: "Nunca se rindan, nunca cedan, nunca, nunca, nunca, en nada grande o pequeño, nunca cedan salvo por las convicciones del honor y el buen sentido. Nunca cedan a la fuerza; nunca cedan al aparentemente abrumador poderío del enemigo".

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