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Santiago Navajas

"¿Por qué no te callas?"

López Obrador no se ha expresado en cuanto que mexicano sino en tanto que resentido, populista y fracasado.

López Obrador no se ha expresado en cuanto que mexicano sino en tanto que resentido, populista y fracasado.
EFE

Este podría ser el sucinto mensaje que Felipe VI, rey de España, mandase a López Obrador, presidente de México, en respuesta a la exigencia del mexicano para que España pida perdón a su país por lo acontecido cuando Hernán Cortés y sus hombres llegaron a tierras americanas.

Porque López Obrador no se ha expresado en cuanto que mexicano sino en tanto que resentido, populista y fracasado. Resentido porque es incapaz de asumir el enorme legado que España ha hecho a su país; populista porque trata de inflamar los sentimientos nacionalistas de los mexicanos que quieran caer en la trampa del odio; fracasado porque no hace sino correr una cortina de humo para tratar de cubrir el fiasco de su gestión en particular y en general del México moderno, que ha oscilado en los últimos tiempos entre la dictadura silenciosa (Vargas Llosa dixit) y el Estado fallido (por obra y gracia de los narcos terroristas).

¿Por qué es absurdo que España pida perdón a México? Porque España es su fundadora y sería un contrasentido que se pidiese perdón a sí misma. Por ello, entre nosotros, mexicanos y españoles, solo cabe la fraternidad. Si el español Hernán Cortés es el padre de la nación mexicana, la madre es la mexica Malinche. La absurda petición de López Obrador es una aberrante combinación entre un complejo de inferioridad reprimido ante la pujante España y un complejo de Edipo sublimado hacia la madre patria. El presidente mexicano no necesita de alguien que le pida perdón sino que le ofrezca terapia.

Por otro lado, la historia de Malinche es la que hay que reivindicar, y son los mexicanos los que tienen que superar la calumnia que supone describirla como una traidora para pasar a contemplarla como puente entre dos culturas, la española y la mexica. Si Isabel la Católica es la mujer que parió España, Malinche ha de ser reconocida como la que dio a luz a México. En todo caso, y por seguirle el juego victimista y ofendido al presidente mexicano, es a esta extraordinaria mujer a la que debe una disculpa póstuma López Obrador, por el tratamiento misógino y heteropatriarcal que una nación tradicionalmente machista como México le ha dedicado.

Entre españoles y mexicanos no hay motivo ni para pedirnos perdón ni para darnos las gracias. Entre hermanos lo que se impone es una sana camaradería y un afecto que proviene de haber superado los malos momentos de nuestras relaciones tejiendo lazos lingüísticos, religiosos, culturales, amorosos... Como explicaba el más grande intelectual de la historia de México, y un gran enamorado de España, Octavio Paz:

El español debiera conocer mejor la América prehispánica y los hispanoamericanos reintegrar la aportación española, que fue, en México particularmente, muy rica en los siglo XVI, XVII y XVIII.

La petición para que España pida perdón a México revela un problema fundamental de algunos países hispanoamericanos: su incapacidad para la autonomía política y económica tras siglos de independencia. Es una cortina de humo para encubrir su autoinfligida minoría de edad social y su dejarse arrastrar por patriarcas de extrema derecha (Pinochet, Videla) o extrema izquierda (Castro, Maduro). De resultas de este fallo estructural de su identidad, algunas élites criollas de los países hispanoamericanos son incapaces de reconocer su responsabilidad con la principal acusación contra los españoles: el ataque contra las poblaciones indígenas. Pero es que los exabruptos contra España tratan de invisibilizar el gran pecado original de los actuales dirigentes hispanoamericanos, que también puso sobre el tapete, lúcida y valientemente, Octavio Paz.

Muchos hispanoamericanos -argentinos y uruguayos particularmente- hablan de las atrocidades de la conquista, del genocidio, olvidando que la extinción de aborígenes se produjo fundamentalmente en el siglo XIX.

Lo que ha hecho López es buscar un problema, encontrarlo, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados (que decía Groucho Marx que era la auténtica función de los políticos). Si hay algo que pueda ser categorizado como propagación de la "cultura del odio" es lo que ha hecho López. La cruzada de confrontación contra España del presidente populista, seguramente por motivos ideológicos relacionados con la agenda de la extrema izquierda, tiene un efecto positivo: el conocimiento de los aliados de Cortés: tlaxcaltecas, cholultecas, zempoaltecas y totonacas. En ese contexto, Hernán Cortés es un héroe moderno que conocía bien las doctrinas de Maquiavelo. La definición es de Juan Marichal, que nació español y murió mexicano tras largos años en el exilio. Ni Cortés ni ninguno de los españoles tenían el propósito de exterminar a los indígenas, todo lo contrario, como muestra el caso de Malinche y el mestizaje que se produjo entre aquellos españoles de todas las razas que constituyeron el crisol de las Américas antes de las guerras de independencia.

En lugar de perdón, deberíamos enviar a México una gran conjunto escultórico con Hernán Cortés, Malinche y, por qué no, Moctezuma. Con el doble de tamaño de la Estatua de la Libertad bastaría y quedaría bastante bien en mitad del gran Zócalo de la Ciudad de México. Brindaremos con tequila. En el pedestal podría escribirse lo que dijo Erasmus Darwin:

En mis viajes por el inabarcable imperio español he quedado admirado de cómo los españoles tratan a los indios, como a semejantes, incluso formando familias mestizas y creando para ellas hospitales y universidades, he conocido alcaldes y obispos indígenas y hasta militares, lo que redunda en la paz social, bienestar y felicidad general.

Imaginen a los descendientes legítimos de los aztecas arrancándole al corazón a este heredero de los López de Extremadura y los Obrador de Cataluña. Eso sí que sería un resarcimiento en toda regla, de acuerdo a los anacrónicos planteamientos del populista mandatario mexicano.

El colmo de la estupidez es que le exija disculpas a un Borbón (llegaron el el XVIII). No tenía suficiente Felipe VI con los insufribles catalanistas y ahora tiene que soportar además a los ofendiditos mexicanistas. Ser rey de España es una profesión, si no de riesgo, al menos de mucha paciencia. Pero su padre le enseñó a tratar con golpistas y con bocazas.

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