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Santiago Navajas

Pablo Iglesias según 'Juego de Tronos'

Más allá de sus ganancias personales, Pablo Iglesias ha resistido pero ha perdido.

Más allá de sus ganancias personales, Pablo Iglesias ha resistido pero ha perdido.
Pablo Iglesias, en un acto de Podemos en Zaragoza. |  EFE

Juego de Tronos es una serie fascinante: personajes poderosos, tramas complejas, conflictos irresolubles, pasiones desatadas y espectáculo apabullante. En un primer vistazo va sobre el poder y las relaciones políticas, económicas y militares que llevan al trono de sangre, sudor e hierro. Por eso fascinó tanto a politólogos como Pablo Iglesias, que en abril de 2015, cuando todavía Podemos era una novedad fresca e ilusionante, regaló el DVD de la misma a Felipe VI. Le dijo que se aprendía mucho con ella de las élites españolas. Cuatro años después, Felipe VI está en lo más alto de la apreciación ciudadana mientras Iglesias ve cómo su partido se descompone y él está en la picota, convertido en uno más de la "casta" y la élite con mansiones de 600.000 euros que tanto criticaba.

Recientemente he tenido ocasión de ver algunos de los mejores episodios de las últimas temporadas en cine. Y en la gran distancia de la pantalla gana. La sangre se ve más roja y el fuego de los dragones, más brillante. También, que tras las luchas por el Trono de Hierro se aprecia el fondo que dota a la serie de una intensidad moral que nos hace implicarnos más, los vínculos familiares: el respeto por los padres, el amor por los hijos, la fidelidad a los hermanos, el compromiso con un linaje y el orgullo por un legado.

Tras las apariencias de los personajes principales favoritos y aquellos que resultan más simpáticos hay tres caracteres que destacan entre los que han sobrevivido: Cersei Lannister, Sansa Stark y Theon Greyjoy. Cersei Lannister es la única persona a la que le caben los Siete Reinos en la cabeza. Es maquiavélica, analítica y manipuladora, y mucho más moderna que, por ejemplo, su némesis, Daenerys Targaryen. Allá donde la Targaryen se comporta como una reinona de manera primitiva y aristocrática, basándose en la fuerza bruta de sus dragones y en la servidumbre carismática de los que la adoran, la Lannister es una dominatrix renacentista, superando todo tipo de barreras culturales y prejuicios sociales, amparándose en su ajedrecística capacidad para calcular estratégicamente. Sólo tiene un límite a su ambición y sus planes de conquista: las relaciones familiares que, mal que bien, mantiene con sus dos hermanos, Jaime y Tyrion, respecto a los cuales ella constituye una síntesis superior.

Sansa Stark y Theon Greyjoy, por su parte, representan los personajes que más han evolucionado hacia mejor en Juego de Tronos. De ser dos almas cándidas, enfermizas y asustadizas, se han convertido, a la fuerza ahorcan y no es metáfora, en dos elementos que están creciendo exponencialmente al ritmo de las humillaciones que han soportado y de las que han sobrevivido. Cualquier de ellos podría poner en su escudo nobiliario lo que escribió Camilo José Cela en el suyo en 1996 cuando recibió el título de marqués: "El que resiste, gana".

Sin embargo, y más allá de sus ganancias personales, Pablo Iglesias ha resistido pero ha perdido. ¿Qué es lo que no ha aprendido el líder de extrema izquierda de la serie sobre la que llegó a editar un libro? Profético, sin embargo no adivinó que al ponerle título a un libro sobre Juego de Tronos estaba, en realidad, redactando su epitafio: Ganar o morir. Lecciones políticas de Juego de Tronos es un alarde de la pedantería intelectual que suelen exhibir los politólogos habituales, al estilo de cómo los psicoanalistas freudianos encubrían su desatino psicológico, falta de fundamentación científica y sobredosis de mala praxis con una cháchara con la que engañar a los incautos. Hiperbólico, asiático y enigmático, Pablo Iglesias veía en la serie un símbolo de la "conciencia oscura del fin de nuestra civilización occidental tal y como la conocemos". Con el paso del tiempo resulta que el único fin que se vislumbra en el horizonte es el del partido de extrema izquierda. Los Siete Reinos son un paraíso pacifista al lado de las traiciones, envidias y puñaladas por la espalda que se han dado en estos años algunos de los analistas que entonces fueron coordinados por Iglesias. Por ejemplo, su Judas particular, Íñigo Errejón. O Tania Sánchez, que fue relegada tras una columna cuando ya no contó con el favor del Emperador Morado. Hay quien se pregunta en el libro por qué Ned Stark perdió la cabeza, que puede servir como indicio de cómo la perdió Pablo Iglesias simbólicamente y la va a perder pronto electoralmente.

¿Por qué Felipe VI representa mucho mejor que Pablo Iglesias, a pesar de las ínfulas del segundo, las enseñanzas políticas y morales que transmite Juego de Tronos? Mientras que Iglesias se ha dejado llevar por la inconsistencia, el oportunismo, la hipocresía, traicionando todo en lo que decía creer, y a aquellos con los que se había comprometido, por un puñado de metros cuadrados de césped y la comodidad de un asiento bien remunerado en la zona de confort que proporciona la casta, el rey de España se ha jugado el tipo con valentía y determinación apostando por los valores recogidos en la Constitución, sabiendo liderar a la nación de los libres e iguales con rigor y flexibilidad. Nada que ver el gesto permanentemente fruncido e impostado de Iglesias, siempre al borde de una lipotimia justiciera, comparado con la serenidad y firmeza con que Felipe VI sostuvo España sobre sus hombros, en su historia y su Estado de Derecho, en el momento en que gran parte de los líderes políticos la habían abandonado.

En este abril de 2019, ante el estreno de la última temporada, que ha supuesto un hito en el ámbito de la televisión y el cinematógrafo, no importa lo que piense Pablo Iglesias de Juego de Tronos, sino que más vale que nos preguntemos cómo contemplar a Pablo Iglesias vía Juego de Tronos. Y lo que se nos explica es que –como en el caso de los Bolton, Meñique o los reyes locos Targaryen– los malvados, los crueles, los sádicos y los iluminados, los que sueñan con azotar a los demás hasta hacerlos sangrar, terminan en el Trono de Hierro, sí, pero en el sentido de quien a hierro mata, a hierro muere; quien con traición se emplea, con traición le pagan. En suma: quien alimenta a los perros del cinismo, termina devorado por la misma demagogia que puso en marcha.

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