Fue una mujer la que llevó a la gran pantalla de manera genial al macho alfa del totalitarismo, Adolf Hitler. También es mala suerte que la mejor directora de cine de la historia fuese Leni Riefenstahl, la encarnación del verso más famoso de Sylvia Plath: "Toda mujer adora a un fascista". Por el contrario, han sido tres hombres los que más y mejor han reivindicado a las mujeres, tanto en el plano moral como social y político. Si en el cine clásico el héroe feminista fue Howard Hawks, y en el de vanguardia lo fue Luis Buñuel, en el contemporáneo ha sido Quentin Tarantino.
Vida de Oharu, mujer galante, de Kenji Mizoguchi, es la película más excelsa reflejando la humillación y la ofensa que puede recibir una mujer en un mundo brutalmente machista y misógino. Tarantino, como antes Hawks y Buñuel, se ha confabulado para que nunca jamás una mujer vuelva a estar indefensa ante un hombre. Lo que no quiere decir que, condescendientemente, las someta a la típica protección del machismo paternalista. Por el contrario, sus mujeres compiten de igual a igual con los hombres, de donde resulta que son igualmente asaltadas, golpeadas y asesinadas. Sin embargo, ello tampoco es óbice para que tanto en el caso de los norteamericanos como el del español tengamos la sensación de que las mujeres siempre están un paso por delante de los hombres, o alzadas sobre un plano superior.