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Santiago Navajas

Los hombres que inventaron el feminismo: Léon Richer

Fue el hombre que inventó el feminismo en Francia. Palabra de Simone de Beauvoir. Lo que no significó que apoyase que se les permitiese votar.

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Fue el hombre que inventó el feminismo en Francia. Palabra de Simone de Beauvoir. Lo que no significó que apoyase que se les permitiese votar. Aunque defendía el derecho en abstracto de las mujeres al sufragio activo, sin embargo pensaba que votarían lo que no debieran. Léon Richer era de izquierdas y republicano, lo que implicaba que, para él, si no votabas con dicho signo no merecías votar. Las mujeres, pensaba Richer, eran por lo general conservadoras, por lo que su voto se encaminaría hacia la iglesia y la monarquía. Este complejo de superioridad política no era más que una manifestación del machismo subconsciente en el que se ha visto atrapado el feminismo de izquierdas durante gran parte de su historia, lo que llevaría a Victoria Kent y otras socialistas a oponerse al voto femenino contra liberales como Clara Campoamor. Antes muertas electoralmente que permitir que los curas y los reyes se llevaran un solo voto. En el feminismo de izquierdas siempre ha sido más fuerte el izquierdismo que el feminismo.

Sea como fuere, Richer también llevó a cabo otras tareas feministas que... le granjearon la enemistad de muchas mujeres por su afán protagonista. Hoy lo echarían a un lado las feministas de género acusándole de manspreading y, como mucho, lo considerarían un mero aliado. Fundó el periódico Los Derechos de las Mujeres y la Liga por los Derechos de las Mujeres, que en su mejor momento llegó a tener casi 200 miembros, la mitad de ellos hombres –bajo la presidencia honoraria de Victor Hugo–.

Desde la prensa y desde las instituciones, promovió el activismo para ayudar a las mujeres en su lucha contra los abusos y la discriminación salarial; también bregó en pro de la educación de las féminas y de su admisión en todo tipo de profesiones. Aquella era una época en la que los trabajadores varones defendían desde los sindicatos anarquistas y socialistas que las mujeres les quitaban el trabajo. En el Congreso Internacional de Ginebra de 1866, los anarquistas defendieron que el trabajo femenino era inmoral y un símbolo de la degeneración de la especie humana. Es decir, que su lugar seguía siendo el hogar y que así sería incluso en el paraíso comunista. En la revista anarquista Acracia se argumentaba:

Es un hecho probado que en los trabajos en los que la mujer puede hacerle la competencia el hombre gana un jornal más reducido que en aquellos otros en que esta competencia no es posible.

Esas ideas del machismo ideológicamente de izquierdas no era raro que se saldasen con el despido de trabajadoras. Tardaron en darse cuenta de que, en realidad, el capitalismo había desencadenado fuerzas productivas tan fuertes y profundas que habría trabajo de sobra para todos, siempre y cuando los prejuicios socialistas y anarquistas no se impusieran. Todavía no han terminado de comprender que la economía de mercado es el mejor aliado de las mujeres en la lucha contra el heteropatriarcado, definido como esa situación en la que se consideraba que la presencia de las mujeres en el sistema educativo superior era una cuestión de orden público, que obligaba a tomar medidas al Estado para protegerlas de posibles desórdenes. Así, en la España de 1892 el decano de Filosofía y Letras se sentía obligado a acompañar a María Goyri del brazo a clase por si la asaltaban los estudiantes.

A finales del siglo XIX y principios del XX, la estrella de Richer se fue apagando. Como Moisés, el profeta del feminismo francés no entró en la Tierra Prometida de la igualdad entre los sexos. Su fanatismo izquierdista le impidió comprometerse con el feminismo del modo que exigía la lógica de sus planteamientos. Richer es un buen ejemplo de cómo la izquierda ha traicionado sistemáticamente a las mujeres en el altar de sus diversos dogmas, del derecho al voto activo a principios del XX al prohibicionismo de la gestación subrogada en la actualidad.

Finalmente, el periódico se cerró, la Liga se extinguió y Richer murió en 1911. Pasarían casi cincuenta años para que, a pesar de todo, Beauvoir reconociera su legado en El segundo sexo. Habiendo sido como Moisés, terminó ejerciendo de San Juan Bautista de la filósofa francesa.

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