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Amando de Miguel

Las dos hecatombes generacionales

Dentro de algunos decenios, los españoles se percatarán de que el hecho de haber sobrevivido a la pandemia les va a proporcionar un extraño sentimiento.

Trabajadores sanitarios trasladan a ancianos que han dado positivo en el test de coronavirus. | EFE

La generación de la guerra civil de 1936 marcó a los españoles que la sobrevivieron con una señal indeleble. Toda la vida la han recordado después, aunque solo sea por sus efectos, que todavía perduran.

Ahora mismo, como una especie de venganza histórica, se repite una nueva hecatombe que va a señalar a una nueva generación de españoles: la pandemia del virus chino. Aunque el dato se oculte, el hecho es que la incidencia de esta infección, en términos per cápita, ha sido más fuerte en España que en otros países. Se descuenta China porque sus estadísticas son opacas.

Los dos acontecimientos son muy distintos, pero mantienen algunos rasgos comparables. Ambos suponen una mortandad extraordinaria, imprevista. La tragedia de la guerra civil duró tres años, pero en sus primeros momentos, para ambos bandos, el percance se iba a resolver en un par de semanas. La pandemia también pareció al principio que iba a ser cosa de unos pocos días, pero llevamos cuatro meses de incertidumbre. Mi predicción es que los contagios de la dichosa pandemia van a durar unos tres años. De momento, el Gobierno ha decretado la "nueva normalidad" con solo algunos rebrotes esporádicos. Pero el hecho es que el número de rebrotes crece cada día, por mucho que se diga que han sido "controlados". La pandemia mantiene unos índices de letalidad relativamente bajos (si la comparamos con la pandemia de gripe de 1918), pero los contagios se multiplican de forma asombrosa. No se sabe cómo se produce tal fenómeno. No parece que las ubicuas mascarillas sean capaces de contener la propagación del virus.

Una diferencia notable es que en la guerra civil los dos bandos se apuntaron en seguida al cálculo de un millón de muertos, cifra que desbordó ampliamente la realidad. En cambio, en esta hecatombe vírica el Gobierno trata de ocultar todo lo que puede la cifra real de fallecidos. En uno y otro caso lo que priva es la desinformación y la propaganda, ahora de modo refinado. El coste económico de ambas hecatombes supera todos los cálculos.

Pesimista como soy por naturaleza, no me hago ilusiones de que una taumatúrgica vacuna vaya a acabar con la incidencia del maldito virus chino.

El efecto social inmediato de las dos alteraciones bruscas que digo es el confinamiento domiciliario de la población. Ahora se hace verdaderamente incomprensible, al no haber batallas ni bombardeos. Ambos episodios acarrean un profundo desbarajuste económico; el de ahora será todavía más grave al estar situados los españoles en un esquema de intercambios globales.

La guerra civil de 1936 produjo un aluvión de literatura en todo el mundo, más que el de otras guerras contemporáneas. En el caso de la pandemia que ahora nos abruma no se colige que excite el estro de los escritores.

Lo fundamental es que, dentro de algunos decenios, los españoles se percatarán de que el hecho de haber sobrevivido a la pandemia les va a proporcionar un extraño sentimiento. Es el de haber pasado por una experiencia única. Ahora es, además, de alcance mundial. No se olvidará fácilmente.

Pesimista como soy por naturaleza, no me hago ilusiones de que una taumatúrgica vacuna vaya a acabar con la incidencia del maldito virus chino. Habrá más de una vacuna. Confío más en que, de forma natural, la pandemia se convierta en una endemia más o menos tolerable. Simplemente, al cabo de tres años, el virus se "cansará" por sí solo. Lo que no se nos dice es el repertorio de las múltiples secuelas.

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