Se habla del Gobierno italiano como "tecnocrático". Pero la figura de Draghi no es la de un técnico, de esos hay cientos enterrados en sus papers. El prestigio del italiano viene de su ejemplaridad ética y su sentido del deber, de ser alguien con un auténtico sentido de Estado.
Que se haya tenido que recurrir a un Gobierno suprademocrático, no electo en la disputa partidista, es un fracaso sistémico de Italia como democracia liberal. En el último Democracy Index, Italia aparece como democracia imperfecta (flawed democracy), muy lejos de España, que sí está en el selecto club de democracias plenas (full democracy).
Instalada desde demasiado tiempo en el fraude, la demagogia y la frivolidad, Italia sobrevive jugando con fuego. Pero incluso el Ave Fénix tiene un límite. Es ese instinto de supervivencia lo que la ha hecho reaccionar en el último instante para entregar su destino a un hombre conocido por su supremacía técnica, su habilidad política y, sobre todo, su integridad moral.