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Eduardo Goligorsky

Money, money

Los indultos de los delincuentes fueron el fruto podrido que coronó unos pactos mercenarios, a los que ni siquiera les faltó la bendición de los obispos catalanes.

Los indultos de los delincuentes fueron el fruto podrido que coronó unos pactos mercenarios, a los que ni siquiera les faltó la bendición de los obispos catalanes.
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La sociedad española, guiada por el pensamiento racional y educada en el marco de la Constitución ilustrada del 78, asiste con asombro e indignación al espectáculo que monta un Gobierno hostil al Estado de Derecho, que deroga arbitrariamente las sentencias dictadas por el Poder Judicial y devuelve ipso facto la libertad a unos sujetos indeseables, condenados en sentencia firme por sedición y malversación de bienes públicos. Para rematar el escándalo, el presidente del Gobierno resuelve anunciar el indulto de esos reos desde el escenario del teatro principal de la comunidad donde perpetraron sus delitos, con un discurso proselitista dirigido a un público adicto, cuando debería haber empezado por discutir su iniciativa espuria con los legisladores opuestos a ella, en el recinto del Congreso.

Sin embargo, debemos reconocer que el histrión acertó al elegir un teatro para representar su show. No así el título: "Reencuentro: un proyecto de futuro para toda España". En honor a la verdad, la cartelera debería haber anunciado que ahí se iba a poner en escena el "Money, money", copiando el estribillo que Liza Minelli y Joel Grey inmortalizaron en el Cabaret de Bob Fossey.

Ni reencuentro, ni vuelta de página ni magnanimidad. "Esto no va de afecto. Se trata de dinero, poder e identidades", dictaminó, con una dosis de cinismo, Francesc-Marc Álvaro ("Demasiado y demasiado poco", LV, 22/6). Money, money.

El fruto podrido

Money, money. Dinero, dinero. Este es el eje alrededor del cual giraron los trapicheos del Cercle d’Economía, donde banqueros, empresarios, académicos, profesionales, sindicalistas, políticos y funcionarios habrían urdido, según los observadores suspicaces, un entramado de alianzas contra natura y de transacciones fraudulentas para el reparto clientelar de los fondos de recuperación europeos. Los indultos de los delincuentes fueron el fruto podrido que coronó esos pactos mercenarios, a los que ni siquiera les faltó la bendición de los obispos catalanes.

El columnista Manel Pérez destapa con prolija información lo que nos tiene reservado lo que él llama "El programa político del poder económico catalán" (LV, 20/6):

Discretamente, sin aparecer públicamente, las cúpulas de las más relevantes organizaciones económicas catalanas se han involucrado en diversos contactos sobre los indultos y el futuro político. Que esos mismos dirigentes creen que acabará teniendo que incorporar algún tipo de propuesta de reforma del Estatut con consulta final a los catalanes.

Dicho y hecho. Con la misma jactancia con que pronosticó la aprobación de los indultos cuando estos aún eran un tema tabú, el hoy ministro de Política Territorial y mandamás del PSC, Miquel Iceta, lanza la iniciativa de un nuevo Estatut, que incluirá las cláusulas inconstitucionales suprimidas en el de 2006. Con un referéndum amañado para entretener a los indultados ociosos. Es probable que los amanuenses del Cercle d’Economía ya estén preparando un manifiesto de apoyo a este procés resucitado. Money, money.

Hablemos en serio

Hablemos en serio. Pablo Casado desenmascaró el fariseísmo de la carcundia empresaria (LV, 22/6):

Ningún lobby en busca de fondos europeos ni ningún cabildeo cortesano lograrán apartarnos de nuestro camino, porque estamos seguros de que es lo mejor para los españoles y sabemos que van a compartirlo con nosotros. (…) Nuestros únicos accionistas son los españoles, solo a ellos nos debemos, no a ningún editorial ni consejo de administración. (…) Pocas lecciones nos van a dar los que se fueron de Catalunya para mantener la cuenta de resultados frente al independentismo y ahora pretenden que nos vayamos de Cataluña para mantener la cuenta de resultados de Sánchez con el independentismo.

Los números cantan. Desde el golpe fallido del 1-O hasta hoy, 7.435 empresas trasladaron sus sedes fuera de Cataluña. En los tres primeros meses de 2021 lo hicieron 254 empresas, contra 188 en igual lapso de 2020 (Economía Digital, 19/4). La fuga se acelera. Money, money.

Con la salvedad de que el capital fluye hacia donde impera una economía sana, en un clima de libertad, como es el caso de Madrid, y huye de las sociedades sometidas a regímenes totalitarios cargados de reminiscencias feudales y etnocéntricas, como es el caso de Cataluña. Aquí todavía esperamos la recuperación de los derechos constitucionales que nos arrebataron y nos siguen arrebatando los indultados en mala hora y sus cofrades de las sectas tribales enfrentadas entre sí y con la Nación española.

Los pirómanos indultados del Money, money ya están sueltos y esparciendo gasolina sobre el tejido político, social, económico y cultural de la dolça Catalunya. Auxilio, por favor.

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