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Santiago Navajas

Teoría del progre

El progre vive cómodamente dentro del Sistema que critica, dejándose alimentar por la mano que simula morder.

El progre vive cómodamente dentro del Sistema que critica, dejándose alimentar por la mano que simula morder.
Los activistas progresistas Jesús Cintora, Fernando Berlín e Ignacio Escolar. | Cordon Press

Los izquierdistas, los derechistas, los centristas y, ay, los liberales se parecen cada vez más a sus caricaturas respectivas, los progres, los fachas, los veletas y los liberalios.

El mejor retrato del progre lo ha realizado el humorista Juan Carlos Ortega, cuyo programa en la cadena SER es un prodigio de finezza humorística. En un capítulo titulado Los valientes se simula una entrevista realizada por una periodista de la noche, voz profunda y sensual, al director de cine, actor y poeta comprometido Pablo Cantero. Ser progre es estar comprometido. ¿Con qué? Con la Justicia Social. Con la Solidaridad. Con Lo Común. Con las Mayúsculas. Como dijo Alberto Garzón, es imposible ser de izquierdas y delincuente.

Un ejemplo: el documental que ha realizado Cantero para denunciar a las plataformas televisivas como Netflix que nos empujan a consumir compulsivamente. Hace falta tener mucho valor y ser un lúcido activista para atreverse a cuestionar a un imperio como Netflix. ¿Dónde va a estrenar Cantero el documental? En Netflix. El progre vive cómodamente dentro del Sistema que critica, dejándose alimentar por la mano que simula morder. Uno de los sectores productivos más florecientes dentro del capitalismo es el de la industria anticapitalista: radios, periódicos, películas, novelas, ensayos, ropa, objetos... Es la forma que tiene el capitalismo de evitar la subversión: aburguesar al potencial revolucionario. Nada más paradigmáticamente progre que Irene Montero tratando de emular el glamour de Grace Kelly en Vanity Fair mientras pontifica contra el 1% de millonarios que posee el 99% de la riqueza (tanto por ciento en el que se encuentra ella, herencias y sueldo político estratosférico mediante).

Este progre parodiado por Ortega tiene a su más eximio ejemplar mediático en Nacho Escolar, cuyo periódico publicó un artículo en el que flipaban porque un filicida resultó ser un conocido activista de izquierdas. Ahora descubren que los izquierdistas pueden ser malas personas. Algún día se sorprenderán de que se pueda ser empresario y buena gente a la vez. Más les costará admitir que haya católicos que sean hombres de bien. Que la extrema izquierda es igual (y seguramente peor) que la extrema derecha, nunca.

El progre Pablo Cantero se considera muy valiente porque lucha contra el franquismo, "un problema candente", el Mal Absoluto (y cortina de humo conveniente) para el progre. Sólo comparable con el machismo ("el machismo mata más que el coronavirus", clamaban los progres para no cancelar la manifestación del 8-M en 2020, aunque ya se sabía la extensión de la pandemia) y la extrema derecha (cualquiera entre Pedro Sánchez y Adolf Hitler es de extrema derecha para nuestro progre, que pontifica desde las poltronas del privilegio de las subvenciones y las empresas del capitalismo woke).

Con una banda sonora plagada de cantautores clásicos e indies contemporáneos, siempre con algún mensaje a favor de cualquier minoría que dé réditos en el mercado de los buenos sentimientos, la entrevistadora le practica una felación en forma de piropos ("¡qué valiente eres!", le dice cada vez que defiende la sanidad pública, olvidándose de los sanitarios de la privada, que deben de ser vampiros) y risas encopetadas a las gracietas del concienciado activista artístico.

Por supuesto, además de la hipocresía y la banalidad, no podía faltar la dosis de cursilería lírica. El poema "Ellas" refleja ese desesperado modo de ligar de los progres consistente en decirle a las mujeres que son más sensibles, más cultas, más talentosas, más loquesea para llevárselas al huerto.

No necesitas, mujer,
ningún hombre a tu lado,
no necesitas quejas, ni anillos de oro,
no precisas pollasviejas ni señoros,
tú ya tienes tus destellos,
tú vales más que ellos.

Por supuesto, no hay progre que se precie que no considere que Isabel Díaz Ayuso es la encarnación de Atila en clave neoliberal, "cierta señora se ha apropiado de la libertad". ¿Y qué es la libertad, progre? "Lo que yo quiero". ¿Y cómo pasa la Navidad un progre? "Con mi compañera, viendo Cachitos".

Por supuesto, no hay progre que no considere que Jordi Évole merece el Pulitzer, pronto realizará un "valiente" programa denunciando a la industria cárnica y la ganadería intensiva a rebufo de sus aliados comunistas, y Juan José Millás el Premio Nobel de Literatura. O todavía mejor, Carmen Mola, para cubrir la cuota femenina en los Nobel (por si no lo sabe, querido lector, Camen Mola es el pseudónimo de tres escritores que se dieron cuenta de que en el mercado progre de la cultura las mujeres venden más por el mejor hecho de ser mujeres).

Tampoco puede faltar al progre Cantero el adoctrinamiento, ya que llevan a Gramsci en el ADN ideológico. Especialmente a sus hijos, que no tienen que pensar por sí mismos sino tragarse los dogmas progres, respirar el aire del crimen progre, repetir los prejuicios progres: Cantero no duda en explicar a su hija que el papa Francisco "es un buen hombre, aunque sea católico". Un progre no necesita el pin parental porque controlan los libros de texto y los currículos escolares.

El progre exhala superioridad moral como un alcohólico suda alcohol. Y tiene un repertorio de clichés que haría palidecer de envidia a Eichmann. Cantero afirmar que "la cultura es segura" para animar al personal progre a ir al teatro. A ver obras comprometidas, valientes y de denuncia, claro está. Que la Comunidad de Madrid prohibirá con seguridad, afirma, porque el progre critica todas las injusticias, "de la A a la Z", de Ayuso a Zara. Con humor. Pero no cualquier humor: lo de menos es que el humor sea gracioso, sino que ataque a los poderosos y defienda a los colectivos maltratados por el heteropatriarcado capitalista. Con el progre sucede lo que decía Cioran de las religiones, que en el fondo son unas cruzadas contra el humor.

Faltan, de todos modos, en la visión de Ortega algunos tópicos progres: el cambio climático, la justicia con perspectiva de género, las cuotas étnicas, las cuotas ecológicas, la corrección política, la censura a los que no son progres como el infierno está dedicado a los no creyentes… pero no da a tiempo a todo y lo importante es mandar abrazos a los sanitarios de la sanidad pública (de nuevo, a los de la privada, que les den). El buenismo es el horizonte del progre: "progre bueno" es, en su mente devastada por un porrito al día y El Intermedio de Wyoming, un pleonasmo.

Ellos, los progres, abolicionistas, juglares, rebeldes; el resto de la humanidad, todos fachas, negacionistas, egoístas y seguramente psicópatas. Lo único malo de ser progre es que no tienen espejos porque se rompen todos al proyectar esa cara que les duele de ser tan guapos, valientes y cultos (no hay libro de Anagrama que no compren, otra cosa es leerlos). Sobre todo, buenos. Eso y tener en Spotify una lista de canciones llamada Cantautores. Si el progre no existiera, habría que inventarlo.

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