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Santiago Navajas

Los filósofos antiliberales de Putin

Putin no es sino la adaptación del sistema soviético a la nueva hegemonía populista.

Putin no es sino la adaptación del sistema soviético a la nueva hegemonía populista.
Vladímir Putin. | EFE

Hay una cuestión crucial que sobrevuela la invasión de Ucrania por parte de Rusia: si el país de Dostoievski y Tolstói es europeo o no. El novelista Danilo Kis, en Una tumba para Borís Davidovich, una de las más contundentes denuncias literarias del comunismo como ideología criminal, la explica la razón que justifica la no europeidad del país de los zares, de Nicolás II a Putin pasando por Lenin:

Rusia, por el cisma y el rechazo al poder romano, quedará a merced del imperio mongol y carecerá por siempre jamás de la protección de Europa. Este cisma conducirá a la ortodoxia, incluso a un aislamiento total en relación al Oeste.

No hacia el Oeste, pero tampoco hacia el Este, hacia las regiones asiáticas. De esa indeterminación, Rusia ha sacado su extraordinaria fuerza de resistencia pero también su increíble debilidad identitaria.

De dicho sentimiento de inferioridad surge la filosofía pasivo-agresiva de Aleksandr Dugin, el gurú del destino euroasiático de Rusia y de la hegemonía populista mundial, son varios los pensadores que han desarrollado una justificación para el imperialismo soviético. Todos ellos caracterizados, a derecha e izquierda, por el antiliberalismo. En palabras de Dugin:

Soy el enemigo de la hegemonía liberal occidental porque critico sus tesis. Yo defiendo la multipolaridad y el pluralismo de las civilizaciones. No sé si existe una verdad... pero seguro que no es la verdad del liberalismo.

También los comunistas son enemigos del liberalismo. Ese fondo antiliberal es el que articula el nudo gordiano del Kremlin. Los antiliberales como Stalin, en su versión marxista de lucha de clases. Los antiliberales como Dugin, en su versión populista de lucha de etnias. A Putin le da igual que sea un gato comunista rojo o un gato nacionalista negro el que cace ratones ucranianos y gorriones liberales. Aunque su corazón y su mente sigue siendo la del agente de la KGB entrenado para asesinar por la patria soviética, a mayor gloria del Politburó y aunque sea usando una hoz y un martillo, es lo suficientemente astuto para comprender que tras la debacle de la caída del Muro de Berlín no son los comunistas los que pueden aspirar a liderar la guerra contra el liberalismo, el Estado de Derecho y la economía de mercado, sino los nuevos aires populistas que pueden poner de acuerdo a Mélenchon y Marine Le Pen.

Putin le ha dado la razón a Stalin en su disputa con Lenin sobre la estructura de la Unión Soviética. Mientras que el georgiano defendía que las diferentes repúblicas solo podían aspirar a la autonomía, Lenin sostuvo que había que conceder el derecho a la autodeterminación. Esto sería el certificado de defunción de la URSS en 1991, cuando la debacle del sistema soviético tras la caída del Muro de Berlín, en 1989. Paradójicamente, Lenin y la OTAN forman parte de la amenaza que siente Putin sobre la Madre Rusia. Lenin, porque plantó las semillas del conflicto territorial entre Rusia y Ucrania al ceder a los ucranianos la región de Donbass para supuestamente equilibrar el apoyo proletario a la revolución en territorios ucranianos. La OTAN porque al expandirse hacia el Este plantea un mundo en el que el equilibrio del enfrentamiento entre los EEUU y la URSS del siglo XX pasa a estar en el siglo XXI entre EEUU y China. Evidentemente, no hay forma de que Putin reconstruya la URSS exactamente, pero sí como sucedáneo aproximado de manera que alcance cierta autonomía dentro de una alianza con el otro gran poder autocrático al mando de Xi Jinping.

La vinculación con Stalin y la crítica a Lenin caen ambas dentro del paradigma revisionista del comunismo. Putin no es sino la adaptación del sistema soviético a la nueva hegemonía populista. Debemos tener en cuenta lo que declaró en 2016:

Me gustaban y todavía me gustan las ideas comunistas, las ideas socialistas. Si vemos el código moral del constructor del comunismo, que tuvo una amplia circulación en la Unión Soviética, se parece mucho a la Biblia.

Se ve que Putin solo conoce de la Biblia la parte de Sodoma y Gomorra, pero no ha llegado todavía a Mateo 5,9:

Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

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