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Iván Vélez

Por el triunfo de la marroquinización

Todo conspira para que Mohamed VI se haga con unos lugares que nunca le pertenecieron.

Todo conspira para que Mohamed VI se haga con unos lugares que nunca le pertenecieron.
Mohamed VI. | EFE

En una carta remitida a Mohamed VI, de la que los españoles han sabido gracias al Gabinete Real marroquí, el presidente del Gobierno de España ha asegurado que la propuesta de un régimen de autonomía para el Sáhara, ya planteada en 2007, es la opción "más seria, realista y creíble" para un territorio que se vio afectado por la Resolución 1514, relativa a los territorios que debían autodeterminarse, dictada por la ONU en 1960. Tres años después de aquella fecha, el Sáhara Español se convirtió en territorio no autónomo, con España como potencia administradora. La epístola del doctor, en plena sintonía con las posiciones planteadas por Trump y continuadas por Biden, ha venido acompañada por un comunicado de Presidencia del Gobierno en el que esta reiteraba su "determinación para afrontar juntos los desafíos comunes, especialmente la cooperación en la gestión de los flujos migratorios en el Mediterráneo y en el Atlántico, actuando siempre con un espíritu de total cooperación, y restablecer la plena normalidad en la circulación de personas y bienes, en beneficio de nuestros pueblos". A lo expuesto ha de añadirse el hecho de que la noticia apareció dos días después de que el juez instructor señalara a Sánchez como máximo responsable de la entrada en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, a la que Marruecos respondió con la invasión de Ceuta, que ofreció su imagen más descarnada en el campamento de menores de Piniers.

La que se ha publicitado como una decisión personalísima de Sánchez, hecho del que cabe dudar si tenemos en cuenta la que puede calificarse como tradicional existencia de ministros afrancesados en los gabinetes gubernamentales, supone un cambio radical respecto a la política que viene desarrollando España desde los estertores de un franquismo incapaz de frenar la Marcha Verde kissingeriana orquestada como alternativa a un Frente Polisario vinculado a Argelia, tras la cual se hallaba la URSS. La Marcha Verde aportó al Sáhara Español una cantidad de habitantes superior a la existente en la antigua provincia española, circunstancia que ha favorecido el desenlace al que acabamos de asistir. Un desenlace que se ha producido en un contexto muy diferente, el determinado por las fallidas primaveras árabes, que han demostrado hasta qué punto las democracias que venían a sustituir a tiranuelos consentidos requerían de estructuras mercantiles más sólidas. A todo ello ha de sumarse, y acaso sea ese el principal motivo del apoyo yanqui al nada democrático Marruecos, la necesidad de frenar el expansionismo chino en un continente en el que se mantiene un sustrato lingüístico, pero también monetario, francés.

Perfecta cortina de humo en un momento en el que las protestas contra el Gobierno no han podido ser neutralizadas por los sindicatos y los medios de comunicación subvencionados, la renuncia a las responsabilidades sobre el antiguo Sáhara Español deja numerosos interrogantes en el aire. Como es sabido, el territorio que ahora adquirirá la condición autónoma nunca perteneció a Marruecos, sino a España, después de que a finales del siglo XIX se fundara Villa Cisneros, uno de los primeros lugares del desierto en el que hubo población estable. No hay, por lo tanto, posibilidad de devolver a Marruecos lo que nunca fue suyo, por más que la cuenta de Twitter de la diplomacia marroquí hable en sus trinos de un "Sáhara marroquí".

Pero, sin duda, lo más inquietante de lo acontecido en la última semana, además de la crisis abierta con Argelia, son las consecuencias que puede acarrear la lógica territorial de Marruecos, asumida por el Gobierno español. Según ha trascendido, en la carta se incluyó el deseo de "construir una nueva relación, basada en la transparencia y la comunicación permanente, el respeto mutuo y el respeto a los acuerdos firmados por ambas partes", con "la abstención de toda acción unilateral", condición esta última que está cargada de ambigüedad, toda vez que las aspiraciones de Marruecos sobre Ceuta, Melilla y las islas Canarias, territorios que, al igual que el Sáhara, nunca fueron marroquíes, son evidentes y reiteradas. En definitiva, la limitación de "toda acción unilateral" no ofrece las garantías del blindaje de la soberanía española sobre estos enclaves españoles que determinada prensa ha ofrecido a los oídos más ávidos de encontrar las bondades de la maniobra de Sánchez. Sin embargo, la realidad es que las ciudades autónomas están siendo sometidas a una marroquinización creciente, factor al que ha de añadirse el control que Marruecos ejerce sobre el flujo de emigrantes ilegales que, oportunamente, deja entrar en nuestro suelo. En estas circunstancias, la suerte de Ceuta, Melilla, las Canarias e incluso unos peñones de alto valor, a pesar de la caricaturización que de ellos se ha hecho, puede ser, a medio plazo, la misma que la del Sáhara. Con un PSOE acogido a la entreguista doctrina Cajal (de Máximo) y un Marruecos que va filtrando una silenciosa Marcha Verde, todo conspira para que el rey alauí se haga con unos lugares que nunca le pertenecieron.

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