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Iván Vélez

Mesetarianismo

Andalucía ni es tan diferente ni tan homogénea como cree el 'Kichi'.

Andalucía ni es tan diferente ni tan homogénea como cree el 'Kichi'.
El alcalde de Cádiz, José María González, alias 'Kichi'. | Ayuntamiento de Cádiz/Europa Press

Así respondió recientemente el alcalde de Cádiz, José María González, vulgo Kichi, a un tuit de Macarena Olona en el que la diputada de Vox elogiaba a la chirigota El Madrileño. La respuesta de Kichi se inscribe en una corriente que pretende patrimonializar, acogida a diversos criterios, algunos contenidos de ese mito llamado Cultura, al que Gustavo Bueno consideró un sustitutivo de la Gracia cristiana.

Ya en su momento, cuando apareció El mal querer, se acusó a Rosalía de apropiación cultural debido a la incorporación al disco de algunos guiños flamencos. Una acusación que no recibió con su anterior disco –Los ángeles–, mucho más cabal. Es muy probable, pues el primero fue mucho más apropiatorio que el segundo, que el éxito de El mal querer, es decir, los enormes ingresos que obtuvo la cantaora transformada en cantante, fuera el móvil de unos ataques plenos de esa envidia que Cervantes definió como raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes.

Sea como fuere, desde la Andalucía en la que prácticamente todas las facciones políticas, a un lado y otro del espectro partitocrático, trabajan para la consolidación de sus pretendidas señas de identidad, se orquesta ahora una campaña anti Olona por el hecho de que la abogada del Estado pretende ir a la Feria de Sevilla o elogia grupos musicales del Cádiz gobernado por un señor de Róterdam, argumento que no se suele emplear contra Kichi, en contraste con el constante recordatorio de que Olona vio sus primeras luces en Alicante.

La polémica continúa servida, y lo está, entre otras razones, porque en todas las comunidades autónomas existe una consejería de cultura de la que depende un importante y dispar colectivo del que, a su vez, dependen variadas industrias. Por lo que respecta a Andalucía, y a propósito del mundo que producía la mayor cantidad de obras hoy contempladas, en gran medida, desde la perspectiva exclusivamente cultural, en 2020 la Junta concedió 1,4 millones de euros a la conservación, restauración e inventario del patrimonio histórico de carácter religioso, cifra que en 2021 se elevó hasta los dos millones, que, en forma de subvenciones, fueron entregados a los consejos de hermandades y cofradías para el desarrollo de sus actos culturales, entendidos estos, laicismo obliga o parece obligar, como acciones musicales, conferencias, talleres, concursos, exposiciones, acciones promocionales y publicación de libros y catálogos.

Semejante desembolso cuestiona seriamente las posiciones de los detectores de apropiaciones culturales, entre los que cabe incluir al mesetarianista Kichi, autor de mensajes que transpiran una sedicente xenofobia cultural. Y decimos "sedicente" porque, por muy folclorista e incluso localista que quiera ponerse, don José María, que emplea ese Pirineos andaluz llamado Despeñaperros para excluir de las cosas de Andalucía a quienes viven al norte de ellos, no repara en el hecho de que Andalucía ni es tan diferente ni tan homogénea como él cree. La tierra de María Santísima, cuyas representaciones iconográficas son deudoras de tiempos paganos, dispone, en efecto, de fastuosas Semanas Santas, algunas de las cuales se resisten a su sevillanización, es decir, a ese sutilísimo fenómeno, sólo accesible para iniciados, según el cual la sevillana estaría expandiendo su estilo, en menoscabo de las peculiaridades locales, por el resto de provincias andaluzas. Sin embargo, tal imperialismo se inscribe en el más grande globalismo, el del propio catolicismo, cuyo horizonte es universal.

Por otra parte, en lo que respecta al flamenco, del que se habrían apropiado Rosalía u Olona, tampoco cabe la exclusión kichiana. Sencillamente porque el flamenco, en su origen y en sus muy diversas manifestaciones, tampoco se reduce a una Andalucía que existía mucho antes de que cristalizaran esos estilos, algunos llamados "de ida y vuelta", es decir, fruto de la relación con el Nuevo Mundo, y que, en último término, es históricamente deudora de esa Castilla bajo cuyos símbolos se incorporó a la España histórica de la que procede la política: esa que, en el Oratorio de San Felipe Neri, templo cristiano, se definió como

la reunión de los españoles de ambos hemisferios.

Independientemente de su mesetarización y de sus atributos culturales, añadimos nosotros.

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