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Marcel Gascón Barberá

Más allá de la solidaridad con Ucrania

La brutal invasión rusa de Ucrania ha sacado a Occidente del estado de autoengaño en que vivía.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. | Oficina del presidente de Ucrania

La brutal invasión rusa de Ucrania ha sacado a Occidente del estado de autoengaño en que vivía. Tras muchas décadas despreciando las advertencias que venían del este de Europa, la parte acomodada del continente ha despertado a una realidad que ha ignorado sistemáticamente para hacerse el bueno condenando, por ejemplo, a Israel.

Hay gente, y por tanto regímenes, sanguinaria, maximalista y peligrosa que no se rige por una lógica pragmática. Como dijo hace poco uno de los últimos supervivientes rumanos del Holocausto, Joger Kormen, a los fanáticos hay que escucharlos y creérselos, porque a veces hacen lo que dicen.

Leyendo ahora los artículos que aparecen sobre el supremacismo agresivo que define el discurso oficial ruso, uno se pregunta cómo fue posible que muchos de nuestros Gobiernos trataran a Putin como un socio preferencial y no como el peligro público que está demostrando ser en Ucrania. ¿No teníamos allí embajadas que informaran a nuestros dirigentes y a la opinión pública de lo que se estaba cociendo en Moscú? Porque el tratamiento que está aplicando el Kremlin a Ucrania, del que merecen especial mención los bombardeos a hospitales y viviendas y las ejecuciones de civiles que hemos conocido tras la liberación de Bucha, solo es posible si se atiende a cómo ve el Kremlin al pueblo ucraniano y sus dirigentes.

En un artículo publicado el pasado domingo por la agencia pública rusa Ria Novosti con el título "¿Qué debe hacer Rusia con Ucrania?", el autor se refiere al ucraniano como un pueblo infestado de nazis que debe ser purgado a cualquier precio e incluso aboga por dejar de dar nombre a la entidad estatal que resultaría del éxito de la operación de desnazificación rusa. (En otras palabras, Ucrania debe dejar de llamarse Ucrania. Los ucronazis, como se les llama en el artículo, no tienen derecho ni al nombre).

Por razones de espacio, solo les copiaré aquí uno de los párrafos del artículo, pero les recomiendo que entren a leerlo, aunque sea en la traducción automática de Google si no hablan inglés.

Las élites banderistas [por Stepan Bandera, líder ultranacionalista ucraniano y colaborador entusiasta de los nazis] deben ser eliminadas; su reeducación es imposible. La ciénaga de la sociedad, que activa y pasivamente las ha apoyado [a las élites banderistas], debe pasar por las penalidades de la guerra e internalizar esa experiencia como una lección histórica y una redención de su culpa.

ETA le llamó a esto la "socialización del sufrimiento".

Las atrocidades rusas han provocado una ola de indignación a lo largo y ancho de Europa. Es algo enormemente positivo que ha llevado a Gobiernos adictos al compromiso con Putin, como el de Alemania, a endurecer su postura respecto a Rusia y empezar a ayudar a Ucrania.

Pero la simpatía moral no será suficiente para derrotar y detener a un Putin que tiene todos los motivos del mundo para extender su agresión a la OTAN si nuestro apoyo a Ucrania no alcanza para que el tirano no se salga con la suya.

Además de darle a Ucrania de una vez todas las armas que pide, Occidente, y especialmente Europa, necesitará de ejércitos mejor armados y de sociedades más unidas y con más autoestima, capacidad de sacrificio y músculo moral para defenderse y proteger el sistema de derechos y libertades por el que se juegan la vida estos días millones de ucranianos de distintas lenguas, orígenes y confesiones.

Nada de esto se consigue con planes educativos que persiguen el esfuerzo, ridiculizan el pasado, criminalizan todo uso de la fuerza y banalizan los valores democráticos poniéndolos al servicio de ideologías divisivas que inventan o potencian las diferencias. Tampoco conseguiremos garantías ante los tiranos si seguimos cultivando prejuicios ideológicos como el que ha llevado a España a desaprovechar sus propios recursos naturales, al tiempo que ahonda en su dependencia de regímenes autocráticos que no conocen otra forma de relación que el chantaje.

La emoción que está despertando Ucrania es una gran noticia para Europa, pero necesitaremos acciones concretas que tienen un coste si queremos ayudar a ganar a los ucranianos y reforzarnos ante las amenazas que estamos descubriendo que existen.

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