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Santiago Navajas

Inquisición trans

Los nuevos Calvinos son fervientes creyentes de la ideología queer, predominante en el Ministerio de Igualdad y en ciertos departamentos universitarios.

Los nuevos Calvinos son fervientes creyentes de la ideología queer, predominante en el Ministerio de Igualdad y en ciertos departamentos universitarios.
La ministra de Igualdad, Irene Montero. | Europa Press

A Miguel Servet lo quemaron dos veces. Los católicos, simbólicamente, en efigie. Los calvinistas, literalmente, a fuego lento para que durase más tiempo el tormento. En el siglo XVI era arriesgado cuestionar el dogma de la Santísima Trinidad, y el médico y teólogo aragonés era, por usar una expresión de moda hoy, santisimatrinidadfóbico. En su Castellio contra Calvino, Stefan Zweig nos relata la denuncia del humanista Castellio contra la barbarie del dictador protestante de Ginebra y hace la siguiente reflexión, que sigue tan viva como en la época en la que fue escrita, dominada por los totalitarios nazis y comunistas:

Cuando una doctrina logra hacerse con el aparato del Estado y con todos sus medios de presión, pone en marcha sin el menor escrúpulo la máquina del terror. A quien ponga en cuestión su poder omnipotente le corta la palabra y la mayor parte de las veces también la garganta.

En el siglo XXI lo que resulta peligroso en Occidente es tratar de definir algo en apariencia tan inocente como qué es ser mujer. Los nuevos Calvinos son fervientes creyentes de la ideología queer, predominante en el Ministerio de Igualdad y en ciertos departamentos universitarios. En cuanto te separas un poco de la doctrina oficial y el dogma imperante dictado por Santa Judith Butler, te queman en versión posmoderna a través del acoso social, la inquisición laboral y el bullying en las redes.

Por ejemplo, Ketanji Brown Jackson, la primera mujer negra que puede formar parte del Tribunal Supremo en EEUU. Cuando le pidieron que definiera mujer, su respuesta fue: "No soy bióloga". Igual de Derecho sabe mucho, pero de sentido común flaquea. El caso es que los biólogos tampoco se atreven. Los ‘expertos’ dicen que es una definición dificilísima. Es mujer prudente Brown Jackson porque no está el horno político para bollos semánticos. Claro que, ¿cómo sabe la juez norteamericana que ella misma es mujer si no sabe definir lo que es ser mujer? Igual es un ornitorrinco, aunque sería igualmente noticioso y remarcable que un ornitorrinco llegase al Tribunal Supremo. El problema de nuestra candidata es que sabe que si ofende a los activistas del movimiento trans sus probabilidades de ser una candidata progresista se reducirían automáticamente a cero. Ofender a los ornitorrincos, sin embargo, sale gratis… todavía.

Si definir mujer es discutido y discutible, imaginen negra. Por no hablar de mujer negra, multiplicando matices y ambigüedades. En Brasil tienen hasta cinco categorías oficiales para la raza, que cada uno se atribuye según cómo se perciba: negro, marrón, blanco, amarillo e indígena. Se han dado casos paradójicos, como el de dos hermanos gemelos considerados uno negro y otro blanco. Sólo el primero era candidato a beneficiarse de la cuota de discriminación positiva. Pero el caso es que la raza sí que es un espectro, mientras que el sexo es meridianamente binario, dado que viene dado por esa cosa que llamamos reproducción sexual de las especies, que tanto entusiasma a los biologos neodarwinistas y los productores de porno. Recuerden que esa era la obsesión de Sócrates, encontrar definiciones precisas de cualquier cosa abstracta o concreta, lo que parecía ser misión imposible. Al final, los atenienses lo mataron, ofendidos por que cuestionase sus conceptos tradicionales.

El ambiente calvinista, en el peor sentido de la expresión, de intimidación, acoso y censura es el que han sufrido últimamente varios profesores españoles. José Errasti y Mariano Pérez Álvarez son dos profesores de Psicología que han publicado Nadie nace en un cuerpo equivocado. Éxito y miseria de la identidad de género. Pensaban presentarlo en la Universidad de las Islas Baleares, pero toparon con la violencia de activistas trans apoyados por la extrema izquierda de Unidas Podemos, que les amenazaron. El rector, acobardado, canceló la presentación del libro y se desmarcó de los autores con artera equidistancia respecto de los totalitarios trans. Finalmente pudieron presentarlo en una librería de Mallorca, acompañados, eso sí, de dos furgones policiales. Evidentemente, cabe criticar a los autores (Errasti, habitual comentarista en la revista satírica de extrema izquierda Mongolia, sufre de una empanada ideológica de cuidado que le lleva a identificar el neoliberalismo individualista con Irene Montero), pero siempre respetando los principios liberales del respeto a la libertad de expresión y tolerancia hacia las opiniones que no compartimos.

Otra profesora, Juana Gallegos, también sufrió la censura de los intolerantes queer cuando todas las alumnas del Máster de Género de la Universidad Autónoma de Barcelona boicotearon sus clases por su posicionamiento contrario a la Ley Trans que impulsa Irene Montero. En realidad, los Másters de Género tienen más que ver con la astrología que con la astronomía, con la Iglesia de la Cienciología que con la Ciencia. Pero incluso entre sectarias dedicadas a deconstruir masculinidades diversas, antipatriarcales, inclusivas, antirracistas y antifascistas, amén de antimadridistas y anticebollistas, cabe mantener un mínimo de decoro académico. Como en el caso mallorquín, la universidad catalana también se puso de lado de las intolerantes fascistillas, aunque orwellianamente dijo defender el "diálogo" y la academia como "espacio de debate". Calvino habría sido un gran rector de una universidad española en la actualidad, sobre todo de las proclives a la inmersión lingüística.

Al fin y al cabo, el crimen de los profesores mencionados, todos ellos en la órbita ideológica socialista al estilo de su gurú Amelia Valcárcel, consiste en defender un feminismo de izquierdas crítico con algunos postulados de la ideología de género, como que el sexo biológico no tiene ninguna importancia para nuestra especie –debemos de ser algo así como ángeles bizantinos– o no es más que un "constructo social", de donde se sigue que cada uno puede elegir su sexo (género) como quien elige su corte de peinado, ya que sería un aspecto absolutamente subjetivo, imposible de evaluar intersubjetivamente (no digamos objetivamente) y, por tanto, más allá de cualquier estructura que pudiese ser acotada temporalmente cumpliendo una serie de rasgos estables en el tiempo.

Como también les pasó a la novelista J. K. Rowling, al biólogo Richard Dawkins, al psicólogo Jordan Peterson y a la filósofa Kathleen Stock cuando cuestionaron la ideología queer aplicada a las mujeres y a los trans, la cultura de la cancelación que el feminismo de izquierda fomenta ha tratado de cerrar bocas, estrechar la ventana de lo discutible y acabar con el Estado de Derecho.

Salvando las distancias, Errasti, Pérez Álvarez y Gallegos sufren la misma persecución que Bertrand Russell cuando no le dejaron dar clase en Nueva York por sus opiniones consideradas corruptoras de la juventud. En el caso del filósofo inglés, fue la extrema derecha puritana, y en el de los profesores españoles lo es la extrema izquierda pacata. Siempre son los que a su ignorancia enciclopédica unen un talante antiliberal y un complejo de inferioridad intelectual que les lleva a evitar el debate, reprimir al adversario y sustituir los argumentos por proclamas, insultos y calumnias. A diferencia de Servet, y como ya le sucedió a Russell, al menos los profesores mencionados no han tenido que pagar con sus vidas, tan sólo con su silencio obligado, por desafiar el dogma trans, la censura queer y el monopolio de los intransigentes radicalizados del movimiento LGTBQ+.

Decía Chesterton que llegaría el día en el que sería preciso desenvainar una espada para afirmar que la hierba es verde. Ese día ha llegado, así que si va a tratar de definir qué es ser mujer, ya puede ir apuntándose a clases de esgrima y sintonizando el canal donde emiten Forjado a fuego. Va a necesitar una espada chestertoniana.

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