Menú
Santiago Navajas

Kant en Ucrania

Prepararse para la paz tiene que ir de la mano dialécticamente con prepararse para la guerra.

Prepararse para la paz tiene que ir de la mano dialécticamente con prepararse para la guerra.
Immanuel Kant. | Wikipedia

"La paz perpetua", se leía en un cartel en una taberna holandesa. En el mismo cartel se podían ver las lápidas de un cementerio. Bebamos y comamos en amable y divertida compañía mientras podamos, amigos, porque antes o después seremos nosotros el pasto de gusanos y espectros. Sin embargo, el mensaje del tabernero holandés fue transformado por un filósofo alemán en una apología del pacifismo y una crítica de los belicosos hombres políticos que creen que la guerra es el estado natural del hombre y el Estado, meramente el brazo administrativo del Ejército.

Al traer a colación el pacifismo se nos viene a la cabeza John Lennon, la paloma de Picasso y los ministros comunistas de Pedro Sánchez. Sería el pacifismo sinónimo de ingenuidad (10%), cliché (30%) y cinismo (60%). Ione Belarra y la banda de zombis del PCE quisieran parar la invasión de Ucrania por parte de Putin no con los tanques y misiles de la OTAN sino bombardeando Moscú con poemas de Yoko Ono. Nos dicen que están en contra de la guerra, por lo que se declaran en contra de cualquier envío de armas a los ucranianos para que se defiendan de la invasión. Cuando les haces ver que, con su propuesta a Zelenski de arrodillarse y rendirse ante la nueva versión del Ejército Rojo, están apoyando implícitamente las acciones imperialistas y genocidas de Putin, se escandalizan y vierten lágrimas de cocodrilo. Pero no pueden evitarlo: son los mismos que llaman "liberación" a las violaciones y masacres del Ejército Rojo de Stalin en tierras polacas, alemanas y, ay, ucranianas durante la II Guerra Mundial.

Sin embargo, también cabe considerar otro pacifismo relacionado con Immanuel Kant, el autor del opúsculo La paz perpetua al que nos referíamos al inicio. Planteaba Kant un tratado de paz basado en principios como "Ningún Estado independiente, grande o pequeño, será cedido a otro Estado por medio de herencia, intercambio, compra o donación" o "Ningún Estado debe, durante la guerra con otro Estado, permitir tales actos de hostilidad que hagan que se vuelva imposible la confianza mutua en la paz futura, como el empleo de asesinos, envenenadores, el quebrantamiento de las capitulaciones y el incitamiento a la traición del Estado enemigo". No podía imaginar Kant, claro está, ni el delirio ideológico ni el apocalipsis armamentístico que tendríamos en los siglos XX-XXI. Es un milagro que sigamos vivos, y más o menos libres, en una época de bombas nucleares, fascio-comunismo y nacionalismos cerrados y agresivos. En un mundo Marvel mandaríamos a Iron Man, la Visión, la Bruja Escarlata y Hulk a parar la invasión de Ucrania. Pero bajo el Principio de Realidad nos tenemos que conformar con Echenique, Iglesias, Belarra y Monedero. Y en lugar de superpoderes y heroicidad, tenemos demagogia y villanía.

Sin embargo, no cabe considerar a Kant un pacifista iluso sino un pacifista crítico. Es su espíritu el que animó la constitución del mercado común europeo y más tarde de la UE, con una Constitución inspirada en la unión de los ciudadanos, los pueblos y los Estados a través de la democracia constitucional, el Estado de Derecho y la economía de mercado. Este modelo kantiano se propone al mundo como una realización concreta no utópica que niega la misma existencia de las llamadas "democracias populares" por extremistas de izquierda, y que no son sino dictaduras comunistas (por no hablar de las dictaduras investidas como repúblicas y monarquías islamistas).

Para Putin y Xi Jinping, los occidentales somos pacifistas en el sentido de John Lennon o Pablo Iglesias, infantiloides idealistas en el mejor de los casos, tontos útiles, cuando no cínicos redomados a fuer de cobardes, en el peor. Para el tipo duro del KGB, lo que amamos no es la paz sino el confort, y no tenemos auténticamente valores, ya que no estamos dispuestos a luchar y sufrir por ellos. A veces parece que estamos dispuestos a darle la razón al sátrapa ruso cuando censuramos a tenistas rusos en Wimbledon pero seguimos comprando gas a Gazprom. Por otro lado, está sirviendo este desafío totalitario para que las naciones europeas tomen conciencia de la necesidad de una federación que pasa por la OTAN pero también por la UE. Porque, como explicaba ya Kant, la paz se fundamenta, siguiendo a Adam Smith, en el interés mutuo del comercio internacional, para el que la paz es una condición necesaria, y la transparencia de una dimensión pública que abraza igualmente la paz como garantía de una vida plena. Sería un error de catastróficas consecuencias, como ya lo fue el Brexit, que la asociación militar no se fundamentase en una asociación comercial y política. No sólo porque estaríamos convirtiéndonos entonces en unos satélites de EEUU (dándole de esta forma la razón a Putin y Xi Jinping), sino porque estaríamos meramente configurando, como diría Kant, un tratado de paz y no una auténtica federación de paz.

Pero, atención, hemos de precavernos contra la posible hybris de una moralización excesiva del Derecho, lo que nos llevaría a iniciar guerras preventivas o presuntas guerras justas. Nos convertiríamos en unos belicistas con pretensiones y excusas pseudopacifistas. Un pacifista nunca golpea el primero, pero jamás deja un golpe sin devolver. Tampoco deja de estrechar la mano del enemigo cuando este renuncia a la violencia. Ni olvida ni perdona, pero no deja que le venzan el odio y la venganza. El pacifista inteligente, se entiende. Efectivamente, el perdón no debe ser gratis, automático ni arbitrario. El perdón no cae del cielo sino que hay cultivarlo. No debe ser un regalo sino una ganancia. Un premio y no una dádiva. Las condiciones del mismo no son para conseguir un interés espurio, sino para certificar que hay un arrepentimiento auténtico. Pero puede darse colaboración incluso con los que abandonan la violencia pero sin arrepentimiento. No hace falta ser amigos para ser socios.

Prepararse para la paz tiene que ir de la mano dialécticamente con prepararse para la guerra. Como dijo el filósofo norteamericano Al Capone, "se consiguen más cosas con armas y con educación que simplemente con educación". Kant, pensador no sólo crítico sino asintótico, nos recordaba una y otra vez que, a pesar de que seamos constitutivamente negados para la bondad como para la paz, hemos de luchar por alcanzar lo que estamos destinados a no ser, pero también aquello que estamos condenados a querer ser. Si la voluntad nos empuja a la maldad, la razón nos invita a la bondad. Kant, que era un optimista teológico, pensaba que dicho conflicto entre la razón y la voluntad sólo se resolvería tras la muerte gracias a la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Pero incluso los pesimistas, materialistas y ateos pueden darse la mano con los optimistas, sustituyendo la apuesta por Dios por la vocación por la dignidad del ser humano. El título del librito de Kant es realmente Hacia la paz perpetua. ¿La conseguiremos? Me temo que no. ¿Debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para conseguirla? No me cabe la menor duda. En cualquier caso, ya sea por la vía de la trascendencia o de la inmanencia, los hijos de Putin deben ser derrotados.

Temas

0
comentarios