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Almudena Negro

Masha Amini y el feminismo progre

No defenderán la igualdad de hombres y mujeres ante la Ley de forma universal. No les interesa. Lo suyo es el poder.

La ministra de Igualdad junto a Boti García posan con la bandera Trans. | EFE

La joven Masha Amini falleció el pasado 16 de septiembre tras ser arrestada y torturada por el régimen teocrático iraní. Su delito, no llevar puesto su hiyab correctamente, según la versión de la Policía de la Moral de los Ayatolás. El suceso ha provocado una oleada de indignación como no se había visto hasta el momento en Irán. Las protestas se han extendido por todo el país y el régimen ha matado ya a decenas de personas. Las jóvenes se muestran desafiantes quitándose el velo en público. Los ayatolás detienen a periodistas locales y han censurado Internet. Los barbudos han ordenado la detención de Alí Karimi, leyenda nacional del fútbol iraní, por apoyar la revuelta. Vive fuera de la república islámica. Por Irán no se ha visto a ni una sola feminista progre. Están a otra cosa.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, tardó más de una semana en condenar el asesinato. Antes, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, preguntado por este crimen, no quiso hacer declaraciones afirmando no conocer "el detalle de la información". Ambos se dicen feministas. Ninguno de ellos lo es. No defenderán la igualdad de hombres y mujeres ante la Ley de forma universal. No les interesa. Lo suyo es el poder. Harán política contra aquellas mujeres que no les bailen el agua, como la menor que sufrió abusos a manos de la entonces pareja de Mónica Oltra. O pedirán a los tuiteros hacer memes de Isabel Díaz Ayuso. Memas, memos y memes. Machistas. Contra las mujeres que no son de izquierdas todo vale.

El feminismo es la defensa universal de la igualdad de hombres y mujeres ante la Ley. Algo loable desde todo punto de vista. Pero el mecanicismo del marxismo clásico, que creía en la existencia de una naturaleza humana fija y universal, ha desaparecido de los partidos de izquierdas actuales. Por eso ya no son feministas.

El amor libre y la liberación sexual como expresión de la libertad fueron la respuesta de Mayo del 68 a la moral puritana de la época. Y eso que los movimientos feministas no estuvieron presentes en las manifestaciones, ocupando las mujeres la segunda línea en las mismas. No por casualidad el libro El nuevo mundo amoroso del socialista utópico francés Charles Fourier se había convertido previamente, en 1967, en superventas. Apareció el término "género", un concepto popularizado por Robert Stoller en 1968. Germaine Greer, profesora de literatura en la Universidad de Warwick, fue la estratega anarquista de una revolución sexual de base anticapitalista, inmediatamente adoptada por la izquierda. Para esta autora se nace mujer, pero la feminidad es castrada por la sociedad a través de las costumbres, los cánones de belleza o los roles sexuales. La culpa, adivinen, es de la "civilización patriarcal". Que en 1984 Greer abjurara de sus teorías afirmando que el movimiento feminista no había conseguido mejorar la situación de las mujeres ha dejado impertérritas a las feministas progres, que por aquél entonces ya vislumbraban el negociete.

Kate Millet, inspirándose en la esclava sexual de Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, para quien la existencia precede a la esencia, elabora la teoría del patriarcado, negando la felicidad y sustituyéndola por el placer fugaz. Millet, de gran influencia en la llamada ideología de género, pedía acabar con la familia tradicional. Para ella toda relación sexual es una relación de poder y, por tanto, política.

Shulamite Firestone, por su parte, es la responsable de convertir el feminismo en un nuevo postmarxismo. Según su liberticida teoría, la clase sexual debe de controlar los medios de reproducción sexual. La lucha de sexos enfrenta a hombres (burgueses) y mujeres (proletarias).

La maternidad es una forma de opresión de la mujer. Firestone llegó a defender el incesto como forma de terminar con la familia biológica, con el fin de eliminar las clases sexuales. También soñaba con el fin del embarazo y el parto gracias a la tecnología. Firestone en Matrix.

Hoy, nuestra izquierda abraza con fruición teorías biologicistas que hunden su raíz en el nacional socialismo alemán. Y dado el nivel del personal, ni se dan cuenta de ello. ¡Qué le vas a pedir a Belarra! Han destruido el concepto de naturaleza humana fija, constante, universal y permanente. De ahí su desprecio hacia la ciencia y la biología, el triunfo del nihilismo y que el pensamiento se haya vuelto ideológico. Esta bioideología, la del feminismo progre, peligrosa y totalitaria, actúa en sus seguidores como una verdadera Ersatzreligion. Y ha entrado de lleno en nuestra sociedad a través de la hegemonía cultural de la izquierda.

Actualmente la extrema izquierda ha declarado superada la ideología de género. El feminismo progre se ha roto en dos. Tal y como han legislado Montero y Sánchez, tal para cual, el sexo ya no es algo biológico. El sexo es sentido. Por eso se puede cambiar de género tantas veces se quiera con solo acudir ante el registro civil. Que un maltratador cambiándose de sexo reciba una pena menor no es un problema para ellos. Abjuran de las leyes contra el maltrato, que consideran una farsa. En el fondo, este gobierno reniega de la ciencia, la psicología, la filosofía, la antropología y de la sociología. Detrás de esta nueva alucinación totalitaria se encuentran las teorías de Foucault, para quien la sexualidad es un invento artificial del poder. Propone liberar, cómo no, el cuerpo femenino del sexo y la maternidad, reeducar a los niños desde una bisexualidad original y controlar la natalidad. ¿Les suena?

La gran precursora de esta teoría, que en España ha logrado que Izquierda Unida expulse al Partido Feminista de la marxista Lidia Falcón de su seno, se encuentra la filósofa postestructuralista de la Universidad de California Monique Wittig, gran defensora del lesbofeminismo y primera en cuestionar desde el feminismo progre la heterosexualidad. Según Wittig "las lesbianas no son mujeres". Para lograr la libertad hay que destruir las categorías hombre y mujer. Es más, la heterosexualidad sería un régimen político que hay que derribar, comenzando por el lenguaje. Les niñes de Montero e Iglesias. El sexo, por su parte, sería un constructo social.

Hoy, el feminismo de Podemos y parte del PSOE —con gran resistencia por parte de mujeres socialistas—, niega la igualdad ante la ley. La nueva teoría, basada en la experiencia vivida, se llama "feminismo del 99 por 100i" y exige "reimaginar la justicia de género de una forma anticapitalista", así como "redefinir lo que cuenta como trabajo y quién cuenta como trabajador". Se trata de un popurrí que incluye feminismo, ecología radical, indigenismo y anticapitalismo feroz.

Evidentemente, con este panorama, la pobre Amini no merece atención alguna por parte de estas personas. Interesan más las relaciones con un régimen que, piensan, puede contribuir a derribar la sociedad occidental. Porque nuestras feministas (y feministos), además, son estúpidas. Están dispuestas a destruir las sociedades abiertas, sin darse cuenta, porque son estúpidas, de que se están destruyendo a sí mismas. Nada nuevo bajo el sol. Robert Musil advertía en 2004 contra la estupidez como fenómeno colectivo en El hombre sin atributos. Alexis de Tocqueville lo vio venir en La democracia en América. Rodríguez Zapatero lo verbalizó cuando afirmó que si él podía ser presidente, cualquiera podría serlo. El mérito, la capacidad y la excelencia sustituidas por la ambición de poder sin escrúpulos. Y es que el estúpido, que carece de principios éticos o morales, tiene como único objetivo el poder. El bien común es secundario o incluso ni se contempla. De ahí que las revueltas iraníes en favor de la libertad no les interesen. Menudas feministas están hechas nuestras progres.

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