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Santiago Navajas

Pensiones en un capitalismo de bienestar

Nadie se compromete a llevar a cabo la reforma necesaria porque comprende que tendrá que enfrentar huelgas, acoso mediático y, el gran tabú.

Nadie se compromete a llevar a cabo la reforma necesaria porque comprende que tendrá que enfrentar huelgas, acoso mediático y, el gran tabú.
Olof Palme junto a su familia. | Cordon Press

En el largo plazo, todos estaremos muertos. Esta advertencia de Keynes nos sugería que los mercados podían funcionar y equilibrarse en un período de tiempo tal que no nos sirviese a los humanos de carne y hueso, empeñados en comer y beber todos los días. Por tanto, razonaba el economista inglés, debíamos preocuparnos más bien del aquí y el ahora.

El horizonte temporal de las democracias es de cuatro o cinco años, de elección general en elección general. Más allá de esos años se abre un agujero negro en el que todos sabemos lo que hay que hacer y, sin embargo, nadie con cargos de responsabilidad se compromete a llevar a cabo la reforma necesaria porque comprende que tendrá que enfrentar huelgas, acoso mediático y, el gran tabú, pérdida de elecciones.

Contra el dictum de Keynes, hay que tener muy claro que en el largo plazo todos estaremos muertos, pero vivirán las próximas generaciones. Se insiste mucho en cuestiones como eficiencia y sostenibilidad, pero se echa en falta tener en cuenta lo más importante: la lealtad entre padres e hijos, entre abuelos y nietos. ¿Cómo es posible que estamos sacrificando el bienestar de las próximas generaciones trasladándoles el peso de nuestra deuda económica, de nuestra ineficacia política y nuestra falta de coraje cívico?

La madurez social para reformar el sistema de pensiones sí la tuvieron los suecos, que en los años 90 se apoyaron en sus fuertes valores democráticos y de identidad patriótica para hacer un esfuerzo de sentido común, de manera que los cambios necesarios se realizaran en un horizonte de veinte años, los suficientes para que no fuera tan dolorosa la transición. En el caso sueco, la reforma del Estado de Bienestar implicó recortes de prestaciones sociales. Por supuesto de las pensiones. Pero ser realizó gracias a un gran pacto de Estado entre liberal-conservadores y socialdemócratas, con el apoyo de la población, que no realizó grandes huelgas ni protestas.

Ello no habría sido sin el liderazgo decidido de los liberal-conservadores y los socialdemócratas al alimón, que transformaron el presunto paraíso socialdemócrata de Olof Palme, al que gustaba pelotear a Fidel Castro, en un bastión de la libertad económica, puntuando como país "en mayoría libre" en el índice de la Fundación Heritage (en lugar del "moderadamente libre" de España).

También conspira contra la reforma del sistema de pensiones los prejuicios nacionalistas. Porque nos enfrentamos a cambios en la estructura demográfica y la esperanza de vida que deberían llevar a una consideración sobre innovaciones institucionales que afectan a las familias y el nacimiento de niños. En este sentido, todas las medidas que favorecen que se incrementen el número de las familias y del nacimiento deberían ser bienvenidas e incentivadas. La legalización de matrimonios más allá del tradicional, así como de la gestación subrogada son pasos necesarios para que haya más familias y se amplíe la base de la estructura demográfica. Del mismo modo, se debería hacer una política proactiva de inmigración, ya que está demostrado que los inmigrantes son una fuerza laboral y empresarial que ayudan al desarrollo del país. Estados Unidos es en este sentido un modelo de cómo la inmigración favorece el ambiente de creatividad e innovación necesarias para un crecimiento económico que es la mejor garantía financiera para el sostenimiento de un sistema de pensiones lo más racional posible. Es decir, se pase de un Estado de Bienestar Social a un Estado de Bienestar Liberal en el que se incentive la colaboración privado-estatal, en cuanto que todas las iniciativas son públicas; se estimule el empleo y la inversión privada en planes de pensiones. Del socialismo de bienestar al capitalismo de bienestar.

Por tanto, la reforma del sistema de pensiones no es una cuestión meramente económica, sino que a la dimensión económica hay que sumarle unas dimensiones sociales, políticas y éticas. Los principios fundamentales han de ser que las generaciones venideras no deben asumir la carga de un sistema de pensiones deficitario. Por lo tanto, el sistema debe estar al menos en equilibrio y generar excedentes, garantizando así su viabilidad y sostenibilidad en el largo plazo. Cada año se ha de actualizar una fórmula que evalúa el equilibrio del sistema, considerando los cambios futuros en la base demográfica y las expectativas de vida. Si la fórmula arrojase un déficit, se activaría inmediatamente el freno y se corrige con la reducción de las pensiones futuras en los dos años siguientes. Además, se ha de prohibir al gobierno utilizar los fondos de pensiones para cualquier otro fin que no sea el pago de pensiones. Y en caso de corregir algún déficit ocasional, no se cubrirá con asignaciones del presupuesto público ni con un aumento de las cotizaciones, sino mediante la fórmula acordada. De esta manera, se garantiza que el sistema de pensiones esté en equilibrio y no se transfiera la carga a las futuras generaciones, protegiendo así el bienestar y seguridad de la población en la vejez.

Pasar a un sistema de pensiones por capitalización implica un cambio en la forma en que las pensiones son financiadas y administradas. En lugar de un sistema basado en aportes obligatorios y pagos regulares por parte del gobierno o empleadores, el nuevo sistema se basa en la acumulación de ahorros individuales a lo largo de la vida laboral de cada persona. Aquí hay algunos pasos que se pueden seguir para implementar un sistema de pensiones por capitalización.

En primer lugar, las condiciones pedagógico-sociales:

  • 1. En primer lugar, y base de todo lo demás: promover la educación financiera. Se debe promover la educación financiera para que los ahorradores entiendan cómo funciona el sistema de capitalización y cómo pueden aprovecharlo para su futuro financiero.
  • 2. Desarrollar un sistema de información: Se debe desarrollar un sistema de información que permita a los ahorradores tomar decisiones informadas sobre sus inversiones en fondos de pensiones.

Entonces, y solo entonces, las instituciones económicas:

  • 3. Establecer un marco regulatorio claro: Es importante establecer un marco regulatorio claro que defina las reglas del juego para los ahorradores, administradores de fondos de pensiones y otros actores clave del mercado.
  • 4. Crear un mercado de capitalización: Se deben establecer los mecanismos para la creación de un mercado de capitalización, incluyendo la regulación de los administradores de fondos de pensiones y la protección de los derechos de los ahorradores.
  • 5. Implementar un sistema de seguimiento y evaluación: Es importante implementar un sistema de seguimiento y evaluación para asegurarse de que el sistema de pensiones por capitalización está funcionando de manera eficiente y equitativa.

Es fundamental tener en cuenta las necesidades y preferencias de los ahorradores. Es decir, el marco cultural y moral de la ciudadanía. No tiene sentido llevar a cabo el mejor sistema racional posible si se cree que los ciudadanos son de Vulcano o Suiza en lugar de Albacete o Pontevedra. Y asegurarse de que el sistema sea equitativo y accesible para todos.

Estos son solo algunos de los pasos que se pueden tomar para implementar un sistema de pensiones por capitalización. Es importante tener en cuenta que el proceso puede ser complejo y requiere una planificación cuidadosa, una implementación cuidadosa y un monitoreo continuo. Pero, sobre todo, requiere un liderazgo político audaz y una consolidación social responsable. Ni lo uno ni lo otro lo tenemos actualmente en España. Hemos de confiar, una vez más, en que sea Europa, es decir, la UE, la que nos integre en un sistema europeo de pensiones que reforme nuestro sistema de reparto para llegar a un sistema en el que la jubilación se establezca teniendo en cuenta lo aportado individualmente, la esperanza de vida y variables económicas comunes como el crecimiento del PIB o la razón entre cotizantes y jubilados.

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