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Leer por libre. 'El eclipse de la civilización'

Varias son las vías para estudiar el esplendor y la miseria de nuestra civilización. Algunas de ellas están expuestas en esta obra civilizadora.

Busto en honor a Karl Marx. | Cordon Press

El eclipse de la civilización es el título de un libro de Ignacio Gómez de Liaño. Es una obra más que recomendable. Es interesante para gente civilizada e imprescindible para personas en vías de civilización. Mediante el raciocinio dulcifica este texto las pasiones desatadas. Pone límites a la irracionalidad de la existencia. Seré escueto en los halagos, porque estos siempre debilitan al que los recibe, y yo deseo que Ignacio siga escribiendo libros tan importantes como el citado. Deseo que mi amigo persista en eliminar, suprimir, en fin, superar (Aufhebung) los grandes obstáculos ideológicos para llevar adelante una vida digna de ser vivida. La tarea es hercúlea, pero qué trabajo digno no lo es… Él lleva en ello toda su vida. Su entera obra está atravesada por este afán civilizador.

Este libro encara tres bárbaros, aparentemente "civilizados", que están arrasando en nuestro tiempo, y para contrarrestarlos actualiza a tres clásicos romanos: Cicerón, Seneca y San Pablo. Son las tres figuras elegidas para aquí y ahora. Se trata de tres grandes filosofías, o mejor dicho, tres biografías filosóficas que pudieran ayudarnos a conllevar las barbaridades de nuestro tiempo derivadas de las ideologías de Mahoma, Marx y Hitler. Los modelos de excelencia elegidos por Ignacio son romanos, o sea, escriben en latín, aunque a veces hayan utilizado el griego y otras lenguas semíticas. Es un acierto, en mi opinión, haber seleccionado a estos autores y no a los griegos, padres de nuestra civilización occidental, porque el pensamiento helénico tuvo defectos importantes respecto al romano. Porque deficiencias relevantes son, sin duda alguna, que los filósofos helénicos no hubieron prestado demasiada atención al amor a los humildes; tampoco experimentaron la necesidad imperiosa de un Dios justo; y menos aún, por lo menos, hasta la llegada de los estoicos, pensaron en un mundo unificado, híbrido de helenos y bárbaros, las ciudades-Estado impedían el desarrollo de un mundo todo igual para todos iguales, un imperio universal del hombre, una homonóia.

Esos defectos de los pensadores griegos, compartidos con sus conciudadanos, fueron traspasados por la cultura romana, judía y cristiana. Exactamente esos límites fueron rebasados de largo por San Pablo, Seneca y Cicerón. Este último, y quizá por eso Ignacio comienza con él, divulgó para los romanos lo decisivo de la cultura griega. Ubicado en una encrucijada de su época, representa la continuidad histórica; y, entre sus contemporáneos, es el gran mediador entre los extremos. Algo parecido pasa con los otros protagonistas, casi un siglo y medio después; son los dos grandes mediadores entre los fanáticos, los sectarios y los bárbaros. Son modelos de civilización, porque los tres son, por encima de otras cualidades, ciudadanos, cives.

La actualización de esas filosofías, o mejor dicho, la conversión de esas filosofías, en realidad biografías de filósofos al modo de Diógenes Laercio, se hace con un "método" muy particular, ni siquiera es método, es una forma muy española, muy realista, que ya practicaron con excelencia algunos autores de la antigüedad, como el citado Diógenes Laercio, y nuestros clásicos-modernos de la filosofía española, como don Marcelino Menéndez Pelayo, y algún alemán del siglo XX como Walter Benjamin. Me refiero al poder filosófico de la cita, la glosa y, en fin, esa tarea de sintetizar una obra con sus propias palabras. Laudatio al cuadrado, sí, es conformar unas biografías filosóficas, cuya mayor pretensión es mostrar la coherencia o contradicción entre obra y vida, a base de citas, citas y citas. Y a veces brevísimas glosas. Una parte importante de este libro no es una acumulación arbitraria y desordenada de citas, como algún patán pudiera interpretar, sino una síntesis creadora para saber que la filosofía que se hace, como dijera Fichte, depende de la persona que se es. Las citas de los autores elegidos constituyen por sí mismas ya un libro autónomo del titulado Eclipse de la civilización. Podrían desaparecer, en efecto, todos los testimonios escritos por Cicerón, Séneca, San Pablo, Mahoma, Marx y Hitler, pero tendríamos sus pensamientos y vidas en las citas que ha seleccionado Ignacio Gómez de Liaño.

Varias y ricas son las vías para estudiar el esplendor y la miseria de nuestra civilización. Algunas de ellas están expuestas de modo magistral en esta obra civilizadora, educativa, para ser antes buenos ciudadanos que correctos padres de familia, aunque no descuida los cuidados de nosotros mismos. Su forma de escribir sobre los tres buenos romanos nos hace tan buenos ciudadanos libres como su crítica a los otros, los dos alemanes y el árabe, que nos conducen a la perdición de las sociedades cerradas y totalitarias. Y, además, Gómez de Liaño no cae en la simpleza "buenista" de considerar que los segundos son malvados por estultos. Todos son inteligentes; pero en un caso el saber es liberador, comprometido consigo mismo y con sus conciudadanos, y en otros, en realidad la mayoría de las veces, se adapta a las maldades, sí, la inteligencia es acomodaticia. En fin, mientras que los primeros nos llevan a sociedades abiertas, individualizadas, los segundos nos conducen a "comunidades" cerradas y colectivistas.

Porque la civilización es siempre buscada, aplaudo, que es otro significado de laudatio, el espíritu ciudadano que soporta este libro. Dado que "civilización" viene de civis, ciudadano, también puede decirse que es el conjunto de saberes y artes que enseñan al individuo a ser un buen ciudadano, con los deberes y derechos propios de esa condición. O sea, uno se ha civilizado cuando los usos, las normas y las costumbres han urbanizado nuestra conducta y diseñado las calles, plazas, paseos, avenidas y jardines de nuestra psique. He aquí, pues, un libro político. Quiero decir un genuino ejercicio de pensamiento político, o sea, algo que sobrepasa la pesada "filosofía sistemática", por ser demasiado abierto, más amable y menos pendiente de la exigencia de sistema.

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