
El insulto como civilización
Se atribuye a Freud decir que "el primer ser humano que lanzó un insulto en lugar de una piedra fue el fundador de la civilización". Lo que vendría a decir que los insultos son un mal menor entre dos tipos de violencia, la verbal y la física. Los liberales sabemos que el mal menor suele ser el límite de lo alcanzable por seres tan imperfectos como nosotros, los humanos. Pero ello no quiere decir que no sigamos luchando para hacer que dicho mal sea el menor posible.
Pero los insultos no siempre insultan. En Andalucía al menos los amigos muy íntimos se suelen tratar de cabrón para arriba. "¡Qué hijoputa eres!" es el colmo del reconocimiento cariñoso. Entre las mujeres, ídem, "tía, pero qué puta eres" suele decirse entre las jóvenes entre risas. Nada extraño salvo, quizás, en los conventos de clausura y los coros de canto gregoriano. España es un país faltón hasta la blasfemia. Alguien del sur se asusta un poco ante la vehemencia y la cotidianeidad con la que los vascos se cagan en la divinidad como quien lo hace en el mar, la leche o las putas.