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Agapito Maestre

Las peripecias de María Zambrano en el exilio: Inicio

La vida y la obra de María Zambrano son ininteligibles sin su experiencia del exilio.

La vida y la obra de María Zambrano son ininteligibles sin su experiencia del exilio.
María Zambrano, en el exilio. | Archivo

La vida y la obra de María Zambrano son ininteligibles sin su experiencia del exilio. El inicio de su expatriación, en 1939, ha sido contado muchas veces. Y otras tantas me queda confusa la figura de ese hombre que acompaña a la familia Zambrano-Alarcón en el paso fronterizo de La Junquera. Todo es claro en la narración hecha por los mil biógrafos de Zambrano sobre sus últimos momentos en suelo español: hora, día y otros detalles parecidos han sido bien contados, pero queda entre brumas el adulto que va en el grupo. El cruce de la frontera se produce a las dos y veinte de la tarde de un día frío y lluvioso de finales de enero; la comitiva va en un gran coche negro, un Rolls Royce, que se detiene de repente a unos metros del puesto fronterizo, María desciende y se dirige hacia una anciana que ayuda a un hombre muy envejecido y enfermo. María les invita a subir al coche, pero Antonio Machado y su madre rehusan el ofrecimiento. Prefieren seguir el camino a pie como otros ciento de españoles, etcétera, etcétera… Pero ¿quién es exactamente el hombre que va con la familia Zambrano-Alarcón? ¿acaso es un personaje influyente hasta el punto de haber conseguido un coche para ir al destierro? ¿qué sabemos de este hombre? ¿cuáles son sus relaciones con María y su familia? y, sobre todo, ¿cómo pudieron influir su acciones e ideas en la obra y vida de María Zambrano, y viceversa?

Sobre esos asuntos los biógrafos y seguidores de Zambrano apenas dicen nada. Todos callan. Guardan silencio. ¿Dónde situamos ese sigilo en el departamento de la virtud, o sea en el olvido, o el apartado del vicio de la desmemoria? ¡Quién sabe! Tiendo a creer que los "apologistas" de Zambrano, los lectores sin criterio y sus críticos de boquilla son poco fieles al ejercicio de memoria que ella siempre defendió para ser persona. Trataré, pues, de seguir a la filósofa, especialmente cuando proclama a los cuatros vientos una gran verdad nietzscheana: "El olvido, al fin y al cabo, es creador; pero la desmemoria, no. La desmemoria lo borra todo. Y eso ¡no!". Poco, en efecto, se ha investigado sobre la relación entre ese misterioso hombre y María Zambrano, o peor, todo lo que se ha dicho sobre el particular está lleno de errores y falsedades. Algunos "zambranólogos" (perdón por el "vocablo" ) de postín confunden el nombre de esa persona o quizá lo ocultan, por ejemplo, uno de los responsables de la edición de las Obras Completas de la filósofa le llama Manuel Núñez; otro, famoso por revestirse con los oropeles de la escritora para descalificar el magisterio de Ortega sobre Zambrano, también comete el error de calificarlo como el último director general de Seguridad de la República (ni siquiera se han molestado en comprobar estos elementales datos: el último responsable de la Seguridad en el gobierno de la República fue Vicente Girauta Linares, nombrado el 13 de marzo de 1939, en sustitución de Eduardo Peña de la Cueva).

Porque resulta raro que nadie hable de ese personaje en relación con María Zambrano, empecemos por lo más sencillo. Escribamos correctamente su identidad, estado civil y principales cargos. Descubramos su nombre y apellidos: Manuel Muñoz Martínez (MMM). Se trata de un exmilitar, masón y tres veces diputado a Cortes por la circunscripción de Cádiz, durante la Segunda República. Tuvo un puesto de alta responsabilidad para la seguridad ciudadana en Madrid. Más tarde, en Barcelona, en el año 1938, fue nombrado por el Gobierno de esa República presidente del Consejo de Administración del Banco de Bilbao. Su familia reside en Chiclana (Cádiz), lugar donde él nació. Es casado, pero reconoce, a finales de julio de 1936, a un primo de su esposa que es el amante de la bella Araceli, la querida hermana de María, quien se había divorciado de su esposo, Carlos Díez Fernández, antes del inicio de la guerra civil. Éste es el hombre que, a finales del enero de 1939, cruzó la frontera francesa, acompañado por Araceli Alarcón, sus hijas, Araceli y María Zambrano, dos niños, sus primos José y Rafael Tomero Alarcón, Rosa, la criada y Mickey, el perro de los niños. En otro coche viajaban la mujer legítima de MMM, que había sido canjeada por una hermana de Queipo de Llano, famoso militar del bando nacional, y sus hijos. María Zambrano conocía bien a MMM. Habían tenido contactos permanentes y tratos familiares antes, durante y finalizada la guerra. María Zambrano estaba muy familiarizada con la circunstancia familiar y política que rodeaba el gobierno personal de este hombre.

¿Entonces por qué tanto secreto y reserva a la hora de estudiar las relaciones entre MZ y MMM? ¿Qué cosas raras podía haber detrás de este hombre para que existan tan pocas referencias a su figura en el contexto de la vida y obra de Zambrano? Indaguemos en algunas fuentes secundarías, como dicen los "académicos" finos, el perfil del personaje. En la novela de Aquilino Duque, titulada Mano en candela, buena parte de ella dedicada a la vida de María Zambrano, aparece con las iniciales M.M., quien tenía por principal misión, según el parecer del novelista, acabar con la quinta columna que operaba en Madrid contra el gobierno republicano: "Mola había dicho que, además de las cuatro columnas que confluían sobre la capital, había dentro de ella una quinta columna tan eficaz o más que las otras cuatro. La misión de M.M. era acabar con esa quinta columna de espías y saboteadores, y su instrumento fueron las chekas. Ya por estas fechas M.M. vivía con Amaranta" (es el nombre ficticio que utiliza Duque en la novela para referirse a Araceli Zambrano), "que siempre lo vio como un padre y un marido modelo". En la misma página Duque relata un suceso protagonizado por MMM; es un poco fuerte, duro y atroz, pero quizá sea conveniente recordarlo ya: "Alberti tuvo siempre de él un alto concepto, es de suponer que por su eficacia, y Campuzano, por conductos masónicos, sabía que una vez le llevaron un padre y un hijo para fusilarlos, y el padre le pidió como último favor que lo fusilará a él primero para no ver morir a su hijo. M.M dijo: ‘¿Ah, sí? Pues vamos a fusilar primero al hijo y el padre va a presenciar la ejecución'".

También los libros de historia se refieren con relativa frecuencia a la figura de MMM. Por ejemplo, en un reciente, novedoso y prestigioso diccionario de historia de la Guerra Civil española, Dictionnaire de la guerre civile espagnole et de ses premices, es considerado como el segundo responsable de las matanzas de inocentes ciudadanos en Paracuellos del Jarama. Sólo le precede en responsabilidades criminales, según esta publicación francesa, Margarita Nelken, mientras que la culpabilidad de MMM sería mucho más grave que la los otros dos organizadores de la masacre: Ángel Galarza y Santiago Carrillo. (Entre las fuentes secundarias para conocer a MMM, hay otra que no podemos olvidar. Se trata de un testigo extranjero de la guerra civil. Félix Schlayer, un diplomático de enorme prestigio moral e intelectual en todos los ámbitos de la sociedad española, no tuvo dudas sobre la personalidad de MMM. Schlayer, cónsul de Noruega en el Madrid de la guerra civil, una persona de palabra exacta a la hora de hablar de otros seres humanos, no dudó al referirse al cuñado de María Zambrano con la siguiente frase: "Un hombre que había que marcar a fuego".

Es difícil hallar una expresión más dura para insultar a una persona. ¿Es una injuria o responde a la realidad de alguien sin escrúpulos a la hora mandar a la muerte a hombres y mujeres, niños y ancianos, en nombre de no se sabe qué? No lo sé. Yo sólo utilizo fuentes secundarias. No he investigado lo suficiente en la vida de este sujeto para emitir un juicio definitivo sobre su comportamiento como autoridad política en el gobierno republicano. Eso sí, por Dios, nadie debería escurrir el bulto a la hora de emitir un juicio moral sobre este individuo o, al menos, deberíamos preocuparnos sobre la veracidad de lo que se cuenta. Nadie se llame Aldana porque no tiene "datos" sobre el personaje. Nadie puede poner en duda la existencia de manantiales ricos de información, documentos, libros y, en fin, datos suficientes sobre la actividad de este MMM, durante la Guerra Civil, para hacernos cargo de quién estamos escribiendo. Hablando. Es menester, sí, hacer memoria, porque miles de seres humanos fueron mandados a la muerte sin justificación alguna. O hacemos memoria o esto lo convertimos en un estercolero.

En todo caso, lejos de mi ánimo volver a enjuiciar a quien ya fue juzgado por personas con más información y justeza que este cronista. No es apropiado volver a acusar a quien ya fue acusado y condenado, nada más y nada menos, que por crímenes de guerra por altos tribunales franceses y españoles. Seamos prudente a la hora de evaluar la vida de alguien que, si mal hizo, lo pagó con su vida. Reconozcamos lo obvio: existe información suficiente para que cualquier persona decente construya una semblanza del personaje. También se han escrito artículos y libros para blanquear juicios tan duros como el de Schlayer sobre MMM. Desconozco el éxito o el fracaso de tales intentos. Imagino que este asunto seguirá siendo durante mucho tiempo, después de haber fracasado la idea de reconciliación de la Transición por la perfidia de los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Sánchez, un asunto a debatir en la arena electoral por un lado, y en el ámbito académico, por otro, entre los historiadores y moralistas. Unos y otros deberían recordar, a la hora de iniciar el debate, el diagnóstico de Unamuno sobre la sociedad española de la década de los treinta. Poco antes de su muerte lo dejó escrito con lágrimas en sus ojos: los españoles están picados por el resentimiento. Desaparecida la generosidad, el reconocimiento del otro, el infierno es nuestro hogar.

Seamos, pues, moderados en la discusión y busquemos la verdad sin tapujos. Es evidente que los fanáticos e ideólogos pueden relativizar, como ya han hecho algunos, las supuestas acciones criminales de MMM, pero a otros, como es mi caso, interpela nuestra conciencia, o sea, nos anima para seguir investigando la verdad del asunto. No consigo borrar de mi mente el juicio de Schlayer. El cónsul noruego conoció, durante la guerra civil española, todo tipo de criminales, pero sólo de MMM emite un juicio tan duro. Fue el responsable directo de miles y miles de crímenes en el Madrid republicano, entre el 27 de julio y el 31 de diciembre de 1936. Es categórico Schlayer, uno de los primeros que descubrió la matanza de Paracuellos del Jarama y lo puso por escrito, al nombrar al amante de Araceli Zambrano: Manuel Muñoz Martínez, Director General de Seguridad en la Segunda República, fue un hombre que había que marcar a fuego. He ahí un retrato negro del cuñado de María Zambrano para todos los tiempos. También para aquí y ahora.

¿Qué ha dicho María de Zambrano de MMM? Poco y de pasada. Según afirma Aquilino Duque en la novela citada: "Misericordia (nombre ficticio de María Zambrano) lo detestaba". Quizás. Pero eso no nos libera del problema, al fin y al cabo, la gran novela de Aquilino Duque es sólo un venero de información muy secundario para tratar el asunto de fondo: ¿influyó MMM en la vida y obra de Zambrano? ¡Es obvia la respuesta o quizá no! ¿Pudo inducir MMM alguna conducta o idea de MZ o, por el contrario, influyeron en algo las ideas de MZ sobre MMM? He ahí algunas preguntas que trataré de responder en otra entrega.

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