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Agapito Maestre

Murcia y el futuro de España

Uno de los males contenido en la Constitución es la confusión de la parte con el todo, o sea, no haber entendido qué es la unidad nacional. La nación.

Uno de los males contenido en la Constitución es la confusión de la parte con el todo, o sea, no haber entendido qué es la unidad nacional. La nación.
El presidente de Murcia en funciones, Fernando López Miras, durante su intervención en la primera sesión del debate de su investidura. | EFE

La palabra escrita fatiga cuando olvida la espontaneidad de la palabra hablada. Escribamos de política de pactos entre partidos políticos con la naturalidad del ciudadano que habla de su país sin artificiosidad. Hablemos de la Nación entera sin confundirla con sus partes. Murcia, Navarra, o cualquier otra región de España que aún no haya conformado su mesogobierno de acuerdo con los resultados electorales de mayo, son motivos, pretextos y ocasiones de actualidad para expresar alguna idea de carácter más o menos permanente sobre el sistema político español y, de paso, sobre su hipotético fundamento: la nación española. Digo hipotético, porque estoy lejos de defender que, hoy por hoy, la nación, la unidad de España, sea el fundamento real del funcionamiento de los partidos políticos. Al contrario, los dirigentes del tinglado político español utilizan, manipulan e instrumentaliza a su antojo la idea de nación para ocultar sus espurios intereses, o mejor, para alcanzar posiciones de poder de una parte a costa del todo.

Murcia es otro ejemplo relevante para entender el fracaso de España como nación. En esta comunidad, otra vez, ha vuelto a frustrarse el intento de formar un ejecutivo regional. No es nueva la cosa. Es obvio que la culpa o irresponsabilidad de la falta de acuerdo, o sea de genuina política, debe atribuírsele, en primer lugar, a los dirigentes regionales de esos partidos y, en segundo lugar, a los dirigentes nacionales. Culpables de este descalabro son, sin duda alguna, las cúpulas del PP y Vox, porque prefieren convertir determinados territorios en laboratorios políticos electorales para crecer antes en poder fáctico que en desarrollo de políticas nacionales. Pero, seamos realistas, el propio sistema político no ayuda a la solución del problema, porque, desde que se aprobara la Constitución de 1978, todos los partidos políticos han puesto el sistema al que deben su existencia por delante de lo obvio: la nación española.

Los partidos políticos, en efecto, miran con desdén la Nación. Lo de Murcia quizá sea un teatrillo, un vulgar simulacro, montado, según algunos periodistas, por dos partidos para luego terminar pactando cargos, poltronas y, en fin, poder. Es posible, pero sería la mejor prueba de que la estabilidad política no es la primera preocupación de esas grandes agencias de socialización política. Los partidos políticos ponen sus intereses partidarios muy por cima de la estabilidad nacional, ¿o acaso no pertenece Murcia a España?, ¿o prefieren que el funcionamiento de las Autonomías sea al modo de los pequeños reinos de taifas sin repercusión en la vertebración de la nación? La falta de acuerdo en Murcia para conformar un gobierno estable no es un asunto menor de la política española. Es una muestra representativa de uno de los males contenido en la Constitución del 78: la confusión de la parte con el todo, o sea, de no haber entendido qué es la unidad nacional. La nación.

La crítica de ese desconcierto y desorden, en fin, de esa desnacionalización de España parecía algo evidente en los inicios de Vox por el espacio público-político. Era un partido que venía a ordenar con cierta decencia la lidia del toro de España. Pero tengo la sensación de que está perdiendo sus señas de identidad. Prefiere, como los otros, las poltronas a la pedagogía. Vox, por desgracia, ha entrado de lleno en el tinglado que estaba cuestionando. Nadie, pues, se llame a engaño. Este partido, que había puesto en cuestión con argumentos solventes los agujeros negros del Título VIII de la Constitución, estaría ya jugando en la misma liga que el PP y el PSOE y, por supuesto, todos los partidos separatistas. Sí, la "España plurinacional", expulsada por la puerta grande de su ideario, estaría entrando por las ventanas y troneras de su partido. Ese fantasma que recorre y corroe los intersticios de la Nación española, ha afectado gravemente la inteligencia del partido de Abascal. Vox ha entrado de lleno en ese juego contradictorio de alcanzar el poder a través de lo que está criticando. Se requiere mucha inteligencia y habilidad política, o sea negociadora, para llegar a dirigir los destinos de una Nación controlando las armas que todos los días disparan contra ella.

Alcanzar el poder de la nación española a través de la "España autonómica" es un juego para mentes sutiles. Es, además, un juego peligroso. Claro, como diría Hölderlin, donde está el peligro, también puede hallarse la salvación. Quizá Vox se salve. Pero tengo el presentimiento de que ha entrado a jugar demasiado fuerte en un tablero de juego que no conoce bien. Ha enseñado muy pronto sus bazas. En otras palabras, Vox pudiera ser fácilmente engullido por el PP. Algo que ya sucedió en el pasado lejano (Fuerza Nueva, CDS, etcétera) y reciente (C´s) con otras formaciones políticas. Alguien podría decir que exagero, que aún quedan dos meses para conformar un mesogobierno en Murcia, que si y tal que si cual… Más aún, alguno de ustedes objetará que mi planteamiento sobre la desaparición de la nación española, frente al juego de los partidos que patrocinan, con la boca chica o descaradamente, la plurinacionalidad, no irá muy lejos, porque el próximo Jefe de Gobierno se opondrá con todas sus fuerzas al derrumbe de la Nación. Ojalá. Núñez Feijóo no pactará con los separatistas del PNV. Ojalá. Dejará incluso de mendigar una gran coalición con un sustituto de Sánchez. Ojalá sea así.

Pero, de momento, no parece que vayan por ir a las cosas. No está expuesto con nitidez en parte alguna que el programa del PP sea acabar de una vez por todas con la España plurinacional. Al contrario, creo que el PP y, por supuesto, Vox están jugando, en la Región Murcia, al mismo juego que practican, en Navarra, PSOE y ETA-Bildu. Esperan al día 24 de julio, pasada las elecciones generales, para pactar entre ellos y no repetir elecciones. Todo es mero tacticismo. Pragmatismo de corte alcance. Y a España que la parta un rayo.

Nadie debería descartar estos cambalaches entre partidos políticos, entre otros motivos, porque así lo reconocen sus propios dirigentes. Es el principal reproche que los del PSOE de Murcia lanzan a los dirigentes del PP y Vox, y otro tanto critican los dirigentes del PP y Vox contra los socialistas navarros. Puede ser que todos los dirigentes políticos jueguen sucio y, más tarde que temprano, se aclaren las políticas de pactos autonómicos entre fuerzas políticas más o menos afines. En cualquier caso, esos juegos sucios entre partidos mostrarían antes la importancia de los propios partidos que la cohesión y unidad de España. No creo que ningún dirigente político en España pudiera esgrimir el argumento clave que utilizó Jaime I el Conquistador para ayudar a su yerno, Alfonso X el Sabio, a reconquistar el reino de Murcia: "En primer lugar, por Dios; en segundo lugar, por salvar a España".

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